Continuamos asistiendo en Cataluña, cada vez más frecuentemente, a los tradicionales cortes de carreteras, concentraciones, marchas, manifestaciones y disturbios organizados por grupos radicales independentistas. Últimamente se recurre a la quema de barricadas, al intento de asalto a edificios públicos como la Jefatura de la Policía Nacional en Barcelona y a las agresiones con toda clase de objetos a las fuerzas de seguridad, buscando incluso el cuerpo a cuerpo con los agentes, con una violencia nunca antes vista, según testimonios de la propia policía.
Aunque parece claro que las actuaciones de estos grupos están siendo perfectamente coordinadas, muchos medios siguen enfocando el problema como la actuación de grupos, más o menos incontrolados, que ponen de manifiesto la frustración producida por la sentencia condenatoria a los líderes del “Procés” y la constatación de la imposible independencia de Cataluña. No falta, en esos medios, quien pone en tela de juicio la actuación policial, tachándola de desmedida, argumentando que los manifestantes son en realidad “niños o jóvenes menores de veinte años…..”
El estamento político tanto nacional como autonómico insiste en que se trata de problemas de orden público, al margen de cualquier plan preestablecido, perfectamente planificado, coordinado y ejecutado. No obstante todo parece indicar un salto cualitativo en cuanto a la organización y a la violencia de las actividades de estos grupos independentistas.
Cabe preguntarse ¿ es todo una manifestación espontánea de parte de la ciudadanía o responde a una planificación previa desarrollada sistemáticamente? ¿estamos ante el inicio de la siguiente fase del proceso de ruptura independentista?.
Supongamos la hipótesis de la existencia en Cataluña de un movimiento insurgente y tratemos de ver si el funcionamiento de tal proceso insurgente, expuesto a grandes rasgos, sin entrar en detalles concretos del mismo, es comparable con lo sucedido en Cataluña en las últimas décadas.
En cualquier país de nuestro entorno se puede encontrar la siguiente definición de insurgencia: “un movimiento violento que emprende una lucha prolongada con la finalidad de cambiar el orden político establecido”. Los medios empleados para ello principalmente son la propaganda, la subversión, la presión política (y militar, en su caso) y la lucha armada. Tratará de implicar e implicará a la población de manera directa o indirecta.
Se trataría por tanto de establecer un conflicto asimétrico, no ya por la diferencia en número, tecnología o procedimientos existentes entre la insurgencia y el Estado, sino por el modelo estratégico asumido, diferente en su concepción y su desarrollo. Entre los modelos que la insurgencia ha empleado históricamente nos interesa tomar en consideración el urbano y el identitario.
El primero se ha vuelto más efectivo dado que las sociedades son más urbanas y las redes insurgentes más sofisticadas. La insurgencia se organiza en células clandestinas amparándose en la población. Están formadas por personas con afinidad familiar, política, de grupo social, etc. Requieren de poco apoyo popular y son difíciles de contrarrestar. El segundo es muy frecuente y se basa en la identidad común por afinidad religiosa, tribal o grupos étnicos, donde consigue sus apoyos. Puede combinarse con el modelo urbano.
Por otra parte, entre los diferentes planteamientos estratégicos desarrollados históricamente por los movimientos insurgentes, toma especial interés el que adopta la forma de un proceso político independentista, planteando una división de funciones entre facciones aparentemente independientes; unas ejercerían la acción política pacífica y otras las acciones violentas, que crecerán en intensidad según sea necesario en función de la situación y estando siempre subordinadas a la consecución de la finalidad política: la obtención del poder sobre una determinada área y población.
Todo el proceso se lleva a cabo desarrollando sucesivas etapas, que pueden coexistir en el tiempo, siendo las más habituales las siguientes:
Etapa de conspiración. Es el comienzo; individuos afines se reúnen para debatir cómo pueden subsanar los problemas que perciben y conseguir sus reivindicaciones, desafiando, en su caso, a la autoridad. Se establece la base ideológica y la selección y formación de la organización. Se comienza la labor de captación y fundamentalmente se empieza a llevar a cabo la infiltración en fuerzas de orden público (y militares, en su caso), medios de comunicación, estamento judicial, sindicatos, docentes, asociaciones, colegios profesionales, administración y clase política.
Etapa de preparación.- Aparece un líder, caso de no existir desde el comienzo, que provoca la cohesión del grupo con el propósito de lograr un cambio político. Se difundirá el mensaje a la comunidad, se establecerá el liderazgo ideológico, se formarán las células (que en su momento podrán ser armadas), se formará la estructura de apoyo, se valorará el momento de darse a conocer públicamente. Todas estas acciones precisan de un tiempo que puede ser considerable si se parte de una organización totalmente nueva o reducirse si se apoya en una organización ya existente como por ejemplo un partido político.
Etapa de manifestación y expansión.- Se llevan a cabo acciones diversas como protestas e intervenciones no violentas, marchas y manifestaciones, demostraciones de no cooperación, actividades subversivas y manipulaciones de los medios de información. También tratará de obtenerse información y, en su caso, realización de actividades delictivas. Se persigue alcanzar los objetivos políticos, atraer la atención y desarrollar la propia insurgencia.
Etapa de agresión.- En esta etapa los insurgentes comenzarán ataques donde y cuando ellos decidan, desapareciendo rápidamente ocultándose entre la población o en una zona que consideren segura. Atacarán objetivos de gran resonancia mediática. Tratarán de provocar bajas políticamente inaceptables para influir en la opinión pública y tratarán de culpar a las autoridades.
A lo largo de estas etapas, la insurgencia habrá utilizado como instrumentos para lograr sus fines la propaganda interna y externa, la asistencia social, el activismo, las relaciones internacionales y, llegado el momento en la etapa de agresión, la lucha armada, combinando tres modalidades violentas de lucha: disturbios callejeros, acciones terroristas y lucha de guerrillas. Se trata de socavar los pilares del estado en el territorio para provocar su desaparición.
Llegados a este punto, el paralelismo de lo expuesto con muchas de las acciones organizadas y de medidas impuestas en Cataluña durante las últimas décadas parece evidente.
Una vez instaurada la democracia y desaparecido de la política el presidente Tarradellas, el nacionalismo catalán estableció su base ideológica con el fin último de conseguir la independencia. Alcanzar el gobierno autonómico facilitó las acciones a llevar acabo para lograrla. Desde aquel momento pudo haberse iniciado la larga etapa de conspiración, siendo conscientes los nacionalistas por un lado de que para conseguir su fin último necesitaban de generaciones convencidas y ganadas para la causa, es decir incrementar la población independentista hasta conseguir una mayoría suficiente; por otro, entendiendo que la propia estructura del estado pondría en sus manos las herramientas para facilitar la infiltración necesaria en sectores fundamentales, se centró en conseguir y mantener el gobierno de la comunidad con ese objetivo.
Así, las competencias transferidas en educación facilitaron el adoctrinamiento de generaciones. El control de determinados medios de comunicación y la compra de otros ha facilitado la transmisión del mensaje a la sociedad, consiguiendo que parte de ella también resulte adoctrinada. La creación de la policía autonómica hizo innecesaria la infiltración en las fuerzas de seguridad. La infiltración en el resto de estamentos incluida la clase política ha necesitado de tiempo para ir reclutando adeptos y colocarlos en puestos clave.
Esta etapa, además de larga, habría sido relativamente tranquila; durante la misma podría haberse llevado a cabo discretamente (¿clandestinamente?) las actividades apuntadas más arriba en la etapa de conspiración.
Tras unas décadas de paciente espera empiezan a coexistir la etapa conspiración y la de preparación. En esta última etapa la búsqueda del líder no sería necesaria puesto que se ejercía el poder político y la figura del líder se visualizaría desde siempre en la figura del “President”. Antiguas organizaciones culturales habrían pasado a formar parte del movimiento (ej: Omnium Cultural). Podrían haberse organizado la células que más adelante deberían darse a conocer. Ya en 2011 se crean otras organizaciones para repetir las ideas y consignas emanadas del gobierno, como la Asamblea Nacional Catalana y la Asociación de Municipios por la Independencia. Se pondría así de manifiesto el trabajo conjunto tanto de organizaciones civiles como de la administración autonómica con la finalidad de conseguir el objetivo de la independencia.
Podemos enmarcar a finales de esta etapa de preparación el escándalo de la trama del Palacio de la Música, que pudo haber acelerado el advenimiento de la siguiente etapa de manifestación y expansión. En las elecciones en Cataluña de 2012 los partidos nacionalistas consiguen la mayoría del Parlamento autonómico que en el primer pleno de la nueva legislatura, enero de 2013, aprobó la “Declaración de Soberanía y del derecho a decidir del pueblo de Cataluña”, dándose a conocer públicamente con toda claridad el movimiento independentista.
Los escándalos económicos que salpicaron al partido Convergencia Democrática de Cataluña y la constatación por parte del presidente Mas de que el gobierno central no podría favorecer a Cataluña por encima de otras comunidades en plena crisis, habrían podido empujarle a acelerar el proceso. Comenzarían entonces las acciones propias de esta etapa de manifestación y expansión, que llevará finalmente al gobierno de Cataluña a plantear la convocatoria del referéndum de independencia del 1 de octubre de 2017.
Esta circunstancia es importante porque de ser cierta la hipótesis habría adelantado todo el proceso y la llegada de la cuarta y última etapa de agresión. Probablemente hubiera sido más conveniente para los fines del independentismo esperar unos años más hasta conseguir una mayoría suficiente entre la población.
A partir de la convocatoria del referéndum podría establecerse el inicio de la etapa de agresión. En meses previos aparecieron públicamente los primeros “Comités de Defensa del Referéndum” que posteriormente se establecerían como “Comités de Defensa de la República”. Aparentemente esta eclosión de comités se da en todo el territorio de forma espontánea. Sin embargo su aparición podría responder a la activación de células formadas en las etapas anteriores, que habrían esperado a recibir las instrucciones oportunas para manifestarse públicamente.
En esta etapa de agresión se habría continuado con las acciones propias de etapas anteriores como cortes de carreteras, marchas, etc. y por el momento, se habría decidido elevar la agresividad de los disturbios callejeros, según hemos visto en las imágenes ofrecidas por los distintos medios.
Por lo expuesto hasta aquí podríamos observar la existencia de un paralelismo entre la tradicional organización y forma de actuar de un hipotético movimiento insurgente con lo acaecido en Cataluña en las últimas décadas.
En la actualidad los movimientos insurgentes han evolucionado introduciendo en sus procedimientos la acción psicológica, la utilización del tiempo, la adaptación al ambiente urbano de procedimientos de guerrillas y terrorismo, la estructura de mando y control de grupos de crimen organizado, la organización en red y el empleo de las nuevas tecnologías, concediendo gran importancia a la comunicación.
Todos estos procedimientos, en mayor o menor medida, se han observado en los CDR y en los grupos radicales violentos que han protagonizado disturbios en ciudades de Cataluña, fundamentalmente en Barcelona.
Suponiendo que la hipótesis con que se iniciaba este artículo sobre la existencia de un movimiento insurgente en Cataluña fuera cierta, siguiendo el esquema de actuación tradicional de estos movimientos, podríamos esperar por tanto, para el futuro más o menos inmediato, que se continúen desarrollando actos indiscriminados similares a los vividos últimamente, un incremento de “ataques” contra infraestructuras de todo tipo como carreteras, vías férreas, líneas eléctricas, etc. en cualquier punto del territorio de la comunidad, actuaciones dirigidas contra infraestructuras críticas y podemos esperar que en algún momento se tome la decisión de dar el salto a la modalidad de acciones terroristas.
En ese caso y salvo que se negocie algún tipo de acuerdo tras las próximas elecciones del 10 de noviembre que convenga a las distintas fuerzas políticas implicadas, sería absolutamente necesaria la concienciación de la sociedad española en general (fuerzas políticas, de seguridad, medios de comunicación, ciudadanía, etc.) sobre la existencia de tal movimiento para que se facilitase la toma de decisiones por quien corresponda que evitaran que se culminasen las últimas etapas de ese largo camino hacia la insurgencia.