El pensamiento de inquietudes sociales de Juan Luis Vives lo manifiesta, fundamentalmente, en dos tratados de su extensa producción literaria: en De subventione pauperum o Del socorro de los pobres (1526), dedicado a los burgomaestres y al Senado de la ciudad de Brujas y en De comunione rerum o De la comunidad de los bienes (1535), destinado a los habitantes de la Baja Alemania.
En el libro primero de De subventione- obra compuesta por dos libros- aborda las cuestiones del origen de la necesidad y miseria del hombre, cuál es la razón de hacer el bien, de qué modo deben portarse los pobres, qué vicios impiden hacer el bien a los que pueden hacerlo, lo que Dios da a cada uno no se lo da sólo para él, etc., y en libro segundo aborda los asuntos del bien gobierno de la ciudad, la recogida y afiliación de los pobres, el mantenimiento de los ciudadanos, el cuidado de los niños, los censores y la censura, el dinero social y las necesidades, lo que perturba al funcionamiento de las instituciones, los obstáculos para llevar a la práctica ciertas medidas sociales y las ventajas que se desprende de llevar a la práctica estos consejos, etc. (1).
Vives estima que el deber de hacer el bien, que ya había sido formulado por filósofos, se debía ampliar hasta el infinito, como se recoge en la doctrina de Cristo que contiene el doble precepto del amor a Dios y amor al prójimo.
En este tratado, nuestro humanista se plantea y analiza la problemática de la beneficencia como función social y está considerado como un monumento pragmático de la sociología de la época y una obra precursora de muchas de las ideas de la sociología moderna e, incluso, algunas de sus propuestas tienen de vigencia en el mundo actual.
En un verdadero ensayo sobre la organización municipal o estatal de la beneficencia pública con el objetivo primordial de remediar la pobreza, no valiéndose sólo de la limosna sino acudiendo a otras medidas que las instituciones públicas y privadas deben poner al servicio de la sociedad para atajar la plaga del pauperismo.
Vives en De subventione pauperum (1526) interpreta, según Marcel Bataillon, el espíritu de las ciudades que empezaban a tener conciencia de la necesidad de organizar la beneficencia pública y los deseos de una reforma de orden intelectual, moral y religiosa que encarna perfectamente nuestro pensador, a la vez que su mentalidad puritana y laboriosa concuerda con las aspiraciones de ciertos sectores de la ciudad de Brujas que soñaban en la prosperidad por medio del trabajo. Su sentido social de la vida municipal le llevó a identificarse con los regidores que aspiraban a poner ciertos intereses particulares al servicio del bien común de los ciudadanos (2).
Para B. Gomez Monsegú el contenido de este tratado refleja, entre otros objetivos, la propuesta de sacar la beneficencia y el socorro de los pobres de la esfera eclesiástica para transvasarla al ámbito municipal o estatal, pues mantenía que este problema es competencia más de las autoridades civiles que religiosas, dado el fin de las dos sociedades (3).
Esta propuesta innovadora en el Renacimiento europeo recibió fuertes críticas por ciertos sectores de la iglesia -fray Lorenzo de Villavicencio y el obispo de Tournai, fray Nicolás de Bureau -, llegando a tildar a Vives de "herético y fautor de la fracción luterana" (4).
En dicho tratado se vierten críticas, según Antonio Mestre, tanto a seglares como al clero que están pegados al dinero y actúan movidos por egoísmo. Vives propone colaboración de unos ciudadanos y trabajo para todos, bajo el control cívico que administre con justicia y sin fraude las instituciones benéficas (5).
La preocupación social de nuestro humanista se centra en lo que la sociedad debe hacer con los pobres y en la obligación de la limosna individual. Asimismo, propugna una planificación de la caridad pública con la finalidad de atender las necesidades colectivas de manera racional y ordenada. Sin embargo, se muestra tajante con la mendicidad, calificándola de plaga social.
El humanista valenciano expone las normas de una adecuada distribución de bienes en el capítulo del tratado De subventione: "lo que da Dios a cada uno, no se lo da para él sólo"(6).
El propósito de dicho tratado es explicar cómo poner en práctica una experiencia concreta destinada a la supresión de la mendicidad, organización de la beneficencia y reforma de costumbres. Vives escribió que su propuesta de reforma tendría dos clases de enemigos: primero, los pobres que prefieren una ociosidad viciosa a una vida de sobriedad y trabajo y, segundo, los administradores parásitos de las instituciones ociosas.
J. B. Gomis señala al respecto que "innovando tantas cosas y desvaneciendo tantas costumbres y derechos inveterados en el orden social, había de tener y tuvo numerosos y potentes contradictores"(7).
El ideal de beneficencia que encarnaba nuestro pensador se concretaba en el principio de trabajo para todos y austeridad, premisas que tienen vigencia a principios del siglo XXI. En Vives, hay una especie de utopía del trabajo, cuyas ofertas deben ser decorosas, aun reconociendo que, en ocasiones, andar mendigando proporciona más ingresos que la propia ocupación laboral.
La solución al problema social de la indigencia será poner a trabajar a los desocupados, es decir, "adigantur ad laborem", que decía Erasmo de Rotterdam.
Juan Luis Vives exige a la conciencia política y a las autoridades públicas la creación de instituciones específicas para remediar las necesidades. Mantendrá que todo hombre debe hallar socorro suficiente y honroso ante cualquier necesidad de carácter económico y en la "Dedicatoria" de Vives a los burgomaestres y senado de Brujas les dice que no es justo que los magistrados toleren en una ciudad rica que haya ciudadanos que "sientan las embestidas del hambre y el oprobio de la miseria"(8).
Nuestro humanista percatándose de las reprobaciones que iban a tener algunas innovadoras propuestas, destina uno de los capítulos de De subventione (9) a los que preveía que criticarían sus instituciones y cánones. Escribirá: "en obra de tanta humanidad, no faltará quien o la calumnie en algún punto o al menos no la lleve a la práctica"(10). Admite que a pesar de cualquier medida adoptada "siempre tendremos pobres"(11) y considera que "no solamente son pobres los que carecen de dinero, sino cualquiera que esté privado de fuerzas, de salud, de ingenio, de juicio" (12). Vives arremete contra los arrogantes que sólo aprueban lo que de ellos sale, mofándose de algunos presentes en los consejos públicos al afirmar: “¿Acaso vosotros sólo sois hombres y con vosotros morirá la sabiduría?” (13) Aserto aplicable, en ocasiones, a nuestros responsables políticos actualmente.
En el debate suscitado entre los defensores y detractores de la mendicidad en el siglo XVI, Vives se muestra a favor de las tesis abolicionistas y de la aplicación estricta de medidas destinadas a su supresión. Según M. Bataillon, los historiadores españoles consideran al autor de De subventione precursor de Miguel de Giginta y Cristóbal Pérez de Herrera, fundadores de asilos originales para mendigos.
Para nuestro humanista, dos reformas eran esenciales para reducir la mendicidad: la reforma de la moralidad y la de la beneficencia. Con estos planteamientos parece interpretar la idea reformista de la burguesía cosmopolita de la ciudad de Brujas.
Dos décadas después de la muerte de Vives, fray Lorenzo de Villavicencio en la obra De oeconomia sacra circa pauperum curam, (Amberes, 1564) denuncia el plan vivista, como herejía municipalista en materia de beneficencia y el rey Felipe II promulgó un edicto devolviendo a los menesterosos el derecho a mendigar. La propuesta de Vives iba encaminada a organizar, racionalizar y rentabilizar los ingentes medios materiales que poseían ciertas instituciones eclesiásticas, pero nunca pretendió secularizar sus bienes como se le atribuyó insensatamente.
Juan Luis Vives propuso llevar a cabo un control municipal de los bienes de los hospitales. Criticó la actitud testamentaria y el lujo de las pompas fúnebres de los ricos. Censuró la conducta de ciertos administradores de la beneficencia, preconizó que ésta no debe poseer mucho dinero y la prohibición de adquirir bienes raíces e inversiones de capitales para evitar la prevaricación de los administradores y la acumulación de riquezas con pretexto de garantizar el futuro de éstos.
Nuestro humanista estaba convencido de que la riqueza de los hospitales y el trabajo desarrollado bajo el amparo de éstos por los indigentes generaría tanta riqueza que administrada con pulcritud cubriría "todas las necesidades de los ciudadanos, ordinarias, imprevistas y extraordinarias"(14). Junto al trabajo y austeridad proponía que la ociosidad y la pereza debían ser perseguidas, pero también vigiladas las costumbres de los jóvenes y nuevos ricos. Recomienda a la corporación rectora de la ciudad que "cercene cuanto pueda de los gastos públicos, los convites, regalos, agasajos, propinas, fiestas anuales, pompas, todo lo cual no conduce más que al pasatiempo, a la soberbia o ambición"(15), medidas que son aplicables a la sociedad opulenta contemporánea y, en ocasiones, a instancias políticas tanto estatales, como a las autonómicas y municipales.
Asimismo, al analizar el pauperismo establece distinción entre pobres profesionales y pobres vergonzantes, centrando su preocupación social en la suerte de estos últimos y en los motivos que los llevaron a la indigencia.
Para el humanista valenciano la beneficencia pública es también una función de salubridad social. Preconiza que intervenga la autoridad para contribuir a resolver los problemas. Es partidario de que los gobernantes de la "res-publica" pongan remedio para que las enfermedades ni prosperen, ni dañen, ni trasciendan. Incumbe al poder público practicar y regular la beneficencia, combatiendo los abusos que se practican de arriba abajo. El Estado, autoridad pública, debe procurar por todo el complejo social. La pobreza, la enfermedad y la miseria no es cosa que puede ser descuidada por los administradores de la cosa pública, responsabilizándolos, en ocasiones, de no dictar oportunamente las disposiciones adecuadas para el bien gobierno del pueblo. Exclamará ¡Cuánto menos necesaria sería la penalidad, si la previsión hubiera sido otra! (16).
Vives propone remedios prácticos para acabar con la plaga de pobreza. Sostiene que el municipio y Estado deben intervenir activamente: "sepan los regidores que estas ciudades son de su incumbencia"(17) y "nada hay tan libre en su república que no está sujeto al conocimiento de los que gobiernan, ni nadie puede eximir sus bienes del cuidado y jurisprudencia de la autoridad ciudadana" (...), y mantenía que "a los que eligiera la corporación consistorial para el examen y ejecución de todos estos extremos, dénseles amplios poderes"(18).
Este moralista propuso confiar la observación de la vigilancia de las costumbres de los pobres a dos censores, elegidos cada año en el Consejo de la Ciudad. Su custodia y tutela se extendía a todas las edades, lugares y actividades reprobables, que iban desde el arte de la brujería a la prostitución y desde las calles públicas a las tabernas. La ociosidad y la pereza los consideraba unos vicios que debían ser perseguidos.
También atribuye a la autoridad pública la obligación de velar para que no haya ociosos y procurar trabajo a los ciudadanos según su condición y aptitudes. Medidas que serían conveniente que llevaran a la práctica nuestros gobernantes hoy en día.
Asimismo, diferencia entre los perseguidos por la guerra y los inmigrantes. Respecto a los primeros, se muestra partidario de que sea la propia nación o ciudad la que acoja a los desplazados de sus lares; en cuanto a los segundos, propone que deben volver al punto de origen, pues manifiesta que a cada ciudad incumbe el deber de atender a los suyos.
Se preocupó de la educación infantil, reclamando para los niños el socorro material que necesitasen, buena instrucción, sobriedad, buenas letras, piedad y juicio recto.
Luis Vives, en el último capítulo de su tratado De subventione rerum constata las ventajas que se derivarían de la aplicación de estos consejos o medidas: un gran honor a la ciudad, reducción de robos, maldades, latrocinios, delitos y crímenes, mayor quietud y concordia pública, sentido humano y mayor dignidad de vida, amén de una conciencia pública con mayor libertad (19).
Para Marcel Bataillon las propuestas de Vives ponen de manifiesto que fue un reformador de la beneficencia (20).
BIBLIOGRAFÍA
1 RIBER, Lorenzo: Juan Luis Vives. Obras Completas. Tomo I, pp. 1355-1428.
2 BATAILLON, Marcel: "Vives reformador de la beneficencia". Erasmo y el erasmismo. Nota previa de Francisco Rico y traducción castellana de Carlos Pujol. Barcelona, 1978, pp. 181-182.
3 GÓMEZ MONSEGÚ, Bernardo: Filosofía del Humanismo de Juan Luis Vives. Madrid, 1961, p. 298.
4 VOCHT, H. de., "Literae virorum eruditorum ad Franciscum Craneveldium" (1522-1528). Lovaina, 1928, p. 633.
5 MESTRE, Antonio: "Vives, un valenciano universal". Lluis Vives. Reflejo de la Europa de su tiempo (1492-1540). Valencia, 1991, p.28.
6 RIBER, Lorenzo: Juan Luis Vives. Obras Completas. Tomo I, pp. 1378-1380.
7 GOMIS, Juan Bautista: Criterio Social de Luis Vives. Madrid, 1946, p. 289.
8 RIBER, Lorenzo: Juan Luis Vives. Obras Completas. Tomo I, p. 1356, y GOMIS, Juan Bautista: Criterio Social de Luis Vives. Madrid, 1946, p. 288.
9 RIBER, Lorenzo: Juan Luis Vives. Obras Completas. Tomo I. Cap. VIII del libro II, "De los que desaprobarán estas nuevas constituciones" en De subventione pauperum. Madrid, 1947, Valencia, 1992, pp. 1404-1408.
10 RIBER, Lorenzo: op.cit. Tomo I, p. 1404.
11 RIBER, Lorenzo: Ibidem, Tomo I, p. 1405.
12 RIBER, Lorenzo: Ibidem, I, p. 1405.
13 RIBER, Lorenzo: Ibidem, I, p. 1406.
14 RIBER, Lorenzo: Ibidem, I, p. 1400.
15 RIBER, Lorenzo: Ibidem, I, p. 1401.
16 RIBER, Lorenzo: Ibidem, I, p. 1391.
17 RIBER, Lorenzo: Ibidem, I, p. 1392.
18 RIBER, Lorenzo: Ibidem, I, pp. 1392-1393.
19 RIBER, Lorenzo: Ibidem, I, pp. 1409-1411.
20 BATAILLON, Marcel: "Juan Luis Reformador de la beneficencia". Erasmo y el erasmismo. Barcelona, 1978, pp. 179-202.
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José Vicente Gómez Bayarri es Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Historia,
Catedrático de Geografía e Historia, Académico de número de la RACV y Medalla de
Plata de la Ciudad de Valencia.