La alienación, digamos severa, que sufre nuestra juventud, supone la aceptación, sin resistencia, de un estado de cosas que les excluye directamente de la vida laboral y en general no les da oportunidad alguna para desarrollarse como personas, sin que esto, sorprendentemente, produzca reacción o rechazo alguno en ellos, sin que les parezca extraño ni antinatural; convirtiéndose, en consecuencia, a ojos vista, en una especie de mendigos modernos que incluso se visten como tales, y creen ir a la moda imitando a éstos, con ese decadente estilo “clochard” consistente en pantalones rotos y desgastados, chaquetas viejas, todo ello aderezado con autolesiones corporales tales como tatuajes, piercings, anillos, tintes de pelo de colores inimaginables… y utilizando patinetes para desplazarse, como colegiales… con sus mochilitas al hombro y los “cascos” puestos.