Hace escasos días publiqué en este mismo diario, una columna con el mismo título que encabeza la que les propongo hoy, la única diferencia entre ellas es que la primera venía envuelta entre signos de interrogación de los que la actual columna carece.
No quiere ello decir que tenga plena seguridad de que el acuerdo de paz anunciado a bombo y platillo por el Presidente Trump y algunos de los miembros de su Gabinete y respaldados no solo por Egipto, Arabia Saudita, Egipto y Qatar, sino por la totalidad de los países árabes y por muchos otros países del mundo incluidos la Unión Europea, China y Rusia, va a aplicarse al pie de la letra y perdurará durante décadas.
En primer lugar deberemos esperar y ver cómo se aplican los compromisos incluidos en el acuerdo de paz; hemos de ser testigos también de la ordenada llegada de los 20 rehenes supervivientes, los restos mortales de los 28 que perecieron o fueron ejecutados durante estos dos años. Habrá que ver también cómo se produce el alto el fuego de Israel que se ha decidido hoy mismo a las 11 horas am y la retirada de fuerzas israelíes; cómo Hamas procede a la entrega de sus armas y se desmonta del futuro de un hipotético estado palestino compuesto por Cisjordania, Gaza y el corredor de llevaría el nombre de Trump y que uniría ambos espacios.
Solo si estas condiciones se cumplen satisfactoriamente podremos decir que el acuerdo de paz ha triunfado y que Trump ha logrado lo que sus predecesores - Biden, Obama, Bush o Carter- nunca consiguieron pese a lo cual algunos de ellos, todos ellos demócratas, recibieron el Nobel de la Paz que Trump persigue tan afanosamente.
Pero una cosa es que el presente acuerdo sea capaz de cortar esta terrible guerra que ha costado 70.000 vidas, muchas de ellas de niños, y el sufrimiento a toda la población palestina y otra es que la paz se haya implantado en la región con carácter permanente.
Una región que no solo ha sido escenario de siete conflictos desde que en 1948 se creó el Estado de Israel, sino que durante siglos, había sido escenario de una permanente inestabilidad.
Bien es cierto que en este momento histórico se dan una serie de circunstancias que no se daban en el pasado: por primera vez, la inmensa mayoría de los países árabes, algunos tan decisivos como los países del Golfo, Marruecos, Jordania, Egipto o Arabia Saudita tienen o van a tener relaciones diplomáticas plenas con Israel.
Irán, ha quedado controlada después del bombardeo de que fue objeto por parte de Israel y de los Estados Unidos. Siria está neutralizada después del severo castigo de Tel Aviv que provocó el cierre de las bases navales rusas.
En Washington, Trump puede tener no pocas limitaciones pero su voluntad pacificadora en diversas partes del mundo -en Ucrania, entre Pakistán y la India, entre el Congo y Ruanda, entre Armenia y Azerbaiyán, entre Camboya y Tailandia, Egipto y Etiopía y entre Serbia y Kosovo- es incuestionable. Sería ingenuo pensar que Trump busca la paz tan solo por lucir el Nobel. El Presidente está convencido de los buenos dividendos que obtendría con la pacificación de los conflictos existentes.
Pero los laureados no suelen hacerse notar tanto como lo hizo el presidente norteamericano y por añadidura, la paz en Gaza ha llegado demasiado tarde para que influyera en la toma de decisión de Oslo. Acabamos de saber que el premio ha recaído en María Corina Machado, la valiente opositora venezolana, lo que sin duda influirá en un futuro democrático del país bolivariano.
Por el momento Trump tendrá que conformarse con intentarlo para 2026 y con elucubrar sobre la imposible expulsión de Sánchez -otro fallido aspirante al Nobel- de la OTAN, por incumplir los compromisos económicos contraídos con la Alianza. Tal para cual.
Tres reflexiones finales: Primera, los genocidas no cobran prisioneros sino que los ejecutan. Israel devolverá 2.000 palestinos en los próximos días. Segunda, una vez más en la relación judío-árabe la valoración de la vida humana está desequilibrada: se canjeará cada rehén judío por cada cien presos árabes. Tercera: la paz ha estallado y al gobierno español le ha pillado con el pie cambiado en plena condena de Israel. Hay que procurar mantenerse en el buen lado de la Historia.
Jorge Fuentes Monzonís-Vilallonga es Master en Ciencias Políticas y Económicas y Derecho.
Diploma de Altos Estudios Internacionales. Embajador de España en Bulgaria en 1993.
Primer Embajador de España en Macedonia en 1995.
Embajador de España en Bruselas WEU en 1997, entre otros cargos.