Con decir que grupos sociales han sido estigmatizados, vilipendiados y en resumen privados de sus derechos fundamentales a lo largo de la historia, no descubrimos nada nuevo, numerosa filmografía y biografía nos lo recuerda con regularidad. Sin embargo, aún existen pequeños grupos que por su escasa entidad poblacional y poca implantación territorial han pasado prácticamente inadvertidos, a pesar de que han sufrido privación de sus derechos durante siglos, uno de ellos son los agotes.
Han surgido muchas hipótesis sobre sus orígenes, las más socorridas son:
-El Padre jesuita José de Moret en los Anales de este Reino de Navarra, T. 3, página 119, conjetura ser descendientes de las reliquias disipadas del gran ejército de Albigenses, que fué derrotado en el año de 1213 por el Conde Simón de Montfort, junto al Castillo de Muret, sito en las márgenes del Garona (Condado de Toulouse).
Pío Baroja consideró que podía ser válida, ya que sólo el fanatismo religioso podía ser tan violento.
-D. Teodoro de Ochoa en su Diccionario Geográfico-Histórico de Navarra, afirma que “los Agotes son descendientes de los leprosos o gafos que en tiempo de Felipe II el Largo rey de Francia y de Nabarra habitaban ya las montañas del país”.
La lepra se veía en aquellos tiempos como un castigo divino y los que la padecían eran apartados de la sociedad. En Francia existían 2.000 leproserías en tiempo de Luis VIII, quien dejó en su testamento un legado de 100 sueldos a cada una. En ellas podían acceder a comodidades impensables fuera de las mismas, de hecho, algunas gentes fingían lepra por disfrutar de ellas. En tiempo de Felipe Luengo se les imputó enormes crímenes; confiscó el Rey sus bienes y los agotes fueron dispersados, acusándoles de horrendos crímenes, quizás para justificarse por las expropiaciones, y entonces fué cuando se les dió el nombre de cagots o hipócritas, por su farsa y los delitos de que se les acusaba. Es verosímil que entonces fuese también cuando los cagots de Bearne se extendieran hasta las montañas de Navarra, donde, con una pequeña alteración en el sonido, se les dió el nombre de agotes.
-P. de Marca en su Historia de Bearn, que los cagots o agotes son descendencia de Sarracenos (caas-goths = cazadores de godos), llamados cristianos a título de recién converso.
-No falta quien ha visto en los cagots o capots, ciertos mercaderes judíos designados en las capitulares de Carlos el Calvo con el nombre de Capí.
De estas conjeturas la Doctora Pilar Horts Ardonet en su tesis doctoral “Seroantropología e historia de los Agotes” afirma:
Los datos antropométricos y después los datos serológicos nos llevan a poder afirmar: 1. ° Los agotes no son vascos españoles. Ni sus índices ni su serología nos permiten dudarlo. 2.° No son descendientes de godos arríanos, pues no ofrecen características de raza nórdica. 3.° A nuestro juicio son producto de infiltraciones francesas que bien pudieran ser procedentes de las Leproserías y no por tratarse de leprosos sino de individuos de pocos escrúpulos en todos aspectos, que bien por inercia o por huir de guerras e impuestos, encontraban más cómodo exponerse al peligro de un contagio que enfrentarse con la dura lucha que significaba vivir en aquella época
También nos afirma en esta opinión el hecho de encontrarse «cagots» en Francia, seguramente del mismo origen y con nombre que significa hipócrita, lo que encaja perfectamente en nuestra hipótesis y en su psicología.
Sea por un motivo o por otro, los parias pagan las consecuencias. Los poderosos, los nobles, los ricos, los señores, se salvaron a costa de algunos sacrificios más o menos dolorosos, incluso colaborando en la represión. El Conde de Tolosa se obligó una vez sometido, por el tratado de 1229, a pagar dos marcos de plata al que entregase a un hereje; a confiscar los bienes de los sectarios, y a excluirlos de los cargos públicos. El conde de Beziers estableció en 1246 la pena del fuego para todos aquellos que rehusasen abjurar. Para aquellos otros que estaban en vías de conversión, se establecieron pruebas muy duras, como la de exigirles que se presentasen todos los domingos en el templo con parte del cuerpo desnudo y un haz de varas en la mano para recibir las disciplinas. Recuperaron su rango e intereses en la sociedad.
Los humildes, los pobres, los vasallos, arrastraron sus desgracias durante centurias. Los primeros, absueltos por la Iglesia y protegidos por los reyes, conservaron su limpieza de sangre. Los segundos fueron considerados como impuros, como apestados, como leprosos; el desprecio y la repugnancia que la enfermedad de la lepra cayó sobre ellos y sus míseros parientes, De ahí que, con el transcurso del tiempo y el hábito de la persecución, todas las calamidades de aquellos siglos se acumularon sobre la cabeza de aquellos infelices que empezaron por ser herejes apestados, y acabaron por ser apestados leprosos. Algunos determinaron huir hacia los valles pirenaicos de la península, donde siguió su calvario.
En España, están reunidos en la Alta Navarra, en el valle de Arizcun, que se puede considerar como la capital de todos los agotes de la Navarra española, está situado entra Ordoqui (localidad dependiente de Arizcun) y Errazu. Se encuentran agotes también en Elizondo, Ciga y otros pueblos del Baztán y Roncal. En Aragón, en Monreal, SOS del Rey Católico y principalmente en Jaca.
Para hacerse una idea como debió ser la vida de los agotes, se enumeran algunas de los agravios a los que eran sometidos:
-Se les impedía contraer matrimonios con el resto de la población, lo cual está en el origen de una gran endogamia.
-Se les obligaba a vivir fuera de los núcleos habitados.
-Debían vestir ropajes para que se les identificara como agotes y llevar un signo rojo similar a la huella de pata de oca o pato.
-En muchos lugares estaban obligados a hacer sonar una campanilla a su paso, para que los no agotes pudieran apartarse a tiempo.
-En las iglesias navarras, los agotes eran situados en un hueco bajo el coro, el campanario o la escalera para oír misa. Era frecuente tener puerta propia llamada Agoten Athea, situada al lado de la puerta principal, siendo más baja y estrecha que la principal.
-Para bautizar a los agotes se usaba una pila bautismal diferenciada del resto.
-Se les daba la paz en la iglesia con el portapaz puesto al revés y cubierto con paño. En algunos lugares se pretendía que ni se les diese la paz, sino dejársela en un banco donde ellos la pudieran tomar.
-No podían ser ordenados sacerdotes.
-En general, en las iglesias navarras había una raya en el suelo, que les impedía acceder a una parte de la iglesia, es decir, tenían prohibido acercarse al altar. En la iglesia de Arizkun no existía esa línea separadora, sino que se levantó una verja.
-La eucaristía les era entregada con un bastón o similar.
-Entre otras muchas prohibiciones, no se les permitía criar ganado, beber en las fuentes públicas o participar en bailes y fiestas.
-Cuando había ofrendas, las donadas por los agotes eran recogidas y puestas aparte de las del resto de los fieles.
-En el valle del Baztán, no podían sentarse en la misma mesa que los nativos del valle.
-Si un hombre no agote se casaba con una mujer agote, los hijos serían agotes. Si al agote le favorecía la fortuna, se hacía rico y se casaba con una mujer no agote, se les cantaba unas coplas burlescas en el día de su boda para que se les amargaba la ceremonia.
-El odio hacia los agotes era tal que de padres a sus hijos se trasmitían las barbaridades con que eran despreciados. Se decía que eran lujuriosos, como todos los leprosos, debido al color de su sangre; coléricos, arrogantes, astutos. Se les definía como cretinos, hechiceros, que se unían con las bestias, que olían mal, que apestaba su aliento.
La incultura y el miedo a los que creemos diferentes, a dónde nos llevan.
Donde se mantuvieron los prejuicios hasta bien entrado el siglo XX fue en Arizkun, sobre todo en el barrio agote de Bozate. Hay un dicho popular en dicho barrio que dice “Al agote, garrotazo en el cogote”.
Ante tales atropellos que dejan en muy mal lugar a la condición humana, siempre han surgido iniciativas que han intentado paliarlos los unos y rescatar a la otra.
El trece de mayo de 1515, el Papa León X promulga una bula, en la que se recomienda al Chantre de la catedral de Pamplona D. Juan de Santa María que los agotes sean tratados como al resto de cristianos y no se les tenga ninguna discriminación.
Las propias Cortes de Navarra publicaron decretos en los años 1534 y 1548 a favor de los agotes. Estos no eran siervos, gozaban de la protección de la iglesia, pero teniendo una libertad restringida.
Pedro de Ursúa, miembro de una conocidísima familia noble navarra, en el año 1673, defendió en las Cortes castellanas y aragonesas, fruto de su profundo cristianismo, que los agotes fueran reconocidos como originarios del valle de Baztán y, en consecuencia, navarros de pleno derecho.
En el año 1817, las Cortes de Navarras derogaron todas las leyes discriminatorias que, existían en contra de los agotes. Se aprueba la igualdad de derechos en todos los territorios de Navarra.
A pesar de todos estos esfuerzos los agotes siguieron excluidos, hasta entrado el siglo XX. En Aizkun hasta la década de los cuarenta no se tapió la puerta por la que los agotes accedían a la iglesia, ni se trasladaron los restos de su cementerio.
No había trascurrido una década desde que se había tapiado la entrada a la iglesia de Aizkun, cuando se plantó en los pueblos euskaldunes la semilla que germinaría nuevos agotes.
En principio la semilla fue abonada por todo tipo de personas y personalidades, ya que su fruto luchaba contra un viejo general dictador, pero el dictador murió en la cama. Llegó la ansiada democracia, la Carta Magna, los Estatutos, y la semilla no murió, todo lo contrario, siguió adelante con brío, apoya desde pulpitos y estrados, el enemigo no sólo era el viejo dictador, era la nación española y una sociedad enferma y cobarde creó los nuevos agotes. Maquetos y vascos españoles tuvieron que comulgar o abandonar sus casas por miles, porque la semilla era tóxica y acababa con la vida de los disidentes y de nuevo, en los pueblos ekuskaldunes la peor condición humana llevó a los españoles, que no huyeron, a vivir en las catacumbas. Fernando Aramburu nos describió de forma brillante como te convertías en agote, cuando eras señalado.
La semilla se ha ido extendiendo a otros territorios donde no mata, pero ahoga muy poco a poco y siguen germinando nuevos agotes.
El 28 de mayo en muchos pueblos se confirmará el definitivo abandono de los españoles en sus catacumbas y en otros, tendremos la posibilidad de arrancar los brotes de esas semillas que, nos llevarían a nosotros o a nuestros hijos, a vivir en ellas.
¡Aún hay tiempo!
Imagen 1: Detalle Carte de la Chrétiente d’Occídent en l’an de grâce 1235. Deryaux. Aubertin 2004.