Bulos y barro el 29-O

Hace unos días ha salido a la venta el libro “Bulos y barro”, sobre la desinformación ocurrida con motivo de la tragedia de la DANA el 29-O, Es el hilo conductor de la obra, aunque lo empezaron a trabajar antes de que se produjera y es algo más amplio: la desinformación en tragedias como la vivida en Valencia.

Los autores son Dafne Calvo, Lorena Cano-Orón y Germán Llorca-Abad, investigadores de la Universidad de Valencia. Por proximidad y facilidad para analizar cómo se informó sobre la DANA, han estado viviendo y sufriendo esa catástrofe, que se produjo a unos pocos kilómetros de donde trabajan.

Todos vivimos la DANA con intensidad y dolor máximos. También vivimos las consecuencias desgarradoras –228 muertos, innumerables heridos, desastre económico en empresas y domicilios– y deseamos que paguen los responsables ¡todos!

La juez de Catarroja está llevando a cabo un trabajo encomiable. Estos meses, y lo que falta por aclarar y juzgar, seguro que da lugar a más de un libro que aclare lo que está pasando, que no es tan sencillo.

La información y desinformación con motivo de la DANA es puesto de ejemplo ya. Hubo calidad y valentía en el trabajo periodístico, pero también bulos, afán de protagonismo, morbo por hacer de la tragedia vídeos o historias que captasen audiencias o lectores. Lo vimos todos, y en algunos casos me repugna recordarlo.

Los posibles “muchos fallecidos” en el aparcamiento subterráneo del Centro Comercial Bonaire de Aldaia, totalmente cubierto de agua, y algunos afirmando que era un auténtico “cementerio” por los muchos muertos que había en su interior es, tal vez, de los ejemplos de esa desinformación: ¡no había ninguna persona fallecida!

Ante una tragedia de esas dimensiones, hay muchas interpretaciones o análisis. No es sencillo informar con objetividad y precisión. Se iba informando con los datos que se facilitaban u obtenían, para mantener al corriente a los afectados, oyentes o lectores.

Es un esfuerzo descomunal, que exige una alta dosis de prudencia, preparación y ética: no todo lo que nos llega es para publicarlo, pues son a veces rumores, y otras veces datos tergiversados a propósito o resultado de la angustia.

Una vez más, aprendimos que la regla máxima no es “ser los primeros en informar”. Eso requiere un gran olfato, un criterio cultivado con los años, de percibir la rareza, lo que suena mal, lo que requiere verificación. Fácil de decir, pero todos sabemos que los directivos o propietarios, al ver que otro medio ha dado una información, se desgañitan con el corresponsal o enviado especial que está calibrando detalles sospechosos.

Bulos en redes sociales, bajo el paraguas implícito de “no te lo van a contar los medios”. No es fácil. El periodista nunca debe ser un “loro”: reto permanente.

¿Solución? Al informar, citar las fuentes, transparencia máxima. Y valorar más los medios locales y provinciales, por su cercanía y por no sufrir tantas presiones centrales.

  • Javier Arnal Agustí es Licenciado en Derecho y periodista.
    Escribe, también, en su web personal.