Un beso por derecho
Corren tiempos convulsos para la escala de valores, para los principios. No pretendo negar los conflictos generacionales, que siempre han existido. Quién no recuerda alguna desavenencia con sus progenitores por cuestiones tan importantes como el pelo largo o los pantalones campana. Supongo que mis padres también mantuvieron con los suyos sus más y sus menos. No son esos los valores a los que me refiero. ¡Ojala fueran esos nuestros problemas más acuciantes!
La escala en la que centraré estas líneas es esa otra que todos conocemos. Me refiero a esa especie de software de fábrica que todo ser humano, quiero pensar, trae de serie. No es necesario que traiga llantas de aleación ni ruedas de perfil bajo. El modelo básico, en su microprocesador elemental, tiene grabadas unas elementales normas de conducta que le permiten discernir, por sí solo, cuando actúa conforme al derecho natural y cuando no. Algunos lo identificamos con la conciencia.