Descristianizar la nación

No, no todo es, en los espíritus, tranquilidad, paz, serenidad, calma, placidez. También hay desasosiego, inquietud, desvelo, preocupación.

Ya es cosa sabida que los temores van, sobre todo, a lo que pueda suceder con el asunto de la educación, el aborto, la familia y diversas otras cuestiones morales y trascendentes. Se teme que las leyes, futuras leyes, abran paso o den facilidades a una relajación de las costumbres, desconocida hasta ahora en nuestro pueblo, y que se inicie o inaugure una nueva época religioso-moral para peor.

Se atribuye a algunos periódicos y a algunos semanarios la intención manifiesta o evidente de descristianizar la nación. Recientemente escribía uno de nuestros obispos:

«Es claro que la libertad de expresión no siempre engendra una real libertad. Sin duda la libertad de expresión la disfrutan y la ejercen quienes poseen los medios públicos de expresión. Nos inundan con lo que quieren.

Oltra decide, Puig preside

Tiene razón Mónica Oltra, vicepresidenta del Consell y consellera de Igualdad –y portavoz-, cuando afirma que el tripartito resiste y está “a prueba de bombas”, porque el tripartito depende de ella: lo sabe, ejerce y lo hace saber con frecuencia, y los demás también lo saben, incluido el propio Ximo Puig, que es president porque Oltra se lo permitió, tras un “tira y afloja” en que hizo valer el apoyo de Podemos para ser ella la presidenta. ¿Por qué cedieron Oltra y Montiel la presidencia? Es algo complejo, pero bien sabe Puig que lo será mientras ella quiera, y mientras tanto Puig ha cumplido su anhelado deseo de ser president, después de haber trabajado codo con codo durante años con el president Lerma: su sueño cumplido.

“Podemos” es un volcán en ebullición

Podemos está en ebullición permanente, un volcán reciente en la política española que, si hubiera cedido en algunos postulados radicales, ahora nos estaría gobernando junto con el PSOE de Pedro Sánchez y partidos independentistas.

En el PSOE no le dejaron a Pedro Sánchez ejecutar esos planes alocados, y menos mal, como se viene comprobando por la evolución que experimenta el partido de Pablo Iglesias. Aglutinar sólo por la rabia y el odio antisistema a un conglomerado de personas y sectores sociales tiene demasiados riesgos, como estamos comprobando, llámese populismo o radicalismo de izquierdas.

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