Valor acreditado
1.- Se llamaba Joaquín Albornoz Giner. Desde los cuatro o los cinco años padecía una terrible enfermedad degenerativa de los huesos llamada fibrosis displásica. El mantener un vaso lleno de agua entre las manos o una simple rozadura del brazo contra un objeto sólido, podía causarle una grave fractura. De hecho sufrió muchísimas a lo largo de su vida. El recordado doctor Massotti le operó más de veinte veces. En algunos momentos de su vida, las escayolas fueron tan naturales en él como la misma piel. Su enfermedad fue estudiada en Madrid y en la Clínica Universitaria de Navarra. Con el fin de proteger la columna vertebral le insertaron una varilla en la espalda. Todo inútil. Este vía crucis existencial se agravó con la muerte de su madre durante los primeros síntomas de su enfermedad. Menos mal que el buen Dios en tan dramáticos momentos, puso a su lado a un Ángel llamado Mercedes Giner –hermana de su madre- que lo cuidó y mimó como a un bebé durante treinta años.