La opinión pública es inconsistente, volátil, declinante. Es incapaz de mantener su interés en una noticia, casi cualquier noticia, más allá de un periodo de tiempo normalmente breve, sin esperar a que el hecho en cuestión haya quedado resuelto.
Y si el público se cansa de las noticias, también lo hacen los periodistas que, a fin de cuentas, escriben principalmente para ser leídos.
¿Alguien se acuerda de las manifestaciones en Cuba que hace escasamente un mes se nos hizo creer que podían significar la caída del castrismo? ¿Y quién recuerda a Guaido y al impresentable dictador Maduro? ¿Acaso alguien sabe de qué país es presidente ese comunista escondido bajo un sombrero, llamado Pedro Castillo?
Por no recordar, no se recuerda que en Ucrania sigue abierta una guerra de independencia contra Rusia después de que Moscú usurpara la península de Crimea, con una superficie de 27.000 kms2, bastante mayor que la Comunidad valenciana.
Y aún más lacerante, esa dramática crisis que apenas hace una semana ocupaba todas las portadas, pronto será solo recordada en el caso de que cientos de miles de afganos quisieran refugiarse en Europa. O si los talibanes o los yihadistas reanudaran ataques terroristas en Occidente. No olvidemos que esta semana se cumple el vigésimo aniversario del ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono.
Y acercándonos a nuestro terreno ¿Quién se acuerda de Carmen Calvo, de Abalos, de Celaa, de Redondo y de los demás defenestrados por Sánchez? ¿Y quién tiene interés por remover la innoble figura de Iglesias cuando la inmensa mayoría de los españoles estamos intentando olvidar que nunca existió?
Solo hay dos cuestiones que no dejan de ser actualidad y desgraciadamente seguirán siéndolo aún por bastante tiempo. La primera es fundamental porque de ella dependen nuestras vidas y nuestra muerte. Se trata de pandemia que ya lleva año y medio conviviendo con nosotros y que ha trastocado nuestras existencias.
Nos llena de temor y a la vez de esperanza y de perplejidad. Esperanza puesta en la vacuna y en su poder salvador. Perplejidad por comprobar que en el verano de 2021, con una población mayoritariamente vacunada el número de víctimas es cuatro veces superior al conocido en el verano anterior.
Respecto a un virus en que casi todo está aún por demostrar y en que con frecuencia tenemos la impresión de que los científicos caminan a ciegas contradiciéndose, sería interesante saber cómo es posible que decrezca el número de contagios a la vez que aumenta el número de víctimas y también lo hacen los vacunados.
Mucho más prosaico es el otro asunto que se resiste a abandonar las portadas de prensa: el precio de la electricidad. Un escándalo sin paliativos que tras movilizar las calles cuando Rajoy subió los precios un 8%, no ha costado una sola dimisión ni una explicación, cuando Sánchez lo ha incrementado en un 45%. Aunque bien es cierto que las últimas encuestas -excepto las de Tezanos- dan una caída del PSOE sin precedentes, situándolo por debajo de los cien escaños.
La lección a extraer es bien sencilla: la fatiga de la opinión pública respecto a las noticias diarias, solo se salva cuando se trata de cuestiones de vida o muerte o cuando afectan directa y gravemente a nuestros bolsillos.
Tener que sufrir 18 meses después de iniciada la pandemia y 9 meses tras el comienzo de la vacunación, cifras superiores a los cien muertos diarios, impedirá que el interés por la pandemia decline.
Igualmente lo hará que, mes a mes, la factura de la luz venga incrementada en un cien por ciento respecto al pasado año y que el ciudadano medio tenga que escoger entre refrescarse o comer.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.