CASTILLA Y EL MAR. Un sueño imposible
Castilla, en mi infancia conocida como Castilla la Vieja, siempre fue una tierra áspera y dura pero de cielos claros y altos. Miguel Delibes decía que si los cielos de Castilla eran altos era porque los habían levantado los castellanos de tanto mirarlos. En esta tierra, no hace tanto tiempo, casi todo dependía del cielo. Para hacerlos germinar y gozar sus frutos el labrador o el ganadero necesitaba, además de su trabajo, la complicidad de la nieve, la lluvia e incluso de las heladas. Cuando todos estos elementos confluían de forma coordinada la fértil tierra, que la hay y en grandes extensiones, correspondía al esfuerzo dando grandes cantidades de cereales y lana, por citar lo más significativo.