La crisis de la evangelización
La presencia activa de la Iglesia en el mundo contemporáneo ha sido, como ya es fama, el gran principio inspirador del Concilio Vaticano II. Es decir, el Concilio quiso una Iglesia comprometida de la cabeza a los pies en el gran desafío de la evangelización de nuestro mundo. Por eso fue eminentemente un Concilio pastoral. Todos los cambios operados en la Iglesia, tanto de mentalidad como prácticos, no han tenido más fin que obtener un mayor dinamismo evangelizador y una mayor pureza en la presentación del Mensaje. Y es obvio que, a la hora de evaluar la actuación de la Iglesia, se ha de tener bien presente esta intención programática. ¿Cuál es el resultado obtenido? ¿Hay, en verdad, más dinamismo apostólico que antes, se lleva el Mensaje a los hombres de hoy con más profundidad y eficacia?. He aquí una pregunta muy seria a la que debemos responder con realismo y sinceridad, dejando aparte disquisiciones y posturas. Porque sucede con frecuencia que las ideas partidistas nos hacen ser ciegos o que los árboles nos impiden ver el bosque.