Teniendo en cuenta que en nuestros tiempos el cargo profesional más importante en una familia lo ostenta con frecuencia la esposa, habría que ir corrigiendo el dicho sobre la mujer del César y su honestidad y ampliarlo a ambos cónyuges. En el caso de los Sánchez Gómez son muchos los que piensan que quien manda ahí es Doña Begoña, aunque, en fin, el presidente del gobierno es Pedro y a su mujer lo primero que se le pide -como a cualquier otro cónyuge de un político, un médico o un juez- es discreción.
Hasta ahora y desde el advenimiento de nuestra aun joven democracia en 1978, hemos tenido suerte pues todas las mujeres de nuestros Presidentes han sido prudentes. Algunas de ellas lo fueron tanto que ni las hubiéramos reconocido en la calle, como a las de Calvo Sotelo, Zapatero o Rajoy. Incluso las damas que se hicieron notar como las señoras de González y de Aznar, la primera llegando a ser diputada y la segunda alcaldesa de Madrid, lo hicieron por sus propios méritos; no hay que olvidar que Ana Botella había militado en el PP bastante antes de que lo hiciera su marido.
Lo de Begoña Gómez es otro cantar. Cursó estudios de marketing sin titulación universitaria y dedicó años de su juventud a llevar las cuentas de las saunas que su padre poseía en Madrid, un trabajo que quizá no colmara las ambiciones de quien iba a ser esposa de un político prometedor que llegó relativamente joven donde todos sabemos.
Cabe imaginar la sana envidia de doña Begoña, con un marido al mando y rodeada de Ministras con cargos auténticos, con cientos de colaboradores y haciéndole a ella la pelota aunque no era más que una esposa. Cabe imaginar también su deseo de llegar a ser alguien por sí misma y hacer carrera en un terreno -el universitario- que nunca había pisado.
Siendo la mujer de quien era, no le resultaría difícil acercarse a empresarios y altísimos cargos que podrían ayudarle en sus proyectos, a cambio de que ella les apoyara con recomendaciones y un juego de influencias.
Cualquier cargo de España estaría a su alcance. Bastaba con descolgar un teléfono y convocar a un Rector -el de la Complutense de Madrid, por ejemplo- para que fuera a visitarle a su residencia particular, el Palacio de la Moncloa que, por añadidura, le quedaba muy cerca.
Se ofrecería para una colaboración: llevar adelante una Cátedra honorífica en el interesante campo de la captación de fondos para cualquier actividad que los necesitara. Esos cursos que ella dirigiría estarían destinados a licenciados universitarios, un grado que ella nunca había alcanzado y sobre el que ahora tomaría el mando.
Para llevar a cabo esa tarea la Universidad puso a su disposición, entre otros recursos humanos, un software valorado en medio millón de euros que Begoña no dudó en apropiarse.
Begoña y su marido creyeron que todas estas iniciativas pasarían desapercibidas para un público encandilado con el supremo líder, pero lo cierto es que en España existe una prensa libre y unos jueces independientes. Entre unos y otros fueron cayendo en la cuenta de que la señora de Sánchez había acumulado hasta cuatro cargos judiciales, a saber, tráfico de influencias, corrupción en los negocios, intrusión profesional y apropiación indebida.
Las comparecencia judiciales han sido hasta ahora más provechosas por las preguntas formuladas por el juez Peinado que por las respuestas de la investigada. El aparato sanchista se ha movilizado para querellarse contra los magistrados, pero el poder judicial, incluido el Tribunal Supremo los han defendido. En este rifirrafe Sánchez pretende ahora pasar una ley que prohibiría cualquier imputación contra familiares del Gobierno, una especie de Amnistía que protegería el entorno del Presidente -su esposa, su hermano, sus amigos, su fiscal- que pasarían a ser inmunes y recubiertos de una coraza legal.
Hasta aquí hemos llegado.
Imagen: Dreamstime
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.