Latidos del feto
Vivimos en una sociedad trastornada. Hay muchas señales. A raíz de algunas noticias o hechos de estos días, me he acordado de Manolo, un amigo médico que ejerce en Murcia, y que me comentaba que es frecuente entre los murcianos acudir a la consulta alegando: “Tengo un trastorno”. Y Manolo intenta acotar la dolencia. Trastorno sirve allí para casi cualquier dolencia. El primer problema nacional parece haber pasado a Castilla y León, porque su vicepresidente autonómico, Juan García-Gallardo, ha afirmado que “si conseguimos salvar una única vida, todo habrá merecido la pena”, y se ofrece la posibilidad, de modo voluntario, de que las mujeres que vayan a abortar puedan escuchar el latido de su hijo solo si lo desean. Repito: solo si lo desean.
Se califica como “progresismo” el aborto sin límites, que pretenden inculcar como un derecho, aunque en la realidad se interrumpe el progreso de una vida humana en el seno materno. Pretender defender la autonomía sin chantajes emocionales, y evitan la información científica y la reflexión. A la vez, exigen sexo consentido y prescinden del padre al decidir. Hay un cúmulo de trastornos. Fernando Sánchez Dragó, escandalizado de que se pretenda negar el derecho de una madre a escuchar los latidos del corazón de su hijo: “ese tictac” es el redoble de la campanas de la conciencia”, ha dicho.