La tensión de ser cristiano

cristianismoEl cristiano necesita saber qué actitud ha de tomar ante los hombres y ante la vida, porque de la actitud deriva siempre la calidad del comportamiento. Pero no todos tienen una idea clara sobre tan importante cuestión. Sin duda alguna, la actitud del cristiano no puede ser otra que la presentada en el Evangelio; pero ¿cuál es en concreto? ¿Qué implica pensar y sentir según el espíritu de Cristo? La cuestión es más profunda y compleja de lo que se supone, porque el Evangelio, en su aparente simplicidad, nos prescribe dos actitudes ante la vida, cada una de las cuales parece negar a la otra: la radicalidad y el espíritu de comprensión. No hallamos esto en las doctrinas humanas.

Las adolescentes preocupan

Las adolescentes preocupan a toda la sociedad en estos momentos. Es una edad crucial, de habitual rebeldía, de descubrimiento humano, de inicio de afirmación de la personalidad, y por eso siempre ha habido en los adolescentes elementos de fluctuación, que preocupan a familias, docentes y ámbitos diversos de la sociedad.

Dos hechos elevan la preocupación actual: los comas etílicos entre las adolescentes y su renuncia a denunciar la violencia machista. Algo grave está pasando, y no sería justo atribuirlo a las adolescentes únicamente, sino a quienes intervienen en su formación y desarrollo, especialmente las familias.

Elogio del silencio

He de reconocer que estas líneas están inspiradas en un viaje reciente de Valencia a Madrid, en el vagón de “Silencio” del AVE. En ese tiempo de 100 minutos, da tiempo para pensar, escribir, leer o, quien lo desea, descansar sin más.

Una cultura que se caracteriza por el ruido, la velocidad y la prisa parece pedir, cada vez más, un espacio mayor para el silencio. El éxito del vagón del AVE es una prueba.

Hace años, leí un pensamiento que me hizo mella: el ruido no hacen bien, y el bien no hace ruido. Pienso que no es una defensa del ostracismo ni el aislamiento social, sino una consideración que pide un espacio propio para el silencio en la vida de todas las personas, y no sólo de poetas o artistas que insisten en la necesidad de tener ocasión de disfrutar del silencio, para reflexionar e inspirarse, en casa, en la playa, en el monte o en cualquier lugar, porque el silencio puede estar… hasta en el AVE.

La civilización decadente (4ª parte)

El signo más claro de la decadencia moral de una sociedad es la decadencia de sus ideales, y tal parece ser la actual situación de las sociedades de Occidente. Ese aparente dinamismo, esos cambios bruscos en las ideas y en las costumbres que todos experimentamos no son signo de vida y de crecimiento, sino de todo lo contrario. Pocos se paran a meditar sobre tan formidable cambio social, y es muy importante que lo hagamos. ¿A dónde vamos, qué horizonte vamos a encontrar tras la implacable destrucción de principios y de costumbres? Las revoluciones destruyen para construir de nuevo; pero si sólo nos ofrecen en recambio un horizonte vacío, hemos de concluir que nos llevan al suicidio. Porque es esto lo más importante a la hora de juzgar el tan traído y llevado «progreso» de nuestra sociedad: se puede progresar hacia arriba, hacia una superación histórica, y se puede progresar hacia abajo, hacia la muerte por inanición del espíritu.

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