En el primer capítulo vimos cómo la UE, ante la victoria del candidato pro ruso Yanukóvich, provocó, con sus denuncias de posible fraude electoral, que una Ucrania dividida en dos sentimientos contrapuestos, estallara en una revolución, “la Revolución Naranja”, en donde la única salida para evitar una confrontación civil, fue la repetición electoral, con el triunfo, esta vez sí, del candidato preferido por los dirigentes europeos.
En el segundo capítulo narramos cómo la UE y EEUU alimentaron una revuelta en Ucrania, “El Euromaidan”, contra el gobierno salido de las urnas en las elecciones de 2010. Dicha revuelta se radicalizó, acabó en manos del ultranacionalismo neonazi ucraniano, se tornó violenta, y finalizó deponiendo al Presidente legítimo y a su Gobierno, siendo sustituido por otro surgido de un autentico golpe de estado bendecido por la UE y EEUU, que no dudaron en reconocerlo a pesar de haberse hecho con el poder de forma tan poco democrática.
En este capitulo vamos a relatar las consecuencias de los errores de occidente en un país que, pudiendo haber sido el eslabón de entendimiento entre Europa y una Rusia que ya no es comunista, se convirtió en el centro de las tensiones entre ambos, dando lugar a la independencia de Crimea y su posterior adhesión a Rusia y a la guerra del Donbáss en la región del Este de Ucrania.
LA NUEVA RADA SUPREMA Y SUS RADICALES DECISIONES
Eran tantas las ganas de la Unión Europea de que triunfara la revolución y se depusiera al presidente electo que, en un país en donde cada cinco años hay elecciones, no dudó un momento en reconocer al nuevo gobierno surgido en tan dudosas formas democráticas.
En el nuevo gobierno se integraron miembros del partido Patria, de corte conservador y prooccidental, y miembros del partido ultraderechista y etnocéntrico Svoboda.
Los premios del nuevo gobierno hacia los revolucionarios más activos no se hicieron esperar y Turchinov invitó a las fuerzas ultraderechistas del Pravy Sektor, las más violentas durante el Maidan, a formar parte de la nueva Berkut (policía especial contra el crimen organizado y antidisturbios). Es decir, la nueva policía especial se nutría de neonazis violentos.
La constitución ucraniana de 2010, en su artículo 112, limitaba las funciones de un presidente interino a gestionar el país hasta la celebración de nuevas elecciones por lo que, ateniéndose a la ley suprema, tenía que haberse abstenido de cualquier iniciativa que implicase cambios en el statu quo de la organización nacional o de emitir nuevas leyes. Sin embargo, como veremos a continuación, el nuevo gobierno aprovechó el poder que le dio el golpe de estado para castigar y subyugar a las regiones rusofonas del Este y marginar al Partido de las Regiones de Yanukóvich.
El depuesto presidente Yanukóvich podía ser pro ruso, pero no tomó nunca ninguna decisión que atentara contra los derechos humanos y civiles de la población más prooccidental y de etnia ucraniana. Además, como hemos visto, la responsabilidad de no alcanzar un acuerdo de adhesión con la UE, no fue solo de Yanukóvich, sino también de la actitud poco dialogante de esta. En cambio, el nuevo gobierno, al día siguiente de hacerse con el poder, el 23 de febrero de 2014, se apresuró a abolir la Ley sobre las lenguas Cooficiales, lo que dejaba al ucraniano como única lengua oficial en todas las regiones del país, incluidas aquellas regiones del Este en donde el ruso era la lengua materna de la mayor parte de la población.
En menos de un mes Turchinov sustituyó a todos los gobernadores de las regiones del Este que pertenecían al Partido de las Regiones del depuesto presidente Yanukóvich, por miembros del partido Patria y Svoboda, partidos sin ninguna implantación en dichas regiones.
A pesar de que se había depuesto al presidente, el Partido de las Regiones seguía siendo mayoritario en el parlamento ucraniano, pero muchos diputados temían por sus vidas y algunos, siguiendo el ejemplo del expresidente, salieron de Kiev para esconderse, por lo que todas las decisiones del nuevo gobierno se tomaron de forma ilegal, en un ambiente de terror surgido de la propia revolución.
Y Por último, a pesar de que quedó demostrada la mano de la oposición en los disparos indiscriminados a policías y manifestantes por francotiradores actuando en ataques de falsa bandera, el nuevo gobierno culpó de todo a Yanukovich y puso una orden de busca y captura para juzgar al expresidente por "asesinato masivo de ciudadanos pacíficos”, despreciando el acuerdo propuesto por representantes de la UE y que ellos mismos firmaron el 21 de febrero con Yanukóvich para parar las revueltas y convocar nuevas elecciones. Ahora, tres días después, y tras no haber respetado la tregua, la victoria de la oposición era un hecho y no interesaban unas elecciones que pudieran volver a dar el triunfo a Yanukóvich.
Y a pesar de estas decisiones tan antidemocráticas y contrarias a los derechos civiles, y a pesar de la más que dudosa legalidad de este nuevo gobierno, la UE no solo no tuvo ningún pudor en reconocerlo, sino que, apoyándolo con entusiasmo, le concedió con urgencia, un rescate económico de 19.000 millones de € a través del FMI, la misma inyección de dinero que Yanukóvich solicitó para salvar la difícil situación económica que atravesaba Ucrania y que hubiera ayudado a la firma del tratado de Adhesión y que entonces la UE le negó.
INDEPENDENCIA DE CRIMEA Y SU ADHESIÓN A RUSIA
Con todo lo ocurrido y teniendo en cuenta la división territorial de Ucrania casi fronteriza entre Este y Oeste, con diferencias étnico-lingüísticas, identitarias y de preferencia electoral, el conflicto en las regiones del Este era imposible que no estallará.
La decisión que encendió la mecha fue “la abolición de la ley de lenguas cooficiales” y, aunque finalmente, ante las dimensiones de las protestas, el nuevo gobierno diera marcha atrás, ya era tarde; el nuevo conflicto al Este y Sur del país ya estaba en marcha. El no reconocimiento de la diversidad cultural llevó inevitablemente al conflicto identitario.
Crimea era la región donde este movimiento era más fuerte, ya que los lazos de unión a Ucrania como nación eran muy débiles.
El arraigo histórico de Crimea a Ucrania es inexistente y su unión a dicho país responde solo a motivos prácticos de un estrecho enlace territorial de una Península. Crimea pertenecía al imperio ruso desde que Rusia en 1774 la conquistase en la guerra con Turquía. La Óblast (provincia) de Crimea, ante la imposibilidad de ser suministrada de agua y otros bienes desde Rusia, en 1954, fue transferida a la República Socialista Soviética de Ucrania con la que a través del istmo de Perekov se unía al óblast ucraniano de Jersón. Así las cosas, cuando se desmembró la URSS, Crimea quedó como un territorio autónomo vinculado a Ucrania. No obstante, psicológicamente, los crimeos nunca asumieron su anexión a Ucrania
En cuanto al reparto étnico de Crimea, los rusos representan un 59%; los ucranianos un 24% y los tártaros un 12%, pero si nos fijamos en la implantación idiomática, el 97% de la población utiliza el ruso como lengua materna.
Con estas características étnico-idiomáticas y con la falta total de identidad ucraniana, unido a los abusos del nuevo gobierno, no era de extrañar que, en el referéndum que se celebró el 16 de marzo de 2014, con un 83,1% de participación, se alcanzara un 96,7% de población a favor de la anexión de la península a Rusia. La UE no reconoció estos resultados por considerarlos ilegales.
Tampoco fue difícil la ocupación de la península por las fuerzas armadas rusas, debido a que estas se encontraban ya dentro de la Península; gracias al tratado de partición entre Rusia y Ucrania de 1997, Rusia mantenía en Sebastopol su Flota del Mar Negro y 77 instalaciones militares. La reacción militar ucraniana tampoco fue posible, ya que la mayor parte de los militares ucranianos desplegados en Crimea provenían de esta misma provincia o de provincias rusófonas del Este del país por lo que, de los 19.000 militares ucranianos desplegados en Crimea, el 70% (unos 15.000) desertaron y se unieron a las FFAA rusas.
Dos días después del referendum, el 18 de marzo, se producía la firma del Tratado de anexión de Crimea y la Ciudad Federal de Sebastopol a la Federación Rusa.
LA GUERRA DEL DONBÁSS
No es la intención de este artículo relatar los diversos acontecimientos de esta guerra, sino simplemente ver los motivos que llevaron a ella y la responsabilidad de la UE en su desencadenamiento.
Los motivos que llevaron a las revueltas en las regiones del Este fueron las mismas que las analizadas para Crimea. Era esperable que la decisión de apostar gobernadores de partidos que no tenían tradición política ni afinidad con los ciudadanos del Este provocara una crisis de legitimidad en la región y que la abolición de la Ley de Lenguas generara un reforzamiento de la identidad rusófona. En el Donbáss, al sudeste de Ucrania, el 45% de la población es de etnia rusa y el idioma ruso es hablado por tres cuartas partes de la población; Crimea era el ejemplo a seguir.
Los ciudadanos de estas regiones no podían sentirse muy cómodos tras ver como al derrocamiento ilícito del candidato que ellos votaron, siguió la instauración de un gobierno ilegítimo en Kíev y la reconversión de sus milicias neonazis en un cuerpo de seguridad del Estado. Y todo ello con el beneplácito de la UE y de los EEUU.
Aunque parezca exagerado, muchas personas de estas regiones sentían miedo a sufrir una limpieza étnica cómo la que siguió a la desintegración de Yugoeslavia, o cómo mínimo que se ejecutaran las promesas electorales del partido racista y ultranacionalista ucraniano Svoboda. Un buen ejemplo sobre la radicalidad de este partido son las frases de Irina Farion, una lideresa destacada de dicho partido: “solo habla ruso un canalla o un ocupante; a los canallas se los manda a paseo, a los ocupantes se los fusila” o “por el Partido de las Regiones solo votan criminales” o “estas bestias que van allí merecen una sola cosa, la muerte”, refiriéndose en esta última a la contrainsurgencia.
Entre el 6 y el 13 de abril, se observaron revueltas en todas las provincias del Este, en donde el partido de las Regiones de Yanukóvich era mayoritario. Con el mismo objetivo que los manifestantes del Maidán, en las óblast de Donetsk, Luhansk, Odessa, Jerson, Dnipropetrovsk, Zaporizhia y Járkiv intentaron tomar al asalto los edificios gubernamentales; y del mismo modo que en el Maidan, la berkut intentó evitarlo. Tan solo en Donetsk y Luhansk los manifestantes logran su objetivo y toman el control de las sedes administrativas, declarando un referéndum para el 11 de mayo, con las mismas intenciones que el celebrado en Crimea.
El 6 de abril se declara la independencia de la región de Donetsk y de Járkiv, aunque sólo prevalecerá la primera, y el 27 de abril se repite el suceso en Luhansk.
Ante esta extrema situación, el nuevo Gobierno de Kiev da un paso que no dio Yanukóvich: el empleo del Ejercito contra los manifestantes para restaurar el orden en Donetsk y Luhansk, en lo que denominó “Operación Antiterrorista” (ATO). La UE, aunque incomoda, no protestó ni condenó esta decisión extrema; el gobierno ya era de su gusto.
Sin embargo, la táctica de Turchinov ni fue efectiva, ni evitó que el movimiento se expandiera; muy por el contrario, las decisiones del presidente interino sólo empeoraron las cosas y se dio inicio al episodio más cruento de toda la crisis ucraniana: la guerra del Donbáss.
La utilización del ejercito contra su propio pueblo no fue la única medida anticonstitucional del gobierno ilegitimo; en una medida contra los derechos humanos que los medios de comunicación occidentales no han difundido, el gobierno ordenó a los bancos congelar las cuentas de todos los habitantes del Donbáss, buscando la asfixia económica de la región.
Pero nada detuvo a la contrainsurgencia, el 14 de abril, los rebeldes del Donbass controlaban las plazas de Mariupol, Gorlivka, Sloviansk, Kramatorks, Yenákiievo, Makiivka, Druzhkivka y Zhdánivka. Las plazas, se convertirían en los bastiones de los manifestantes frente a la ATO del gobierno.
Con el control en manos de los rebeldes, las óblast de Donetsk y Lugansk, el 11 de mayo de 2014, a imitación de lo ocurrido en Crimea, celebraron un Referéndum de autodeterminación. El 89,7% de los electores de la óblast de Donetsk y el 78,87% en Lugansk votaron a favor de la independencia. Poco después, las regiones de Donetsk y Lugansk se declararon independientes de Ucrania como Repúblicas Populares. La República Popular de Donetsk solicitó a Rusia que considerara su incorporación en la Federación Rusa pero el Kremlin, a pesar de tener tropas desplegadas en la frontera con Ucrania, ante el riesgo de una extensión del conflicto, esta vez fue cauteloso y no dio una respuesta inmediata.
Ante la falta de respuesta de Rusia, el movimiento independentista no se detuvo y el 24 de mayo de 2014, en el Congreso de las regiones del Sudeste de Ucrania en Donets, ambas nuevas repúblicas se fusionaban en el estado de Novorossia (Nueva Rusia) y se invitó a las otras seis regiones del Este (Dnipropetrovsk, Zaporozhie, Odesa, Mykoláiv, Jersón y Járkov) a formar parte del nuevo Estado.
La UE, insensible al sufrimiento y al sentir identitario de gran parte de la población que se sentía rusa, echó más leña al fuego y, en plena guerra del Donbáss, el 27 de Junio de 2014, firmó el Acuerdo de Asociación de Ucrania a la Unión Europea.
A partir de aquí la guerra se recrudece, pero ya no es motivo de este artículo.
LA DOBLE VARA DE MEDIR DE LA UE
La UE, para la aceptación de Ucrania como miembro de la Unión, puso objeciones de calidad democrática al gobierno de Yanukóvich, nombrado presidente tras un proceso electoral; pero reconoció, concedió ayuda económica y aceptó a un gobierno surgido de una revolución.
La UE quiso ver, en lo que solo era un proceso judicial por corrupción, un atropello gubernamental intolerable del gobierno de Yanukóvich; pero en cambio, no supo ver que la abrogación de la ley de lenguas atentaba contra los derechos civiles de un gran porcentaje de la población, ni que la decisión gubernamental de sustituir gobernadores por otros del gusto del gobierno surgido de un golpe de estado no era muy democrática.
La UE vio violencia y la condenó, en la represión de la plaza del Maidan, pero no la vio en la utilización del ejército por parte del nuevo gobierno, en la represión de los manifestantes en las regiones del Este del país, saltándose la constitución y las leyes del país.
La UE no reconoció la adhesión a Rusia de una región históricamente rusa, de etnia rusa, de habla rusa, en donde mediante referéndum se demuestra que casi toda la población de Crimea quiere ser rusa; mientras que reconoce la pertenencia a Reino Unido de las islas Malvinas que fueron arrebatadas a Argentina en 1833, o la Republica de Kosovo, proclamada por la población albano-kosovar (de religión musulmana), en contra de la población serbia, del muy serbio territorio de Kosovo, considerado por Serbia como cuna histórica de su pueblo, con la ciudad de PEC como emblema espiritual de la fe Ortodoxa serbia.
LAS SANCIONES MUTUAS ENTRE LA UE Y RUSIA
Como hemos visto, hay muchos motivos para reconocer la adhesión de Crimea a Rusia y la principal es que nunca fue territorio ucraniano; tan solo fue una reestructuración administrativa de la URSS para prestar un mejor servicio a los crimeanos a través del istmo de Perekov.
Pero a la UE no le bastó con no reconocer la nueva situación de Crimea, sino que sancionó, como represalia, todo lo que oliera a ruso: funcionarios, empresas, compañías petroleras y financieras…
Obviamente, la respuesta rusa no se hizo esperar, y en agosto de 2015 Rusia vetaba a todos los productos agrícolas occidentales.
El mayor perjudicado de este veto fue España, que ya tenía conquistado el gran mercado hortofrutícola ruso, pero por parte de la UE no solo no hubo ninguna compensación sino que, como hemos visto, sigue perjudicándonos firmando acuerdos comerciales con países que, produciendo lo mismo que nosotros, sus costes de producción son mucho más bajos.
Imagen: https://www.eldiario.es/theguardian/Vuelve-Ucrania-estadounidense-Rusia-envalentonada_0_612789024.html
Víctor Pascual Viciedo Colonques es Presidente de la Associació de Llauradors Independents Valencians (ALIV)