Jóvenes con el Papa
El pasado domingo me encontraba con unos amigos tomando unos refrescos en la terraza de un bar. Entre los temas de conversación, salió a relucir la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, el millón y medio de jóvenes que acudieron de los cinco continentes a la cita con el Papa Francisco. Hablando de “la sofá-felicidad” que el Papa denunció en la vida de muchos jóvenes, con un itinerario que parte del sofá, prosigue con los videojuegos y continúa con el ordenador. El Papa había dicho que muchos jóvenes confunden la felicidad con un sofá, una comodidad que adormece a los jóvenes, en vez de trazarse un futuro con ideales y comprometiéndose más en la sociedad.

Ayer 1 de Agosto, comencé el día con varios whatsapp sobre la paz en el mundo.. Europa está preocupada por la paz, pero las noticias de Oriente Medio en Siria e Irak, son devastadoras desde hace mucho tiempo. El Papa Francisco ha afirmado que hay más mártires ahora que en los primeros tiempos de la Iglesia y lloró cuando supo que habían crucificado a cristianos en Siria.
Entre las cuestiones de nuestro tiempo que más invitan a la reflexión, se ha de señalar, sin duda, la ausencia de Dios en la mente y vida del hombre postmoderno en la sociedad de consumo. Por primera vez en la historia, una sociedad, la nuestra, vive sin apenas referencia alguna a Dios en lo que podemos calificar como un ateísmo práctico. El término es acertado, porque una inmensa mayoría de gente cree en la existencia de Dios, sea por educación recibida, sea por propia reflexión, pero esta débil creencia apenas tiene trascendencia en sus vidas: creen en Dios, pero viven como si Dios no existiera. A pesar de que grandes masas de gentes, en el siglo veinte, han vivido bajo regímenes totalitarios que han impuesto un ateísmo feroz y militante, todavía es mayoritaria la proporción de creyentes en Dios en nuestro mundo.

En la sociedad actual, muchos piensan que no es correcto el querer expresar con firmeza y sinceridad nuestros pensamientos y convicciones; como si nos costara decir sí o no a respuestas y opiniones importantes y trascendentes de los demás. Con frecuencia, o somos excesivamente sumisos, guardando silencio ante hechos reales que nos imponen y que por respeto humano silenciamos nuestra opinión. Otras veces en cambio, admitimos distintas interpretaciones de un hecho para dar la sensación sin quererlo, de disimulación, incertidumbre o ambigüedad al ocultar nuestras verdaderas creencias.