LEGALIDAD Y LEGITIMIDAD

Mi persona no está hecha para compartir el odio, sino el amor”. Antígona (Sófocles, 441 a.C.)

En la convivencia humana, desde la creación del mundo, ha sido una constante el enfrentamiento entre la justicia y la injusticia, entre la legalidad y la ilegalidad de nuestras acciones, entre la legitimidad e ilegitimidad de los derechos y deberes del ser humano, o las críticas o recursos al Poder en aplicación de las Leyes que afectan al hombre de todos los tiempos. Así por ejemplo, podemos imaginar al Jefe de una tribu enfrentarse al Hechicero, cuando éste le advierte que su sentencia de muerte al condenado, no satisface al Dios de la Vida, al considerar en contra de la Ley Natural, que prohíbe matar.

Antígona y su hermano Polinices

La primera vez que aparece un apoyo, una acta fundacional al Derecho Natural es en la obra “Antígona” de Sófocles, tragedia escrita en la antigua Grecia y representada en el año 441 a. C. en el teatro de Atenas; cuando Antígona, la protagonista del drama, le contesta al Rey de Tebas: “Las Leyes escritas por los hombres no pueden quebrantar el mandato que los Dioses han grabado en el corazón de los seres humanos”. El Rey había ordenado el no enterramiento de Polinices, hermano de Antígona, muerto en el campo de batalla, para que fuera pasto de los buitres, sin conseguirlo, ya que Antígona lo enterró en dos ocasiones, tras su célebre proclama desobedeciendo al Rey, que ordenaba de nuevo cumplir su ley.

La Historia nos narra desde la antigüedad, que la colisión de estas ideas, entre Legalidad y Legitimidad era prácticamente inexistente, ya que los poderes o sistemas de los gobiernos de entonces, en su gran mayoría, eran autocráticos o salomónicos. Las sociedades tuvieron que esperar muchos siglos hasta que nacieran los consensos y primeras democracias para que estudiaran la legislación de sus Leyes, las diferencias en su interpretación y las consecuencias de su aplicación. Así nacen en Grecia en el s. VI a.C. los primeros movimientos de control al Poder, concretamente la primera Semidemocracia en la ciudad de Atenas.

Democracia, como sabemos, en griego significa “El poder del pueblo”. En principio fue incompleta y reducida solo a una Asamblea de ciudadanos varones, que hubieran cumplido el servicio militar, y libres para gobernar la ciudad, en la que se excluían a las mujeres, a los esclavos y a los extranjeros, no presidida por Rey o Emperador, como en Esparta “la Gerusia” (Consejo de 30 ancianos mayores de 65 años) o en otros reinos o imperios de la antigüedad, como Tebas en Grecia, o Roma en el Imperio Romano siglos después. (Roma año 35 a. C.) Por estas razones la incipiente democracia ateniense fue lenta y tuvo siempre muchas limitaciones, abusos y escasos progresos. Les faltaron fundamentalmente, durante muchos siglos, similitudes vinculadas a la abolición de la “esclavitud” y los “derechos humanos” -imprescindibles y necesarios para ser una democracia plena- todavía en evolución hasta el día de hoy en muchos países del llamado Tercer Mundo. (Atenas, su población en el s. V a.C. llegaba a los 250.000 habitantes, de los cuales 40.000 eran ciudadanos, propietarios con todos los derechos políticos, unos 70.000 extranjeros, y unos 140.000 “esclavos”).

No obstante, los conceptos que nos ocupan de legalidad y legitimidad, como las contrariedades y omisiones entre ellas no fueron exclusivos de las democracias del pasado. Son también una constante histórica permanente, que se repite hasta las democracias de nuestro tiempo. Así por ejemplo, en la actualidad, en algunos países democráticos se aprueban Leyes de eutanasia activa, que por aritmética parlamentaria, de pactos variopintos, sí pueden ser “legales”, pero son “ilegítimas” conforme al Derecho Natural universal, como el de Antígona con su hermano Polinices. Igualmente se podría aplicar también, ilegitimidad a otras leyes sobre la vida humana, como la permisibilidad de plazos sobre el aborto; la politización de valores y derechos fundamentales, como la Justicia, la familia, la religión, la educación y enseñanza de nuestros hijos, la desigualdad de hombre – mujer…

Teatro griego de Híerápolis

La principal diferencia entre legalidad y legitimidad es que la “legalidad” hace referencia a algo que se encuentra bajo una realidad jurídica material, física y real; mientras que la “legitimidad” es algo que tiene trascendencia, más allá de la legalidad (relacionada de forma directa con el espíritu del hombre, con su alma y dignidad, su objeción de conciencia, sus derechos fundamentales…y mandatos del Creador). La legalidad pertenece al orden del derecho positivo y político. Su contenido y aplicación tiene fuerza de Ley. En cambio la legitimidad forma parte del orden de la ética que defienden al hombre en su integridad y honor. Derechos y valores que todo Poder, en justicia y libertad, debe escuchar o al menos considerar con respeto el derecho como el de Antígona, aplicado al resto de mortales, cuando proclama al mundo: “Las Leyes escritas por los hombres no pueden quebrantar el mandato que los Dioses han grabado en el corazón de los seres humanos”. “No compartiendo el odio, sino el amor” ya citados por la protagonista en cabecera.

Finalmente nos preguntamos: ¿Qué último Poder tiene fuerza suficiente para controlar al Poder, que no le permita a éste “pasar de puntillas” ante la ilegitimidad de algunas Leyes?

  • Juan Urios Ten es Coronel del Ejército y escritor