Fin del calvario judicial de Camps
Nos presentaron en 1994, por supuesto en Valencia, donde Francisco Camps nació y ha vivido toda su vida. Fue en la calle, con un saludo cordial y un breve intercambio de palabras, quedando para otras ocasiones, que seguro las habría. Yo no tenía especial interés profesional en cultivar el trato especialmente con Camps, entonces un joven concejal treintañero del Ayuntamiento de Valencia, tras ir en la lista con Rita Barberá y salir elegido en mayo de 1991.
No suele ser justo dejarse llevar por la primera impresión de una persona, o por las primeras impresiones de un trato más bien superficial. Como mero recuerdo, me quedé con la imagen de un político sonriente, observador y educado, y por lo tanto cordial. Hay políticos que, desde el primer saludo, se sienten en la obligación de no parar de hablar, con una locuacidad que parece envolver inseguridad o afán de que los demás no intervengamos, con miedo a que se les quite protagonismo: Camps no me lo pareció, ni entonces ni a lo largo de los años.