REFLEXIONES DE JUAN LUIS VIVES EN EL CAMPO POLÍTICO Y DE DERECHO INTERNACIONAL
Resumen: La obra del universal humanista valenciano Juan Luis Vives refleja su pensamiento en diversos campos del conocimiento. Muchas de las reflexiones contenidas en sus tratados tienen vigencia en el día de hoy, a pesar de haber transcurrido más de cinco siglos de su composición. Nuestro pensador renacentista, con su espíritu abierto y crítico expuso no pocos principios anticipadores y muchos de sus planteamientos y propuestas deberían tenerlas en consideración tanto nuestros gobernantes como los intelectuales actuales.
CAMPO POLÍTICO Y DE DERECHO INTERNACIONAL
Su producción literaria y de derecho internacional está dirigido a un objetivo fundamental: la consecución de la Paz. Los escritos de Luis Vives están pensados para contagiar a sus destinatarios su anhelada búsqueda de la paz en una Europa dividida, desgarrada, asolada por las guerras constantes, empeñados sus habitantes en sangrientas discordias sin fin, en un momento de enfrentamientos religiosos y guerras de fronteras(1). Nuestro pensador, ferviente pacifista, pretendió poner la política y el derecho internacional al servicio de un sistema de fines y de un ideal: la Paz (2). De ahí que haya sido llamado pacificador europeo y príncipe entre los filósofos defensores de la paz.
Su pensamiento se contiene no sólo en cartas y opúsculos dirigidos a personalidades públicas: papas, emperadores, reyes, obispos, políticos, intelectuales, sino también en otros tratados que recogen exhortaciones a la Paz, lamentaciones e invectivas contra la guerra, llamamientos a la concordia (...) etc.
En la epístola "Sobre el malestar y los disturbios de Europa" (1522), remitida al Papa Adriano VI de Utrech con motivo de su elección como Pontífice le recuerda la urgencia de convocar un concilio y le dice que es necesario para remediar los males y "son muchos y muy importantes los extremos acerca de los cuales es menester se abra consulta la iglesia"(3). Luis Vives muestra su preocupación por el estado en que se encontraba la cristiandad en los siguientes términos: "guerras por un lado; por otro lado, movimientos sediciosos, concitados por hombres perversos; de manera que restituirlos a su anterior estado no menos es obra ardua y difícil como empeño hermoso y digno de todo alentador encomio"(4). E insiste en la perentoria intervención del Pontífice dado el carisma de persuasión que representa su figura: "Dos son las cosas que se te piden y que se esperan de Ti: el silencio de las armas entre los príncipes, y el sosiego de la sedición entre las personalidades privadas"(5).
Al obispo de Lincoln, Juan Longland, confesor del rey de Inglaterra, Enrique VIII, le escribe la carta "Sobre los obstáculos para la consecución de la paz" (1524), poniendo de manifiesto que aunque la mayoría desea la paz, ésta no reina; "los franceses ninguna otra cosa desean más ansiosamente que la paz; a vosotros esa guerra os repugna; el Emperador (Carlos I de España, V del Sacro Imperio Romano Germánico) anhela la quietud, y, con todo, la guerra se arrastra y se prolonga por los mismos que no quieren la guerra. Desean la paz y no consiguen dar con ella"(6). Vives exhorta a los gobernantes a que pongan un poco de cordura, algo más de atención, una actitud gallarda y generosa para la paz y propone: "cesemos la matanza, atajemos los saqueos, restablezcamos la concordia, devolvamos a la Humanidad el comercio, la religión, las letras, las artes, la tranquilidad, la seguridad, la contestación de la vida"(7), y se interroga ¿De qué‚ nos sirve la cultura?, ¿De qué la humanidad?, ¿De qué tan numerosas artes que hacen agradable la vida?(8) si los pueblos son incapaces de lograr la concordia.
En términos de similar contenido le dedica dos cartas al ilustre rey de Inglaterra; una desde Oxford, que versa Sobre la prisión de Francisco I, rey de Francia por el Cesar Carlos V (1525) y la otra desde Brujas, Sobre la paz entre el César y Francisco I, rey de Francia, y sobre el mejor estado del Reino (1525), solicitándole que demuestre su ánimo y probidad en aras de la paz entre los príncipes. Le recuerda la inconstancia de la prosperidad y la versatilidad de las cosas humanas y lo que "pasó al rey de Francia puede pasar a cualquiera de vosotros"(9), pues considera que la suerte de las guerras es diversa y hoy triunfan unos y mañana abaten a los que ayer triunfaron y se pregunta ¿Qué culpa tiene el pueblo si el rey declara la guerra, contrariando la voluntad de todos los miembros de su Consejo?(10) Vives estima que los objetivos que se debaten en las contiendan sean perseguidos mediante la fuerza del derecho y la intervención de embajadas que negocien con agudeza de juicio y sagacidad política.
En la epístola sobre la paz entre el Cesar y Francisco I afirma; "Las armas y la guerra acrecientan los reinos. Si: pero también esas mismas armas y esa misma guerra, ocasionan su perdición y ruina"(11) y consciente de la situación insta a Enrique VIII para que persuada a Carlos V, reine la quietud, la concordia entre príncipes, se apacigüen los tumultos y guerras y se trasladen las preocupaciones hacia la religión y los negocios específicamente cristianos.
Para el pensador Vives es fundamental el tiempo de paz, pues "la guerra como la tempestad lo transforma y revuelve todo". Lo que hace prosperar a la sociedad se consigue en tiempo de paz, momento en que los hombres desarrollan las bellas artes. Mientras en la guerra languidecen las letras, religión, leyes, justicia, negocios, quietud, artesanía, comercio y trabajo fecundo. Son pasatiempo de las milicias pillar casas, despojar templos, estuprar doncellas, incendiar villas y ciudades. Locura grande es destruir lo que no puedes conservar (12). Para la gobernación y avance de los Estados, ninguna guerra será tan próspera como la paz, aunque injusta, si se consideran y examinan ya las zozobras, ya los gastos ya las disensiones, así que sugiere que "ceda el príncipe algún tanto de su derecho antes de que se lo juegue todo"(13).
En el opúsculo De la insolidaridad de Europa y de la guerra contra el turco (1526) expone una de las ideas centrales de su pensamiento de índole político; la concordia y la colaboración de los reinos europeos cristianos. Refiriéndose a Carlos I de España y Francisco I de Francia afirma que la aspereza y el enfrentamiento cesarían "si aquellos dos jóvenes contentándose con los muy dilatados imperios que poseen, pudieran avenirse a vivir entre sí en buena paz y armonía"(14), y dirigiesen sus esfuerzos, si desean ampliar sus reinos, contra el enemigo común de la cristiandad, que no es otro, que el Imperio Turco, el cual podría aprovechar la situación interna de los reinos cristianos para amenazar cierta porción de la Europa.
En un diálogo entre Teresias y Minos expone los peligros que podrían acechar a una Europa dividida y enfrentada, y propugna la liga de la paz para hacer la guerra al turco. Consecuentemente, el pacifismo vivista cede ante el Imperio Turco. Sus desvelos no alcanzan el eco deseado a pesar de su insistencia y labor de persuasión entre los príncipes, ante lo cual parece consolarse pensando que ha puesto todo el interés y medios que tenía a su alcance para conseguirlo.
Consejos o principios que son expresados, igualmente, en el opúsculo titulado De la condición de los cristianos bajo el turco (1526), en donde se queja del pensamiento y ceguera que existen entre los cristianos. Bajo el dominio turco se restringiría la libertad, se abandonarían el cultivo de las letras, la religión correría grave peligro y se implantaría el despotismo. Debemos comprometernos y poner nuestra habilidad, ingenio, recursos y fuerzas para que "no caiga sobre nosotros tamaña desventura y mal tan inmediato"(15).
Pero nuestro humanista plasma sus deseos en este campo político-social no sólo en misivas y opúsculos dirigidos a personalidades de la esfera religiosa, política o intelectual sino también en dos excelentes tratados como son De concordia et discordia in humano genere (1529) y en De pacificatione (1529), que contienen propuestas concretas pacificadoras y antibelicistas, redactadas con el vigor característico del humanismo cristiano renacentista.
La obra De concordia et discordia la destinó a Carlos V, Cesar Augusto, rey de las Españas: "pareció me bien dedicarte esta obra a ti, en cuya mano eficiente y en cuya voluntad poderosa está puesta una gran parte de la quietud y de la concordia humanas"(16). Es un tratado de una gran sagacidad y prudencia política, compuesto en una coyuntura que estaba presidida por las ambiciones territoriales, una Europa necesitada de una reconstrucción y un inmediato apaciguamiento y concordia para no verse abocada a una situación de calamitosa inestabilidad.
La obra De pacificatione la dedicó a don Alfonso Manrique, arzobispo de Sevilla. Su contenido sigue las motivaciones de De concordia et discordia y expone las vías de acceder a la pacificación.
Son obras de amplio contenido moral y convincente vocación pacificadora, conclusión que se colige al subrayar en De pacificatione que "no puede llamarse cristiano (...) ni siquiera hombre, quien no se afane con la posible porfía por la paz, por la concordia, la caridad, la benevolencia mutua"(17).
Nuestro humanista en De concordia et discordia expresa sus razonamientos sobre el origen de la concordia y la discordia, la inhumanidad de la ejecución de las discordias, los bienes que se derivan de las concordias y los males de las discordias, el camino a seguir para establecer la concordia, la onerosa obligación del príncipe de gobernar los hombres, la dignidad y deber del sabio, la grandeza del amor y la exhortación a la caridad (...) etc.
Vives manifiesta en sus escritos su afán de impedir las guerras e implantar la paz. Pone todos los recursos de persuasión que tenía a su alcance. Para ello, redacta tratados y cartas dirigidas a sus amigos Guillermo Budé, Francisco van Craneveld, Juan Vergara, entre otros, con la finalidad de hacer realidad sus deseos, a la vez que consuela su conciencia y muestra su impotencia por no alcanzar los objetivos codiciados.
Vives también intervino, sin éxito, para poner concordia en las desavenencias conyugales de Enrique VIII y Catalina de Aragón, lo que le acarreará dificultades personales, e incluso, el rey mandará que sea interrogado, encerrado durante unas semanas y tener que abandonar Inglaterra.
En carta enviada a Juan Vergara (1528) comenta la situación de las relaciones de Enrique VIII y Catalina y da consejos a la reina, que ésta no comparte, sobre su actuación y defensa ante el eminente divorcio. Vives rebatirá los argumentos de Enrique VIII con otros de realismo personal y de política internacional, como era el problema de la legitimación de la sucesión y la posible enemistad con algún príncipe vecino potentísimo.
El humanista valenciano aborda diversas cuestiones en su tratado De concordia et discordia. Así, al tratar las obligaciones del príncipe con los gobernados se pregunta ¿Qué‚ otra cosa es buscar hombres a quien regir, sino pechar con la responsabilidad de tener que dar cuenta muy estrecha de la vida, de la salud, de la fortuna, de las costumbres de tus subordinados a Dios soberano, gobernador del mundo y juez exacto y puntual...?(18). Al escribir sobre la dignidad y el deber del sabio resalta que la indulgencia y la paciencia son cualidades humanas que deben adornar al sabio porque sabe que tiene que alternar con hombres soberbios, soportar la insolencia, el fausto, la injuria, temperamentos enojadizos, gritos, reprimendas, envidias y tragarse maledicencias y malquerencias(19). En el capítulo referente a la sabiduría del príncipe y la proximidad de éste al sabio señala que la grandeza auténtica del príncipe consiste en juzgar las cosas mejor que el vulgo y en gobernar bien; "¿Qué otra cosa es el verdadero príncipe sino un sabio con autoridad pública?"(20).
En De pacificatione expone la razón que le indujo a redactar este tratado; pues, el que exhortó a la concordia es consecuente que debía permitirse algunos pequeños comentarios sobre la pacificación.
Vives alude a las grandes posibilidades que tienen algunos hombres para hacer más viable el bien público y se interroga ¿en qué empresa pueden los ricos emplear mejor sus caudales o la contribución de brazos de sus criados o clientes que en la de favorecer las leyes, cooperar a la equidad, prestar asistencia al derecho y a la justicia de todos aquellos cuyas miras están puestas exclusivamente en la paz y la concordia?(21), y dirigiéndose a los soberanos afirma "el pueblo eligió al rey, al príncipe, para que administrase justicia, para que sea defensor y patrono de las leyes y vínculo civil (...)"(22).
El pensador valenciano concibe la ciudad como una especie de convento, en su sentido jurídico, constituido y regido por la ley y la justicia; y a los militares como la fuerza que debe prestarse y comprometerse a tutelar y defender la asistencia a la justicia, al derecho y a la ley, a la vez que, conservar y propugnar la paz, la quietud y la concordia(23).
El espíritu pacificador de nuestro humanista busca cooperadores para materializar su voluntad en hombres públicos y considera a la ley, al magistrado y al príncipe como los artífices eficaces para hacer realidad la pacificación.
El filósofo renacentista valenciano reflexiona, igualmente, sobre la guerra, considerándola una actitud más propia de bestias que de hombres responsables. Para Vives la guerra y la discordia son los males que amenazan y atormentan al hombre, haciéndole incluso perder la condición de hombre. En la guerra, como en la tempestad todo se confunde, es aniquilamiento de todo bien y la mayor peste de la humanidad.
Son tantos los males que acarrean la guerra que apenas reconoce causas justas para la misma, al menos entre los cristianos. Resalta lo que predomina y dignifica al hombre en la paz y lo que las guerras originan, subrayando que ni el cielo, ni la religión sean motivos de causa de discordia, ni de lucha o guerra.
Para Vives, según recoge el opúsculo De Europae dessidiis et bello turcico (1526), la guerra es un acto "contra natura" y disuelve lo que une la paz, siendo más grave cuando se enfrentan pueblos o naciones que se llaman cristianos. Este tipo de guerra es "inicua, criminal, injusta e impía". Vives afirma "tratándose de guerras entre cristianos, no me hables, de guerras, que no lo son; háblame de locuras y de latrocinios"(24).
Para nuestro filósofo, las causas que se invocan para justificar la guerra suelen ser: malas de suyo o malas porque carecen de proporción con el fin que se pretende, y cita entre las primeras: la ambición, la avaricia, la vanidad y la soberbia de los que mandan, la falta de fidelidad a la palabra empeñada, el interés bastardo, la carencia de sentido humano y la pérdida de conciencia cristiana (25).
Vives mantiene que apenas pueden darse motivos para una guerra justa, y si ésta se da, entre cristianos, la considera siempre injustificada. Exhorta a los reyes y príncipes europeos a deponer las armas y a una participación conjunta contra el turco al que califica de enemigo irreconciliable de la religión y cultura cristiana; sustancia espiritual de Europa.
Su actitud pacifista presenta una excepción. Considera que se es pacífico anulando a los enemigos de la paz, incluso si es necesario con el arma de la guerra. Coincide con el filósofo Aristóteles en esta argumentación quien afirma en su obra Ética "si hacemos la guerra es para vivir en paz" y con el padre Francisco de Vitoria en Jure belli al mantener que "el fin de la guerra es la paz y la seguridad de la patria". Para que sea aceptada, condicionalmente, la guerra debe ser justa en origen, ejecución y término o paz.
El humanista valenciano censura no sólo las guerras políticas sino también las profesionales, los piques literarios, las disensiones y rivalidades de los clérigos y monjes, dimes y diretes acerca de incriminaciones de herejías, cosa a la sazón tan en boga (26).
Uno de los objetivos esenciales de la copiosa actividad literaria -tratados, opúsculos, cartas- en el campo de la política y el derecho internacional era mediar e influir con el único elemento que tenía a su alcance, la pluma. Para Vives, según Antonio Mestre "la paz exterior, política y religiosa, sea fruto de la paz interior, de la sabiduría humana y del amor cristiano que se manifestaría después en la vida práctica"(27). En sus escritos pasa revista a los problemas políticos, religiosos y conflictos bélicos de Europa, proponiendo siempre la concordia. E. González apuntó: "El pacifismo erasmista aparece en sus páginas a cada paso"(28).
Al analizar sus tratados jurídico-políticos se colige, como subraya A. Monzón que "la visión europea de Vives es inseparable de su cosmopolitismo y de su pacifismo ecuménico"(29). Para Vives el marco político de Europa se limita a la "res publica christiana" o cristiandad. La lectura de sus obras nos proporcionan una multitud de argumentos y representan en palabras de R. Marín "una fina exposición de las motivaciones últimas de las discordias y de las vías hacia la concordia, de recio contenido moral y lúcida vocación pacificadora(30).
Las guerras con Italia, la rivalidad con Francia, la reforma protestante alemana y la amenaza del Imperio turco centran la coyuntura internacional del Emperador Carlos V. Ante tal situación, Vives, puso todo su esfuerzo en lograr la paz. Como sintetiza A. Gómez-Hortigüela, “nuestro humanista alentó al Papa en la convocatoria de un concilio general que debatiera la cuestión protestante, sugirió un frente común contra el peligro turco y apeló a los desastres y nefastas consecuencias de la guerra"(31). Para C. Noreña, el tratado De concordia et discordia (1529) "es una meditación sobre las correlaciones internacionales y el desorden de las pasiones"(32).
Dentro de la producción vivista, el libro De tradentis disciplinis, incluido en el tratado De disciplinis (1531) es considerado el más importante dentro del campo del derecho. En él se sienta el principio de las relaciones entre los Estados, fundamentándolo en el Derecho Natural. Propugna, como base, la equidad y el derecho, la moderación y la prudencia de donde cree que nacen las disciplinas llamadas por los griegos "éticas", "económicas" y "políticas, y que son las que deben organizar el ingenio humano y la naturaleza del hombre (33). Estos preceptos son el punto de partida de los teólogos juristas de la Escuela de Salamanca para fundamentar el Derecho Internacional.
En conclusión, podemos aseverar que muchas de las sugerencias y proposiciones del humanista Juan Luis Vives en el campo político y como pacificador europeo se han proyectado en el mundo de la cultura y en las relaciones internacionales, teniendo vigencia y aplicación hoy en día (34).
NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA
1. MARÍN, R., Luis Vives. El valenciano más universal. Valencia, 1977, p. 15.
2. PUIGDOLLERS, M.: La filosofía española de Luis Vives. Barcelona, 1940, p. 298.
3. RIBER, L., Juan Luis Vives. Obras Completas. Tomo II, p. 17.
4. RIBER, L., Ibidem, II, p. 11.
5. RIBER, L., Ibidem, II, p. 11.
6. RIBER, L., Ibidem, II, p. 19.
7. RIBER, L., Ibidem, II, p. 20.
8. RIBER, L., Ibidem, II, p. 20.
9. RIBER, L., Ibidem, II, p. 23.
10. RIBER, L., Ibidem, II, p. 24.
11. RIBER, L., Ibidem, II, p. 36
12. RIBER, L., Ibidem, II, p. 32.
13. RIBER, L., Ibidem, II, p. 36.
14. RIBER, L., Ibidem, II, p. 60.
15. RIBER, L., Ibidem, II, p. 74.
16. RIBER, L., Ibidem, II, p. 80.
17. RIBER, L., Ibidem, II, p. 257.
18. RIBER, L., Ibidem, II, p. 214.
19. RIBER, L., Ibidem, II, pp. 227-228.
20. RIBER, L., Ibidem, II, p. 229.
21. RIBER, L., Ibidem, II, p. 263.
22. RIBER, L., Ibidem, II, p. 267.
23. RIBER, L., Ibidem, II, p. 278.
24. GOMIS, J.B., Criterio Social de Luis Vives. Madrid,1946, p. 317.
25. RIBER, L., Juan Luis Vives. Obras Completas.Tomo II, pp. 13, 20, 53,54.
26. GÓMEZ MONSEGÚ, B., La filosofía del Humanismo de Juan Luis Vives. Madrid, 1961, p. 294.
27. MESTRE, A., "Vives, un valenciano universal". Lluis Vives. Reflejo de la Europa de su tiempo. (1492-1540). Valencia, 1991, p. 31.
28. GONZÁLEZ GONZÁLEZ, E., "Vives y el Humanismo Europeo". LLuis Vives. Reflejo de su tiempo (1492-1540).Valencia, 1991, pp. 88. Cfr., del mismo autor, Joan Lluis Vives. De la escolástica al humanismo. Valencia, 1987.
29. MONZÓN, A., "Joan Lluis Vives, Valencia y Europa, 500 años después". Lluis Vives. Reflejo de la Europa de su tiempo (1492-1540). Valencia, 1991, p. 99.
30. MARÍN, R., Luis Vives. El valenciano más universal. Temas valencianos, núm. 15. Valencia, 1977, p. 15.
31. GÓMEZ-HORTIGÜELA, A., Luis Vives, valenciano, o el compromiso del filósofo. Valencia, 1991, p. 95.
32. NOREÑA, C., Juan Luis Vives. Madrid, 1978. p. 147.
33. RIBER, L., Juan Luis Vives. Obras Completas. Tomo II, pp. 528-529.
34. Cfr. GÓMEZ BAYARRI, J. V., “Vigencia actual de la obra del humanista valenciano Juan Luis Vives”. Estudios en homenaje a Vicente L. Simó Santonja. Volumen II. Revista d’estudis autonòmics. Generalitat Valenciana, 2015, nº 60, pp. 260-313.
José Vicente Gómez Bayarri es Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Historia,
Catedrático de Geografía e Historia, Académico de número de la RACV y Medalla de
Plata de la Ciudad de Valencia.