Humanizar las tragedias
Las tragedias humanas, los sucesos, ocupan buena parte de los medios de comunicación, con frecuencia abriendo un informativo o en la portada de un diario. El “éxito” que tienen en audiencia y lectores parece justificar su amplia cobertura, pero por eso mismo se requiere un esfuerzo especial para humanizar este tipo de acontecimientos, y hasta poner en entredicho que sean lo más importante para un medio de comunicación. Desde luego, no lo son para quienes pensamos que la información debe ayudar a dignificar a la persona, recogiendo la realidad que más ayuda a las personas, huyendo del sensacionalismo y buscando la calidad de la información siempre.
He hecho la prueba más de una vez. En un bar o en casa, las noticias sobre política o economía interesan más o menos, pero cuando la televisión informa de un accidente o de algún suceso los presentes dejan de conversar o de hacer lo que están haciendo, para prestar atención al suceso. Puede ser un caso de violencia doméstica, un tiroteo, un asesinato, un naufragio, un ahogado, un accidente. También he comprobado que noticias de interés humano y heroísmo altruista captan tanto o más la atención.
Viudez anticipada
No sé de teatro. Solo me considero un espectador más aunque, en estos momentos, desearía ser un influyente crítico.
Mi única vinculación activa con el arte escénico se remonta a cuando tenía quince y dieciséis años. Durante el entonces llamado bachillerato superior, intervine con algunos compañeros de colegio en la representación de dos sainetes de Pedro Muñoz Seca –El cuatrigémino y El contrabando-, ambos adaptados para personajes masculinos, dado que la enseñanza en ese centro era exclusivamente para chicos.
En la “temporada” siguiente, se establecieron lazos entre los colegios de Escolapios y La Consolación, se formó un grupo mixto e interpretamos El médico a palos de Molière, en el salón de actos del colegio de la avenida de Lidón. En versión “valenciana”, con El metge a garrotades, participamos en el concurso dels XIII de Villarreal.
Simultáneamente, el que subscribe formaba parte del grupo La Bolanchera, integrado en la Asociación Internacional de Teatro para la Infancia y la Juventud. Disponíamos de las instalaciones que la Sección Femenina tenía ubicadas en la avenida Hermanos Bou, para los ensayos. Estrenamos en el Teatro Cine Sindical, la obra musical “Ploff, el zapatero perezoso” y también, nos desplazamos con los decorados en la baca de un microbús, llegando hasta Pego en la provincia de Alicante, donde actuamos en la plaza del pueblo.
Autocrítica socialista
La necesidad de que los socialistas, tanto a nivel autonómico como a nivel estatal, lleven a cabo una autocrítica profunda es evidente. Los malos resultados electorales de los últimos meses y años, la aparición en el panorama político español de “Podemos” y los cambios sociales que ha experimentado España han convencido, como no podía ser de otra manera, a los líderes y los electores socialistas de que tienen que llevan una profunda autocrítica.
Probablemente, si esa autocrítica la hubiera llevado a cabo antes, con más visión a corto, medio y largo plazo, ahora no sería tan urgente. Pero es que ahora es de una urgencia inaplazable, por el bien del propio PSOE y hasta por el bien de España, porque, como decía un líder valenciano, “el PSOE ha pasado de ser un partido histórico a ser histérico”.
Toda institución está obligada, si quiere responder a la evolución social y política, a llevar a cabo autocrítica, de modo permanente. Es el reconocimiento de que nada es inamovible en el terreno cambiante de la política, y el que no cambia –“agua que no corre se pudre”, decía un oriental– se puede llevar un batacazo de dimensiones impredecibles.