ACUERDO COMERCIAL UE-MERCOSUR: La puntilla para el campo europeo

  1. Introducción

La Comisión Europea ha activado la recta final para la ratificación del acuerdo comercial con MERCOSUR. Lo presenta como una gran oportunidad de integración, pero para gran parte del sector agrario europeo —y especialmente el español— se perfila como un golpe serio: competencia desleal, pérdida de soberanía alimentaria y una incoherencia medioambiental difícil de justificar.

¿Qué es MERCOSUR? MERCOSUR es el acrónimo de “Mercado Común del Sur”. Se trata de un bloque de países de América del Sur, cuyo objetivo es facilitar el comercio y la movilidad económica entre sus miembros. En la práctica funciona como una zona de libre comercio dentro de la región y además comparte un arancel común hacia el resto del mundo.

Actualmente, son miembros plenos Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia (que terminó de sumarse en 2024). Venezuela también es Estado Parte, aunque está suspendido desde 2016. Además, hay países asociados como: Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Guyana y Surinam, que participan en menor medida.

2

Estos países tienen un perfil eminentemente agrícola. En el caso de Brasil, se trata de grandes corporaciones agroalimentarias que están expandiendo sus cultivos a costa de la selva amazónica. No en vano, Brasil es el primer exportador mundial de carnes y también de cítricos. El potencial agrícola de MERCOSUR es enorme, lo que convierte a este bloque en una gran oportunidad de negocio para la industria europea.

El problema es que, una vez más, la agricultura europea se convierte en moneda de cambio. Aunque se establezcan salvaguardas y cupos para limitar las importaciones, la realidad es que al aumentar la oferta en el mercado interno, los precios de los productos europeos se hundirán. Y todos sabemos lo que eso significa para agricultores y ganaderos.

  1. Historia de las negociaciones: El sorprendente papel del Presidente Sánchez

Las negociaciones para alcanzar un acuerdo comercial entre la Unión Europea y MERCOSUR no son un chispazo de última hora: arrancaron en 1999 y, desde entonces, han sido una historia de desencuentros, sobre todo porque Europa no estaba dispuesta a asumir el perjuicio para la agricultura y la ganadería ni los daños medioambientales que el Tratado iba a causar.

Con el proceso en vía muerta, el 21 de junio de 2019 el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, olvidando que España es el país más agrícola de la Unión y por ende el más perjudicado por el tratado, remitió una carta al entonces presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, pidiendo “desbloquear” el pacto y acelerar también los de México y Chile. La misiva —adelantada por la prensa y confirmada por Bruselas— situó a España en el grupo de países abiertamente favorables a cerrar el acuerdo.

Ya con Ursula von der Leyen al frente de la Comisión, en mayo de 2021, el Presidente Sanchez reiteró la carta y esta vez la Comisión reactivó los trabajos técnicos y políticos que han desembocado en el relanzamiento actual del proceso. El talante con respecto a la agricultura la ganadería y el medio ambiente ya no contaba.

Tras meses de avances y frenazos, el 6 de diciembre de 2024, en la Cumbre de Mercosur en Montevideo, la Comisión Europea y los cuatro socios sudamericanos anunciaron la conclusión política de las negociaciones. Fue el gesto que faltaba para pasar del terreno diplomático al legal: textos cerrados y el compromiso de llevarlos a aprobación.

  1. Situación Actual: Ratificación

El último paso para la entrada en vigor del acuerdo es la ratificación por parte de los países miembros y la aprobación posterior en el Euro parlamento. Y ese último paso se está dando, el pasado 3 de septiembre de 2025, la Comisión Europea dio luz verde y remitió a los Estados miembros y al Parlamento Europeo los textos legales para arrancar con la ratificación del acuerdo UE- MERCOSUR.

Lo hizo con un doble instrumento: un acuerdo comercial interino (iTA) —para activar cuanto antes la parte estrictamente comercial— y el Mercosur Partnership Agreement (EMPA), que incluye además los pilares de diálogo político y cooperación y sustituirá al interino cuando terminen las ratificaciones nacionales. El plan prevé que el iTA entre en vigor si lo aprueban el Consejo por mayoría cualificada y el Parlamento Europeo por mayoría simple, y que posteriormente el EMPA lo sustituya una vez completadas las ratificaciones nacionales.

¿Por qué dos vías, si el EMPA ya incluye los pasos del ITA? Porque la UE quiere blindar la parte comercial y, para ello, la separa de la cooperación y el diálogo político, que exigirían ratificaciones en los 27 parlamentos nacionales y harían muy improbable su aprobación. De alguna manera el ITA es un atajo legal para asegurarse al menos la parte comercial, de modo que basta la mayoría cualificada del Consejo (55% de Estados que representen el 65% de la población) y el consentimiento del Parlamento Europeo. Así, las disposiciones arancelarias y de acceso a mercados podrían estar operativas antes de que termine 2025, si los plazos avanzan según lo previsto.

Sin embargo, el resultado de la ratificación está lejos de estar asegurado. Varios países han expresado un rechazo frontal —Francia, Austria y Polonia ya han anunciado que votarán en contra— y otros, como Italia, Irlanda, Bélgica o los Países Bajos, mantienen fuertes reservas ligadas al impacto sobre la agricultura y al incumplimiento de estándares medioambientales. En este contexto, la Comisión Europea, con el apoyo decidido de España y Alemania, trabaja activamente para tejer mayorías y disipar las dudas, ofreciendo cláusulas de salvaguarda y mecanismos de freno de emergencia en el sector agroalimentario. Aun así, la división interna de los Estados miembros mantiene abierto el desenlace, y la ratificación sigue siendo incierta.

Posiciones contrarias o criticas de Estados Miembros de la UE ante la ratificación de MERCOSUR (septiembre 2025)

3

A diferencia de otros países, nuestro Gobierno, erigido en principal valedor del acuerdo, lo presenta como un triunfo personal del presidente, ignorando las graves consecuencias para la agricultura española y renunciando a exigir que productos estratégicos, como los cítricos, sean declarados sensibles y protegidos mediante cupos de importación. Lo más indignante es que Pedro Sánchez, mientras se autoproclama adalid de la lucha contra el cambio climático, figura como el mayor valedor para la ratificación de MERCOSUR. Habla de sostenibilidad y emergencias climáticas, pero respalda un pacto que multiplica las emisiones, fomenta la deforestación y condena a la agricultura española a la ruina.

El último trámite es el del Parlamento Europeo, donde el acuerdo requiere únicamente mayoría simple. Y, dado que tanto el Partido Popular Europeo como los Socialistas y Demócratas se han mostrado favorables, es previsible que el texto obtenga el visto bueno, salvo que se produzca una más que improbable revolución del campo que asustara a los políticos

  1. El alcance del acuerdo

Una de las características común todos los acuerdos comerciales que firma la UE es que los firma con países que tienen un salario mínimo interprofesional muy bajo. El salario mínimo en Brasil ronda los 240 euros, en Argentina 264 y en Uruguay apenas 300. Son cifras cuatro veces inferiores a las europeas. Con estas diferencias, nuestras empresas encuentran ventajas inmediatas en producir allí y traer los productos a Europa. Pero eso significa que aquí se destruyen empleos y se vacían territorios rurales.

UE-MERCOSUR no es un acuerdo al uso. Hasta el momento, aunque nos hacen mucho daño, eran acuerdos con países concretos (Turquía, Egipto, Marruecos…) que afectaban a productos concretos (verduras, hortalizas, cítricos, arroz, cereales…), ahora nos enfrentamos a la competencia desleal de un continente casi completo. Además de tratarse de países eminentemente agrícolas, el bloque MERCOSUR, incluyendo a Venezuela y a sus países asociados, reúne un territorio de unos 17,7 millones de km², más de cuatro veces la superficie de la Unión Europea.

La magnitud del problema es clara. MERCOSUR exportará a la Unión Europea, a arancel cero, productos como:

•          Harina y aceite de soja.

•          Girasol y maíz.

•          Frutas: manzanas, peras, cerezas, ciruelas, uvas de mesa, cítricos.

•          Legumbres y frutos secos.

•          Vino y arroz.

•          Carne bovina, aviar y miel.

•          Azúcar y etanol.

En carne bovina, por ejemplo, Brasil —primer exportador mundial— dispondrá de una cuota Hilton de 29.500 toneladas a arancel cero. En carne aviar, la cuota asciende a 180.000 toneladas. En miel, 45.000 toneladas. En azúcar, 180.000. En etanol, 450.000. Una auténtica avalancha de productos que hundirá a nuestros sectores agrícolas y ganaderos.

El caso de los cítricos es un ejemplo claro de la amenaza que supone MERCOSUR para la agricultura española. Brasil, segundo productor mundial de cítricos y primer exportador de zumos de naranja, destina más de 16 millones de toneladas a la industria de transformación. El sector está dominado por un oligopolio de tres gigantes —Citrosuco, Cutrale y Louis Dreyfus— que ahora busca ampliar su mercado en Europa con el nuevo acuerdo.

España, por su parte, dedica alrededor del 20% de su producción de cítricos a la industria de zumos. Con la entrada masiva de zumos brasileños a bajo coste, ese 20% quedará prácticamente arrasado, dejando fuera de juego a miles de productores locales.

A ello se suma Argentina, que exporta cada año entre 135.000 y 200.000 toneladas de cítricos, de las cuales aproximadamente un 57% son limones, un 25% naranjas y el resto (18%) mandarinas y pomelos.

El sector cárnico refleja la misma amenaza que los cítricos. Brasil no solo es el mayor exportador mundial de carne bovina y aviar, sino que además el negocio está en manos de un auténtico oligopolio: JBS, Marfrig Global Food y Minerva Foods, tres gigantes brasileños que figuran en el top ten global de exportadores de carne. Estas multinacionales controlan la cadena de producción, desde la cría hasta la exportación, y cuentan con el respaldo de fondos de inversión internacionales que apuestan por la expansión de sus mercados.

Top 10 Exportadoras de Carne en el Mundo

4

Con el acuerdo MERCOSUR, su acceso al mercado europeo se verá facilitado gracias a cuotas arancelarias privilegiadas para la carne bovina, aviar y porcina. Esto supone una presión insoportable para la ganadería europea, que debe cumplir estrictas normativas ambientales y sanitarias mientras compite con carne producida a bajo coste en explotaciones de gran escala, a menudo vinculadas a la deforestación de la Amazonía.

En definitiva, la entrada masiva de carne de estos tres gigantes no solo arruina a los ganaderos europeos, sino que consolida un modelo agroindustrial que sacrifica sostenibilidad, biodiversidad y seguridad alimentaria en beneficio de un puñado de corporaciones.

Se trata, en definitiva, de una competencia desleal de dimensiones colosales, que no se limita a los cítricos: amenaza a casi todos los sectores productivos españoles —frutas, hortalizas, cereales, carne— y pone en entredicho la supervivencia de nuestro modelo agrícola.

El flujo natural del comercio internacional es sencillo: del país que produce hacia el que carece, o del que lo hace más barato hacia el que lo produce más caro. Pero no nos engañemos: cualquier oportunidad de negocio que exista para un producto cultivado aquí, tarde o temprano acabará trasladándose allí.

  1. Los productos sensibles, los cupos y las salvaguardias

Como hemos visto, algunos países han mostrado reticencias a la ratificación de MERCOSUR. Para intentar disiparlas, Bruselas ha presentado un paquete de salvaguardas “rápidas” para sectores sensibles (vacuno, avícola, azúcar): un sistema de vigilancia reforzada y la posibilidad de suspender las preferencias arancelarias si aumentan bruscamente las importaciones o los precios caen de manera significativa (salvaguardas), unos cupos para productos declarados sensibles, además de un fondo financiero para responder a crisis agrarias.

El problema es que estas medidas suenan mejor en los comunicados que en la práctica. La experiencia con otros acuerdos demuestra que las salvaguardias rara vez se activan, y cuando lo hacen llegan tarde, cuando el daño ya está hecho. Tampoco el colchón financiero compensa las pérdidas estructurales de rentabilidad ni el abandono progresivo de explotaciones. Al final, lo que se presenta como un “mecanismo de protección” funciona más bien como un anestésico político para convencer a los países reticentes, pero sin capacidad real de frenar la avalancha de importaciones a bajo coste.

Un ejemplo claro de la inefectividad de las “salvaguardias” fue el hundimiento de precios por la campaña de cítricos 2018-2019 debido a la sobreoferta provocada por la inundación de cítricos procedentes de Sudáfrica. En plena crisis de precios en España, eurodiputados, la interprofesional de cítricos y las organizaciones agrarias pidieron activar la cláusula de salvaguardia del acuerdo con Sudáfrica. La Comisión admitió que evaluaría el caso, pero nunca llegó a activarla; para cuando se examinan datos y umbrales, la campaña ya ha terminado y el daño está hecho (ventas a 5–15 céntimos/kg). La discusión quedó en preguntas parlamentarias y notas de prensa sin efecto real en el mercado.

Históricamente, la UE solo ha activado salvaguardias en dos ocasiones frente a caídas de precios. La primera fue en 2019, con el arroz procedente de Camboya y Myanmar, cuya entrada masiva hundió los precios en origen; sin embargo, las reclamaciones de los países afectados y de la propia OMC llevaron el caso al Tribunal General de la UE, que finalmente anuló el reglamento por defectos procedimentales y probatorios. La segunda se aplicó al banano de Centroamérica, también en 2019, pero su vigencia expiró sin llegar a convertirse en un instrumento útil para frenar el desplome de precios. La experiencia demuestra que, incluso cuando se activan, las salvaguardias resultan ineficaces o terminan desmoronándose en los tribunales, dejando de nuevo al sector desprotegido.

El propio “fact sheet” de la Comisión (ficha informativa oficial) reconoce contingentes arancelarios (TRQ) para productos sensibles:

•          Vacuno: 99.000 t con arancel del 7,5% (no es libre de arancel), 

•          Aviar: 180.000 t libres de arancel, escalonadas en cinco años.

•          Azúcar: hasta 180.000 t de caña para refinar (libre de arancel dentro de una cuota existente) y 10.000 t para Paraguay.

•          Etanol: 450.000 t libres de arancel para usos químicos y 200.000 t con arancel reducido para otros usos (incluido carburantes).

•          Miel: 45.000 t libres de arancel (cinco años).

•          Arroz: 60.000 t libres de arancel (cinco años).

Todo esto son entradas adicionales (o consolidaciones) en un mercado ya tensionado por costes al alza, burocracia y estándares ambientales crecientes.

  1. La Incoherencia climática y medioambiental

La incoherencia es escandalosa. En Europa se restringen fitosanitarios y fertilizantes, se prohíben transgénicos y se imponen exigencias ambientales cada vez más duras a los agricultores. Pero, al mismo tiempo, se firma un acuerdo con países donde:

•          Se fumiga con avionetas usando productos prohibidos en la UE.

•          Se produce masivamente con transgénicos.

•          Se deforesta la Amazonía a un ritmo alarmante (solo en febrero de 2025 se destruyeron 303 km² de selva).

•          Se autorizan cientos de fitosanitarios vetados en Europa (239 en Brasil solo en 2019).

Lo más indignante es que los mismos políticos nacionales y europeos que nos hablan de sostenibilidad y resiliencia, aquellos que imponen las leyes del Green Deal, del Pacto Verde Europeo, con exigencias climáticas y de biodiversidad buscando la descarbonización de Europa, son quienes, haciendo gala de una hipocresía descomunal, apoyan este acuerdo con MERCOSUR. Un acuerdo que poco a poco irá sustituyendo nuestra producción por importaciones masivas desde los lejanos países americanos, mientras aumentamos la contaminación Global y la desforestación del Planeta.

Se nos habla constantemente de reducir emisiones y de luchar contra el cambio climático, pero mientras tanto se promueve un tratado que traerá alimentos en buques altamente contaminantes. Según la revista “The Guardian” los 15 barcos más grandes del mundo emiten tanta contaminación como 760 millones de vehículos. ¿Cómo se justifica esto en nombre de la sostenibilidad?

Además, la expansión agrícola de Brasil se hace a costa de la Amazonía. La deforestación avanza para dar paso a macrogranjas y monocultivos controlados por fondos de inversión internacionales, no por agricultores locales. Según PRODES (Programa de Monitoreo de la Deforestación en la Amazonía Legal Brasileña), Solo Brasil ha deforestado 118.439 Km2 entre  el 2010 y el 2024, lo que equivale a la superficie de Andalucía y Galicia juntas o la de un país como Grecia.

Mientras la agricultura/ganadería en MERCOSUR crece quitándole espacio a la selva, en Europa se abandonan explotaciones agrarias y ganaderas. Entre los dos últimos censos agrarios del INE (2009-2020) España ha perdido 74.925 explotaciones agrarias (-7,6%) y 73.054 explotaciones ganaderas (–30,1%). Pero la verde Europa mira hacia otro lado Esa hipocresía es inaceptable.

Se olvida que los agricultores y ganaderos europeos ya cumplimos una función ambiental fundamental.

•          Nuestros cultivos captan CO₂.

•          Nuestras ganaderías limpian los montes, reduciendo el riesgo de incendios.

Cuando se arruina al sector, esa labor desaparece. El monte queda abandonado, se acumula combustible y los incendios se vuelven inapagables. En lugar de reforzar este papel, nos asfixian con normativas y abren la puerta a importaciones descontroladas.

Tristemente, durante el pasado mes de agosto, hemos sufrido unos incendios inapagables, que lejos de deberse a ningún cambio climático se deben al abandono de la vegetación por el despoblamiento del mundo rural y la preocupante disminución de ganadería extensiva, fruto —precisamente— de estos acuerdos comerciales de libre comercio y de la asfixia regulatoria que las normativas derivadas del Pacto Verde Europeo ejercen sobre el Sector Primario.

¿De verdad queremos un bosque “salvaje”, atestado de maleza —combustible perfecto para el fuego—, y estamos dispuestos a asumir con nuestros impuestos el coste de sustituir con maquinaria y brigadas el trabajo de limpieza que antes hacían gratis los rebaños, o a pagar el precio aún mayor de que todo arda por abandono?

El contraste no puede ser mayor:

•          Aquí en España, la ganadería extensiva cuida los campos, reduce incendios y respeta estrictas normas sanitarias y ambientales.

•          Allí en MERCOSUR, se arrasan bosques para plantar soja y pastizales. El 63% de la deforestación de la Amazonía se destina precisamente a crear espacio para el ganado.

En Europa se arruinan explotaciones sostenibles; en Sudamérica se premia la destrucción de selva y la producción intensiva bajo estándares muy inferiores.

7. ¿A quién beneficia y a quien perjudica el tratado?

El acuerdo con MERCOSUR no está diseñado para apoyar ni a los agricultores ni a los ciudadanos europeos. Los verdaderos beneficiados son las grandes multinacionales y los lobbies internacionales, que encuentran en este pacto un filón para ampliar mercados y aumentar beneficios. Entre ellos destacan las corporaciones y oligopolios agroalimentarios que controlan la producción en Sudamérica (p. ej., el del zumo de naranja en Brasil, dominado por tres gigantes), los fondos de inversión que buscan colocar sus productos y servicios, y sectores tan poderosos como el automovilístico, la industria farmacéutica y química, las telecomunicaciones, la banca, la energía y los seguros. 

¿Y qué obtiene el ciudadano europeo —y en particular el español— a cambio? A corto plazo, quizá un abaratamiento de algunos productos. Pero a medio y largo plazo, el resultado es devastador: deslocalización de empresas hacia países con salarios cuatro veces inferiores a los europeos, pérdida de empleo y de recaudación fiscal, competencia imposible para nuestros agricultores, y una merma progresiva de la seguridad alimentaria. El abandono del campo se traduce en un mayor riesgo de incendios y, al final, en precios más altos cuando los productores locales ya no puedan sostener su actividad.

¿Y quienes pierden? Obviamente el productor europeo (especialmente pequeñas y medianas explotaciones) por precios hundidos y costes regulatorio-ambientales más altos. También van a perder los consumidores, por el riesgo de dependencia exterior a medio plazo y el deterioro del tejido agroalimentario local. Y por último el territorio, por la pérdida de actividad que cuida del medio rural y previene incendios.

La pregunta es brutalmente sencilla: ¿Estamos dispuestos a sacrificar una alimentación segura, de calidad y de proximidad para depender de productos que no cumplen los estándares europeos, cosechados verdes para soportar semanas de tránsito, con menos sabor y valor nutricional, mayor huella de carbono y el coste añadido de vaciar nuestro medio rural?

Pues estas son las consecuencias sociales, que todos vamos a sufrir, de unos acuerdos comerciales indecentes, formulados, firmados y votados por políticos que actúan como enemigos de la sociedad a la que deberían servir.

  1. Sanidad Vegetal y Seguridad Alimentaria: El riesgo de las plagas

A todo esto se suma un peligro sanitario: las plagas. El 84% de las detecciones de plagas en Europa provienen de productos importados desde MERCOSUR. Entre ellas:

  • La mancha negra.
  • La congrosis.
  • El HLB, una bacteria letal para los cítricos.

En Sudamérica estas plagas se combaten con fitosanitarios prohibidos en Europa y con fincas enormes tratadas de forma masiva. Aquí, sin esas herramientas, somos mucho más vulnerables. De hecho, el vector que transmite el HLB, la trioza erytrae, ya está presente en Canarias, en Galicia y en la fachada atlántica luso-galaica el sureste peninsular. Y el producto más eficaz contra ella, el clorpirifos, también está prohibido en la Unión Europea.

  1. ¿Qué podemos hacer los agricultores españoles?

La respuesta es clara: movilizarnos. No podemos quedarnos de brazos cruzados, esperando a ver qué ocurre en el Consejo o en el Parlamento Europeo. Cuando el tratado esté ratificado, será demasiado tarde: la ruina de muchos agricultores y ganaderos será un hecho.

Es imprescindible presionar a los europarlamentarios y exigir a los partidos que se posicionen en contra de la ratificación. También debemos salir a la calle, organizarnos y visibilizar el problema. Pensar que “no se puede hacer nada” o que “el acuerdo ya está firmado” solo favorece a quienes impulsan MERCOSUR. Gracias a esa pasividad, nuestro presidente se siente cómodo defendiendo el tratado sin asumir ningún coste electoral.

El ejemplo de Francia demuestra que la movilización funciona. Allí los agricultores se han movido con fuerza contra MERCOSUR y han conseguido que su gobierno anuncie un voto negativo. Además, Francia defendió sus intereses durante la negociación, logrando incluir una larga lista de productos sensibles con cupos de importación que protegen a sectores estratégicos de su agricultura.

En España, en cambio, ocurrió lo contrario. Fue nuestro propio presidente, Pedro Sánchez, quien reactivó las negociaciones en 2019 y firmó el acuerdo sin exigir que nuestros cítricos —producto estrella de la agricultura española— fueran considerados sensibles. No se fijó ningún cupo para protegerlos, a pesar de que ya están castigados por la competencia feroz de Marruecos, Turquía, Egipto o Sudáfrica.

Y aquí surge otra crítica ineludible: ¿dónde están los sindicatos agrarios? ¿Dónde están ASAJA, COAG, UPA o Unión de Uniones? Hasta ahora permanecen en silencio como si no ocurriera nada. Los agricultores independientes quieren luchar, pero sin recursos ni apoyo masivo no arrastran a la gente suficiente. Hace falta una presión enorme, organizada y constante, como la que han ejercido los franceses, si queremos que nuestros gobernantes rectifiquen y que España deje de entregar su agricultura a cambio de un tratado desigual.

Si el campo no se mueve, MERCOSUR pasa. Si el campo se mueve, MERCOSUR se frena.

  1. Conclusión: no ratificar MERCOSUR

Ante este panorama, la conclusión es inequívoca: si queremos proteger a los agricultores, evitar la despoblación rural y mantener la seguridad alimentaria, no se debe ratificar MERCOSUR.

Firmar este tratado sería entregar el futuro de nuestra agricultura a grandes corporaciones y oligopolios, mientras destruimos nuestras explotaciones familiares.

  • Víctor Pascual Viciedo Colonques es Presidente de la Associació de Llauradors Independents Valencians (ALIV)