LAS PARTERAS de CASTILLA Y LEÓN

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Es un hecho perfectamente constatable que el nacimiento de imperios, reinos y demás entes de similares características, lleva consigo el uso de la violencia. Castilla no fue una excepción. En siglo X y en los inicios del siglo XI, no era más que un condado próspero desde el punto de vista económico y demográfico. Formalmente era una parte del Reino de León. La realidad era bien distinta. Sus condes habían adquirido unas cotas de gobierno similares a las de un rey pero no dejaban de ser súbditos del monarca leones.

El reino de León lo trataré de manera tangencial pues era el ente superior y estaba consolidado desde hacía mucho tiempo. Heredero, o continuador, del viejo reino asturiano su historia en particular merece un capítulo aparte que en este mismo foro ya se ha publicado. Por ello me centraré en los orígenes del condado castellano y en cómo se unificó, por primera vez, pues hubo una segunda y una tercera posterior y definitiva, con el reino de León.

Hubo otros actores pero sin duda los más destacados en el nacimiento de Castilla, como condado independiente, son los condes: Fernán González, García Fernández, Sancho García y García Sánchez. Cada uno por razones distintas pero todos con idéntico criterio de hacer más grande su condado, llevaron a término medidas políticas, y militares, que terminaron por conseguir la completa independencia del reino leones.

Fernán González era de la partida en la batalla de Simancas, año 939, junto a su rey Ramiro II de León. Su participación fue tan decisiva que el rey le concedió varios privilegios y abundantes tierras lo que le permitió alcanzar una mayor independencia de su señor natural.

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Como puede apreciarse en el mapa Castilla comprendía la actual Cantabria, parte de Vizcaya, Álava, el norte de Burgos y tierras de Palencia. Por el sur, lo que se denominaba Extremadura Castellana, por lo expuesto a las razias musulmanas, llegaba hasta Sepúlveda y Riaza. 

La importancia del condado castellano unida al poder de su conde propiciaron que cayera en desgracia ante el rey Ramiro II de León, quien lo mantuvo preso durante un año. Transcurrido el cual volvieron a congraciarse y Fernán González fue repuesto en su cargo. Muere en Burgos en el año 970 dejando un condado económica y militarmente muy consolidado.

Garcia Fernández gozó en sus inicios de cierta paz y prosperidad, lo que le permitió seguir en la línea independentista. Poco le duró la tranquilidad al buen conde. La aparición en escena de Almanzor cambió por completo las tornas. El caudillo musulmán atacó de manera inmisericorde a Castilla. Ante tal poderío militar los reinos cristianos pactaron, con desigual fortuna, con el caudillo agareno. Todos salvo García Fernández que, en inferioridad de condiciones, mantuvo una digna oposición a los ataques de Almanzor. 

García Fernández es el creador de una institución señera en estas tierras. La institución a la que nos referimos es el Infantado de Covarrubias formado al amparo de la noble villa burgalesa. Posteriormente se conocerían como Tierras del Infantado. La institución tenía por finalidad proporcionar a la hija que no se hubiera casado, en este caso Urraca, los medios necesarios para vivir con arreglo a su status. 

El hijo de Almanzor, por miedo a su padre, pues había conspirado contra él, se acogió a la protección del conde castellano. Este lo recibió como huésped distinguido lo que le acarreó un odio sin medida por parte del caudillo amirí. Los años siguientes fueron un castigo permanente para las tierras de nuestro conde. Se perdieron plazas tan importantes como San Esteban, Clunia y Osma.

En la primavera de 995 nuestro protagonista formaba parte de una reducida patrulla de reconocimiento. Un fortuito encuentro con tropas califales tuvo como principal consecuencia que Garcia Fernández recibiera un lanzazo en la cabeza. El enemigo identificó al herido y lo traslado a Medinaceli, enclave musulmán entonces, donde se le prestaron los cuidados oportunos. De nada sirvieron y murió en dicha plaza. Su cadáver fue enterrado en Medinaceli, salvo su cabeza que fue trasladada a Córdoba como trofeo. Posteriormente su hijo y heredero reclamó, y consiguió, le fuera devuelta la cabeza con el objeto de ser enterrada junto al resto del cuerpo. En esa misma localidad soriana moriría, a no tardar, su más acérrimo enemigo Almanzor.

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Sancho García, conocido como el de los Buenos Fueros, sucedió a su padre pues el condado ya era hereditario. Durante varios años el condado fue respetado por Almanzor, se supone que todo ello sería fruto de algún acuerdo entre ambos. Prueba de esa relación es que el conde le entrega al caudillo amirí a su hermana Onega como concubina.

Ese periodo de bonanza se acaba cuando un contingente cristiano compuesto por tropas navarras, la hueste del conde de Saldaña y el propio conde castellano se enfrenta a Almanzor en la batalla de Cervera (1000).

Cuando era simplemente heredero se enfrentó a su padre, el Conde García Fernández, con la intención de derrocarlo. Durante ese intervalo de tiempo Castilla se debilitó y sufrió las acometidas de las tropas cordobesas. No consiguió su propósito y hubo de esperar hasta la muerte de su progenitor para acceder al título de conde.

García Sánchez -del que me considero descendiente directo en razón de mis apellidos claro- fue el último conde de Castilla. Fue asesinado a temprana edad en la explanada de San Isidoro de León cuando iba a celebrar esponsales con la infanta Sancha, hermana del rey Bermudo III de León. Esta Sancha será importante en el devenir de Castilla y León como veremos.

Hasta aquí, aproximadamente, Castilla es un condado. Al morir el titular los derechos corren en favor de su hermana, pues el conde asesinado no dejó descendencia. La hermana, conocida como Doña Mayor, es la esposa del rey Sancho III el Mayor de Navarra. Castilla pasa a formar parte, al menos de hecho, del reino de Navarra. Así permanece hasta la muerte del rey Sancho III el Mayor de Navarra.

Es en ese momento cuando, en aplicación de las disposiciones testamentarias del gran rey navarro, Castilla es adjudicada a Fernando, su segundogénito, mientras que Navarra es para el primogénito García. En un momento a determinar Fernando comienza a intitularse rey y reinará con el nombre de Fernando I de Castilla. Es el primer rey del antiguo condado.

Fernando contrae matrimonio con Doña Sancha, la hermana del rey Bermudo III de León y prometida del conde muerto Garcia Sánchez. Aquella que dijimos que sería importante para Castilla. En cumplimiento de la ley no escrita de que los cuñados siempre dan problemas estos no iban a ser una excepción. La disputa por unas tierras limítrofes entre Castilla y León sería la casus belli para enfrentarse en la batalla de Tamarón (1037). En esta batalla el joven rey leones, quizás llevado por su ímpetu, se encontró rodeado por las tropas enemigas que le dieron muerte. Estudios recientes llevados a cabo en sus restos indican que pudo recibir hasta cuarenta lanzazos. Esta batalla es la que personalmente considero la primera partera de la unión de Castilla y León.

 Ya tenemos el trono de León vacante. La heredera es Sancha, la esposa de Fernando I de Castilla. No hay unanimidad en sostener que Sancha sea la primera reina en estos lares pues, parecer ser que, aun siendo la reina propietaria abdicó en favor de su marido. En cualquier caso Fernando se proclama rey de León y Castilla. Bien es verdad que la nobleza leonesa se mostró arisca con el nuevo rey. No les faltaba razón pues Fernando había sido el causante de la muerte de su rey Bermudo III.

Muere el rey Fernando I y siguiendo los criterios de su padre, Sancho III el Mayor, divide el reino entre sus tres hijos varones y adjudica a sus dos hijas importantes núcleos de población con sus rentas. Al primogénito Sancho le asigna Castilla, el que él recibió en herencia. Para Alfonso le reserva León y para García Galicia. Sus hijas no quedaron en la indigencia precisamente. Urraca se convierte en señora de Zamora, importante plaza militar y económica. Toro es adjudicada a Elvira con lo cual aspira a dejar a todos contentos. Nada más lejos de la realidad.

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En una primera fase Sancho II de Castilla, en connivencia con Alfonso VI de León, acuerdan desposeer a García de sus posesiones gallegas. Así lo hacen y para mayor escarnio encierran al hermano en el Castillo de Luna. En esta situación terminó sus días el desgraciado hermano.

Sancho era el primogénito y consideraba que él debía ser el titular de todos y cada uno los territorios de su padre, como legítimo heredero que era. Despojado García ahora le tocaba a Alfonso. En aquellos tiempos -bueno en los de ahora en cierto modo también – lo normal era recurrir al uso de la fuerza para dirimir un conflicto. El primer enfrentamiento entre Sancho II de Castilla y Alfonso VI de León tuvo lugar en Llantada, población que dio nombre a la batalla. Segunda partera de la unión. La verdad es que fue una batalla de guante blanco pues ninguno de los contendientes llegó a implicarse a fondo. Fue una suerte de “juicio de Dios” pero, a la vista del resultado, se intuye que Dios estaba ocupado en otros menesteres pues todo quedó como estaba antes.

La definitiva fue la batalla de Golpejera, tercera partera. Nuevamente Sancho y Alfonso se enfrentan y esta vez si ponen toda la carne en el asador. Tuvo dos fases. La primera fue favorable a Alfonso y Sancho hubo de retirarse. Los leoneses esa noche se afanaron en festejar la victoria y al amanecer, segunda fase, son sorprendidos por los castellanos, que habían gestionado mejor el tiempo y se habían reorganizado. Alfonso es hecho prisionero y queda dueño del campo Sancho. En estos acontecimientos tuvo activa participación Rodrigo Díaz de Vivar, alférez real de los castellanos.

Anulado Alfonso Castilla y León quedan bajo el trono de Sancho. El siguiente paso es conquistar Zamora, plaza bien fortificada y defendida por su hermana Urraca. Planifica el asedio como única forma de tomarla. Es durante ese asedio cuando un supuesto desertor zamorano, Bellido Dolfos, convence al rey para que le acompañe hasta cerca de las defensas al objeto de mostrarle un punto débil. Por razones que se nos escapan el rey Sancho accedió a acompañarlo. Cuando las circunstancias le fueron favorables el hábil desertor hirió de muerte al soberano y huyó hacia las murallas zamoranas. Oportunamente alguien desde dentro abrió una puerta disimulada en el adarve, la mal conocida como puerta de la traición, por la que se puso a salvo el agresor.

Al morir el rey Sancho II su hermana Urraca, señora de Zamora, reclama a su hermano Alfonso, refugiado en la taifa mora de Toledo, para que se haga cargo de las coronas de León y de Castilla. Alfonso fue jurado como rey de Castilla y León. Alrededor de este hecho se ha contextualizado la famosa, y poco probable, jura de Santa Gadea en la que el Cid humilla al rey al preguntarle sobre su participación en la muerte de su hermano Sancho.

 En resumen con Fernando I se unen León y Castilla. A su muerte, en virtud de su testamento, se separan. Las desavenencias fratricidas entre sus hijos vuelven a unir ambas coronas bajo el reinado de Alfonso VI. No será la última vez que estos dos reinos se separen y se vuelven a unir pero eso es otra historia. Continuará……

 

Imagen 1: Area Patriniani
Imagen 4: Desnivel.com

  • .Juan Manuel García Sánchez es Licenciado en Derecho.