Engaños y desengaños
Dice Gracián que “entramos en la vida engañados y salimos de ella desengañados“, y así es, en verdad, porque esta triste experiencia la tenemos todos los humanos y es la principal lección que nos enseña el paso de las cosas y de los años. Las ilusiones tienen vida corta, y aunque se suceden unas a otras con mucha facilidad, la mayor parte de ellas están destinadas a desaparecer, o en el mejor de los casos, a perder la fuerza que antes tenían por el desengaño que ineludiblemente nos viene del conocimiento de los hombres y de la vida. Pero esta experiencia universal nunca debe llevarnos a un pesimismo derrotista, sino, más bien, a un sabio realismo: el desengaño nos hace ver qué podemos esperar o no esperar de los hombres, dónde está la verdad y dónde la mentira, y cómo debemos orientar nuestra vida en orden a realizar un bien perdurable que no dependa de engañosas ilusiones.