El mal del pecado
Como la sombra que acompaña al que camina a la luz del sol, el mal, en sus distintas manifestaciones, es inseparable de la vida humana, tanto individual como colectivamente. El hombre es el único ser de la creación que entra en la vida llorando, pues la primera manifestación del bebé que sale del vientre de su madre es el llanto. ¿Es ello la más clara prueba de que su destino es el sufrimiento?… El mal que sufrimos los humanos es de dos clases, el físico y el moral, y ambos superan nuestra capacidad de comprensión y de control. No comprendemos ni podemos controlar el mal físico de las numerosas enfermedades que padecemos, el sinsentido de los desastres naturales que causan miles de víctimas, los accidentes innumerables que acompañan a la actividad humana. Y tampoco logramos comprender y controlar los genocidios causados por las guerras absurdas, las crueles opresiones e injusticias de unos hombres sobre otros, las infinitas maldades causadas por el interés y egoísmo humano.

Ayer 1 de Agosto, comencé el día con varios whatsapp sobre la paz en el mundo.. Europa está preocupada por la paz, pero las noticias de Oriente Medio en Siria e Irak, son devastadoras desde hace mucho tiempo. El Papa Francisco ha afirmado que hay más mártires ahora que en los primeros tiempos de la Iglesia y lloró cuando supo que habían crucificado a cristianos en Siria.
Entre las cuestiones de nuestro tiempo que más invitan a la reflexión, se ha de señalar, sin duda, la ausencia de Dios en la mente y vida del hombre postmoderno en la sociedad de consumo. Por primera vez en la historia, una sociedad, la nuestra, vive sin apenas referencia alguna a Dios en lo que podemos calificar como un ateísmo práctico. El término es acertado, porque una inmensa mayoría de gente cree en la existencia de Dios, sea por educación recibida, sea por propia reflexión, pero esta débil creencia apenas tiene trascendencia en sus vidas: creen en Dios, pero viven como si Dios no existiera. A pesar de que grandes masas de gentes, en el siglo veinte, han vivido bajo regímenes totalitarios que han impuesto un ateísmo feroz y militante, todavía es mayoritaria la proporción de creyentes en Dios en nuestro mundo.