Discapacitados maltratados

Más de 6.000 discapacitados valencianos no han cobrado su sueldo en todo el año 2017, y más de 200 todavía no han recibido lo que en justicia les corresponde por su trabajo en 2016. Están, lógicamente, más que indignados contra el Consell, porque su sueldo lo abonó el Gobierno central a finales de 2016. Se ha sabido casi coincidiendo con el Día Internacional de los Discapacitados, celebrado el pasado 3 de diciembre.

Trabajan en unas 130 empresas que tienen un cupo de personas discapacitadas para trabajar, y para ello reciben fondos del Estado. ¿Cómo es posible tamaña injusticia, no sólo apelando a la solidaridad, sino a la estricta justicia? ¿Cómo es posible que todavía el Consell no haya explicado qué ha pasado con ese dinero, destinado o no a otros fines, sin destinarlos a lo que esas personas se merecen por su trabajo, por su dignidad, por ellos y sus familias?

Valor acreditado

1.- Se llamaba Joaquín Albornoz Giner. Desde los cuatro o los cinco años padecía una terrible enfermedad degenerativa de los huesos llamada fibrosis displásica. El mantener un vaso lleno de agua entre las manos o una simple rozadura del brazo contra un objeto sólido, podía causarle una grave fractura. De hecho sufrió muchísimas a lo largo de su vida. El recordado doctor Massotti le operó más de veinte veces. En algunos momentos de su vida, las escayolas fueron tan naturales en él como la misma piel. Su enfermedad fue estudiada en Madrid y en la Clínica Universitaria de Navarra. Con el fin de proteger la columna vertebral le insertaron una varilla en la espalda. Todo inútil. Este vía crucis existencial se agravó con la muerte de su madre durante los primeros síntomas de su enfermedad. Menos mal que el buen Dios en tan dramáticos momentos, puso a su lado a un Ángel llamado Mercedes Giner –hermana de su madre- que lo cuidó y mimó como a un bebé durante treinta años.

Morir por unos tirantes españoles

Víctor Laínez ha sido asesinado en Zaragoza por llevar unos tirantes con la bandera de España. Algunos dirán que es sólo la acción de un loco, pero a mí me parece que es una peligrosa punta de iceberg.

Quien mató a Víctor ya había dejado tetrapléjico a un policía en Barcelona y cumplido condena. Su violencia tiene ya una trayectoria, basada en el odio, que siempre es cobarde.

El odio busca anular, eliminar, excluir a quienes son odiados. Me resisto a adjudicarle el calificativo de “antisistema”, pues es un delincuente. Si ser antisistema es sinónimo de licencia para delinquir sistemáticamente e incluso matar, tendremos que ir pensando no utilizar ese término, que ampara delitos de ocupación de viviendas, amenazas e insultos, todos ellos constitutivos de delitos que figuran en el Código Penal.

El caso de Victoria Gillick

Victoria Gillick es una madre de familia inglesa que defendió durante años el derecho de los padres a la educación sexual de sus hijos, frente a determinados programas del Gobierno inglés. Estos son algunos jalones de su historia, que cuenta en Relato de una madre, Col. Testimonios, Rialp, 1990.

“…Yo tenía algunas sospechas acerca del modo en que la Asociación de Planificación Familiar había intentado terciar en el debate del Ayuntamiento por medio de la carta enviada por su Administrador, Stephen Dalton. El Dr. Michael Busch le había echado encima un poco de agua fría, pero a mi no me convencieron las flojas respuestas que, en aquel momento, dio a mis preguntas.

La muerte de la verdad

Como ocurre con las grandes palabras que se invocan cada día en nuestro mundo, la verdad es destruida por los mismos que dicen defenderla, no conscientemente, sino por los muchos prejuicios y pasiones que condicionan la visión real y objetiva de las cosas. Es humano equivocarse y caer en el error, y este es el mal que está en la base de todos los demás males morales que padecemos, porque ningún bien puede hacerse si no es en la verdad y con la verdad. El mal de las equivocaciones lo vemos cada día en las relaciones de las personas, pero los atentados más graves a la verdad se producen en las ideas y opiniones que circulan en el ámbito público, como son los medios de comunicación, los movimientos sociales y culturales, o la política; es aquí, en lo que podemos llamar “el mundo”, donde se produce la muerte de la verdad a escala planetaria y cuyas consecuencias afectan muy directamente a la vida de los individuos. Los enemigos de la verdad que actúan en el mundo son muchos y se pueden identificar con estas características:

Catalanes ante el 21-D

El CIS pronostica una participación récord el 21-D, pues hay un 85% de encuestados que aseguran que votarán con toda seguridad. La movilización va a ser máxima, y es que anda mucho en juego.

En Cataluña se están sufriendo las consecuencias de la locura secesionista. A todos los niveles: en el empleo, en el turismo, en la economía, en inversiones, en todo. Difícil es que un catalán se mantenga al margen el 21-D, con la ocasión que brindan las urnas de que el sentido común vuelva, que el “seny” reaparezca.

Algunos piensan que lo de Cataluña, tarde o temprano, acabará en independencia. Yo no pienso igual. Tal vez es útil recordar a quienes preveían que el País Vasco se independizaría, y ya vemos que no ha sido así, y ha ido cayendo el independentismo vasco, así como el terrorismo de ETA, que lo preconizaba. Al menos no hay ese tipo de terrorismo en Cataluña, aunque sí lo hay en forma de violencia esporádica y de un clima de convivencia que para muchos es irrespirable.

Rodillo Marzá de nuevo

El conseller Marzà llegó con unas prioridades muy conocidas a la Consellería, y no deja de insistir. El polémico decreto plurilingüe fue aparcado tras nueve recursos en los tribunales y numerosas protestas en las calles de la Comunidad Valenciana. Quería imponer el valenciano, y sigue queriendo hacerlo, ahora con más prisa incluso por la proximidad de las elecciones autonómicas, dentro de menos de año y medio.

Si el totalitarismo es pernicioso, sumemos ahora las prisas, y es más que peligrosa la mezcla explosiva, pues las prisas son malas consejeras, y en educación hay que pensar muy bien los cambios, escuchar a los padres, profesores y sindicatos, sin hurtar en ningún momento el debate. La educación debería ser una materia en que una amplia mayoría esté de acuerdo, sin vaivenes constantes según el partido político o partidos que gobiernan, pero es un deseo que Marzà no comparte: él quiere imponer el rodillo, no escuchar.

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