Ya hemos mencionado en anteriores capítulos los intereses existentes en hacer desaparecer la agricultura española, y más concretamente, la radicada en Levante, Murcia y Almería; pues no en vano suponen el 70% de las exportaciones que se reciben en Centroeuropa. La tesis que aquí se mantiene es que uno de los medios para conseguirlo es el clima.
Y tal y como hemos visto, el control del clima por métodos artificiales, la geoingeniería, requiere de tenacidad, de una gran inversión, dinero público que pagan los contribuyentes (sin saberlo, claro); vuelos diarios, productos químicos específicos, una acción intensiva, militares profesionales, pilotos, mecánicos… y no sólo esto, también distintos tipos de científicos: químicos, expertos en meteorología; funcionarios… en una palabra, mucha gente; evidentemente, demasiada como para pretender que al final no se produzcan filtraciones.