El abigarramiento poblacional que se produjo en la Edad Media peninsular representaba un hándicap para lograr la uniformidad de los diversos aspectos de la vida social y la pacificación del territorio.
Las fuentes árabes emplearon el término de Al-Andalus para designar la Hispania musulmana independientemente de su extensión geográfica, y pasó a ser una provincia más del imperio regido entonces por los Omeyas. La conquista y ocupación de la antigua Hispania marcó un hecho trascendental dentro de nuestro proceso histórico e influyó durante siglos en la vida y pensamiento de la población autóctona de este país, donde se amalgaman dos concepciones sociales distintas con caracteres étnicos, lingüísticos, religiosos y culturales que se van a interrelacionar o fusionar para forjar una nueva civilización, la hispano-musulmana, dando origen a dos interpretaciones diferentes de la historia de España y del Reino de Valencia medieval.
La primera interpretación propugna que ni la conquista musulmana de los siglos VIII y siguientes, ni la paulatina reconquista cristiana posterior cambiaron total y drásticamente las estructuras hispánicas, - a pesar de la evidente orientalización -, sino que permanecieron las realidades sociales y psicológicas autóctonas, dando como resultado la originalidad de la civilización andalusí.
Sustentan esta tesis medievalistas y arabistas como F.J. Simonet que lo testimonia en sus obras Glosario de Voces Ibéricas y Latinas usadas entre mozárabes y en Historia de los mozárabes de España, L. Eguilaz y Yanguas, para quien la cultura hispano-muslina no fue obra de los árabes invasores, sino de muladíes, judíos y mozárabes. El historiador árabe Ibn Jaldun escribía en el siglo XV que la mayoría de sabios entre los musulmanes eran “agemíes”, palabra con la que designaba a los de origen extranjero. Los árabes y bereberes que se asentaron en suelo hispano estaban envueltos en la más crasa ignorancia. El arabista valenciano Julián Ribera que analizó la proporción del elemento raza en el mismo califa omeya Hixam II, concluyó que matemáticamente no tenía de árabe ni una milésima. C. Sánchez Albornoz defendió, con una gran profusión de datos, la idea de que “no se arabizó la contextura vital española”. El hecho hispánico preislámico se mantuvo en vigor en la España musulmana. Confeccionó un catálogo de las supervivencias preislámicas en la civilización hispanomusulmana cuyas raíces occidentales se manifestaron en las costumbres y características de la vida social. Según dicho historiador la herencia que Al-Andalus recibió de la España hispano-visigoda fue muy diversa y multiforme. Se extendió a la lengua, las letras, la cultura, la vida cotidiana, las costumbres, las instituciones, la economía, la mentalidad, la religiosidad e incluso hasta lo más íntimo que poseen las grandes figuras de pensadores, escritores, poetas y hombres de acción. R. Menéndez Pidal subrayó que los escasos elementos raciales africanos fueron absorbidos por el elemento indígena. La mayoría de los hispano-musulmanes eran hispano-visigodos adaptados a la cultura islámica que había sido bastante hispanizada. E. Leví Provençal mantuvo que la civilización árabe-hispánica nació de la feliz combinación de los aportes del clasicismo oriental y de los elementos nuevos anteriores al Islam tomados del mismo país conquistado. M. Asín Palacios subrayó que “el fenómeno de asimilación de la cultura oriental que entre los musulmanes se realizaba no quebrantó la ley eterna de la continuidad del pensamiento ibérico”. Henri Pérès afirmó que “el elemento árabe no entra más que en dosis infinitesimales en la química social de los musulmanes de España”. Antonio Ubieto señaló, refiriéndose a nuestro ámbito geográfico, que la región de Valencia no sufrió un cambio en sus estructuras humanas con la imposición de un nuevo orden político en el siglo VIII, sólo se alteraron los hechos políticos y religiosos, permaneciendo las estructuras y hechos culturales.
La segunda interpretación postula una generalizada arabización e islamización de las instituciones, sistema sociopolítico, aspectos socioculturales y sociolingüísticos y una aniquilación o minimización del legado de origen hispano-visigodo o de las aportaciones de culturas ibéricas y mediterráneas en la formación y desarrollo de la civilización andalusí.
Entre los que defienden esta postura están: R. Dozy que propugnó una hipervaloración de las fuerzas arrolladoras de la cultura árabe islámica. Américo Castro que mantuvo que los andalusíes, ética y culturalmente, se consideraban árabes. Su tesis, expuesta en su obra La realidad histórica de España, se sintetiza en: a) No admitir la continuidad entre la historia visigoda y la que prosperó bajo los musulmanes, b) La fuerte influencia del Islam en las costumbres y la lengua y c) La historia de España es ante todo la historia de una creencia y de una sensibilidad religiosa, en donde lo lingüístico y lo literario tienen un valor primordial. Pierre Guichard para quien la conquista musulmana tuvo una aportación étnica más importante de lo que se ha admitido, constituida, en su mayor parte, por elementos bereberes magrebíes. La berebización que se produjo en el siglo VIII a raíz de la conquista musulmana es el punto clave de su interpretación de la evolución social de la etapa islámica. P. Guichard es uno de los más conspicuos exponentes actuales de las dos rupturas trascendentales en la historia del reino de Valencia; la producida en el siglo VIII con la invasión islámica y la que originó la conquista cristiana en el siglo XIII. El ensayista Joan Fuster sostuvo una total y radical arabización de las tierras valencianas. Señaló que la población indígena se islamizó hasta la médula.
Los colonizadores africanos asentados en el área de Valencia no fueron tantos que pudieran desvirtuar el fondo racial de los nativos pero en importante contingente de los autóctonos adoptaron la lengua, religión y formas de vida de los invasores musulmanes.
Mientras los partidarios del evolucionismo sociocultural destacan las raíces latino-cristianas y la influencia que ejercieron en la civilización andalusí, los rupturistas postulan la negativa a cualquier nexo de continuidad entre la Hispania romano-visigoda y la que se fue configurando con la Reconquista, e insisten en la determinante intervención del Islam y de la “contextura semítica” en la mentalidad de Al-Andalus y se manifiesta en el exclusivismo religioso musulmán, arremetiendo contra los arabistas y medievalistas que propugnan una notable hispanización del Islam o la influencia autóctona sobre el proceso de arabización.
En cierta medida, la postura rupturista queda reflejada en la afirmación de A. Castro, al afirmar: “al ser mahometizada y arabizada lingüísticamente gran parte de la Península, Al-Andalus se convirtió en una prolongación del imperio espiritual y lingüístico del Islam”.
Concluimos sustentando que difícilmente un grupo relativamente reducido de invasores, compuesto mayoritariamente por bereberes norteafricanos que en un principio no tuvieron preocupaciones culturales fueron capaces de arabizar plenamente a los hispanos. Grupo étnico de escasa formación que no tenía entre sus objetivos prioritarios la imposición de sus hábitos y costumbres, sino el lucrarse y, que habían venido como mercenarios o colonos, siendo fácilmente diluidos, fagocitados y asimilados por la masa mayoritaria de población autóctona. Consecuentemente, estos invasores no pudieron desempeñar el papel de agentes propagadores de una forma única de pensamiento y de vida arábiga. Es más lógico y viable admitir que fueran entroncando con los indígenas, produciéndose una simbiosis de influencias recíprocas, donde lo hispánico desempeñaría un papel esencial en todos los órdenes de la vida, hecho que se deduce del estudio de las ideas, instintos, pensamientos, tendencias, aptitudes étnicas del proceso de arabización cultural de la Península, como pusimos de manifiesto en nuestra obra ¿Evolución o rupturismo en la Valencia Medieval?
Cabe tener presente que el arabista Eías Terés al traducir y comentar la obra Yamhara del polígrafo y erudito genealogista Ibn Hazm, sólo registra 81 linajes de origen árabe en la España musulmana del siglo XI.
José Vicente Gómez Bayarri es Licenciado en Filosofía y Letras, Doctor en Historia,
Catedrático de Geografía e Historia, Académico de número de la RACV y Medalla de
Plata de la Ciudad de Valencia.