Historia

Señera de dos barras del Tratat d'Almirra, los blaveros y Sentandreu (y V)

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Y volvemos a la Real Señera coronada sobre azul y su primera imagen pintada

Como decía, en la década de los 80 visité archivos y bibliotecas por España, Francia, Italia y Portugal, donde tenían documentación sobre la enseña. La del pergamino de París era la que me provocó más emoción. Inédita, nadie había dicho una palabra sobre ella y, aún menos, reproducido para que el pueblo comprobara que el fondo azul de la corona no era un añadido de algún funcionario madrileño de la administración decimonónica o —como divulgaban los progres del 1970—, un símbolo falangista. Igual que sucedió con la leyenda castellana de la barras, la imagen de esta Real Señera la han reproducido sin citar quien la descubrió; y, la verdad, no tiene ninguna gracia que uno se subvencione de su bolsillo viajes, hoteles y demás gastos para que otro, en su casa, se apropie de lo ajeno. Mi intenció era que nosotros, los valencianos, tuviéramos argumentos científicos, y no folclóricos, para desmentir la aplastante producción de libros, revistas y panfletos donde se repite lo adoctrinado por Joan Fuster y Pere Mª Orts sobre la señera.

No es casual que este testimonio se custodie en París. Si estuviera en España quizá el azul habría mutado, milagrosamente, en negro. La joya se conservaba en el santuario humanístico de la Bibliothèque Royale que, en 1368, ordenó instalar Charles V en una torre del Louvre. A esta colección áulica, que más tarde generaría la actual Biblioteca Nacional de París, vino a parar el pergamino que contiene la primera representación de nuestra Senyera Real coronada sobre azul. Especialistas como el italiano Almagia, el francés Destombes o el español Rey Pastor apuntaron fechas entre el 1400 y 1410, pero todo sugiere que sería del 1380 o 90, al ostentar aún las dos barras de la primitiva señal real. El manuscrito contiene topónimos valencianos e informa de las banderas de Portugal, Castilla y León, Inglaterra, Imperio Germánico y Reino de Valencia. No eran enseñas municipales, como dicen los anexionistas. Precisamente las dos últimas, la alemana y la valenciana, han resistido mejor en su cromatismo el paso de los siglos.

Señera de dos barras del Tratat d'Almirra, los blaveros y Sentandreu (IV)

La curiosidad me impulsó a viajar en busca de documentación sobre la señera que, según Fuster y Pere Mª Orts, habría sufrido el incremento del azul por parte de ignorantes ediles en tiempos modernos. Lo hallado fue sorprendente. Procedentes de colecciones reales y de la nobleza europea se conservaban imágenes de las antiguas señeras valencianas. En el mundo del lepisma saccharina, entre incunables y manuscritos, me percaté de otros engaños de los expansionistas, como la historia catalana de la barras de sangre de Wifredo el Velloso. El cuento era repetido por anexionistas que lavaban el cerebro a los niños valencianos. Casualmente, analizando un incunable descubrí que era copia de una leyenda castellana referida a la toma de Córdoba, en 1236.

Señera de dos barras del Tratat d'Almirra, los blaveros y Sentandreu (III)

El deporte progresista del desprecio al blavero

En San Juan de Alicante, cuando yo tenía el pelo negro en 1985, un engreído director de oficina bancaria que se dedicaba al arte de Luís Candelas, me dijo: 'Yo puedo perder mi prestigio si me ven con usted por la calle”. Nos dirigíamos a la exposición sobre la Real Señera organizada por mis alumnos. El hombre conocía las reglas del juego: él podía robar y repartir migajas en subvenciones a catalanistas, siendo respetado; ahora bien, si cedía una sala de la entidad a un blavero ¡puf, la que se podía armar! De hecho, salimos en El Temps de Eliseu Climent y lograron que la exposición no se celebrara en varios pueblos de la provincia de Alicante (Hubo una periodista independiente, Mercedes Pérez Ruzafa, que arriesgó su carrera al publicar en Información planas enteras sobre esta exposición. Siempre la recordaré agradecido).

Señera de dos barras del Tratat d'Almirra, los blaveros y Sentandreu (II)

Aunque invisibles para los ideólogos del Camp de Mirra, hay imágenes de Jaime I en fechas cercanas al Tratat d'Almirra en 1244 y, lo más interesante, con la heráldica de dos barras que exhibía el monarca en actos solemnes. Al ser códices ejecutados bajo la observación de los reyes, si en el Camp de Mirra existiera voluntad de respetar la realidad documental, las dos barras del siglo XIII debieran reflejarse en la indumentaria de Jaume I; pero las intenciones, lamentablemente, son políticas y no culturales.

En las miniaturas de las Cantigas aparece el retrato de Jaume I, obra coetánea del monarca, realizada por deseo de Alfonso el Sabio, el mismo que firmó el Tratat d'Almirra junto a Jaume I, que acabaría siendo su suegro. El rey castellano supervisó personalmente la realización del manuscrito, datado hacia el 1260, y el autor del códice fue fidedigno en la plasmación heráldica del conquistador: dos barras, aunque en grandes banderolas o vestidos de los escuderos se observen desde tres a veinte barras, efecto del mismo horror vacui que hacía repetir castillos y leones en superficies semejantes.

Un tren para Coimbra

1.- Antonio de Oliveira Salazar. Doctor en Economía Política. Catedrático de la Universidad de Coimbra, la segunda Universidad más antigua de Europa. En el año 1926 fue nombrado ministro de Finanzas. Con este motivo exigió al presidente de la República portuguesa las necesarias garantías para aplicar su programa económico a la maltrecha economía. En el supuesto de que el Presidente no aceptara su programa “se volvería a su Cátedra de Coimbra en el primer tren que saliese”. La frase hizo fortuna en los ambientes políticos. Suele aplicarse en los casos de ciertos nombramientos políticos donde los candidatos, por su situación profesional y personal, en cualquier momento, pueden abandonar la actividad política sin que ello les suponga ningún tipo de lesión personal o familiar. En una palabra, sus espaldas económicamente están bien cubiertas y sin agujeros lesivos.

Felipe V, un buen rey denostado por el victimismo separatista actual

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Tal día como hoy en 1683 nace Felipe V, el primer borbón español.

Mi esperanza de ver alguna vez una España unida, donde todos los españoles, de verdad seamos iguales  y nos rijamos por las mismas leyes, sin las desigualdades que genera el carísimo  Estado de las Autonomías, hace que este Rey, que terminó con la caótica España de los fueros y que hoy manipulan a su conveniencia las aspiraciones nacionalistas, que surgen por todos los territorios españoles, me resulte positivo para la historia de España, y todo ello a pesar de la sangre derramada en la guerra de Sucesión, de la que no fue responsable, ya que el verdadero heredero del Reino de España era él, por así haberlo deseado en testamento el fallecido Carlos II.

La CEDA gana las elecciones generales de 1933: ¿Por qué no gobernó?

El 19 de noviembre de 1933, en España durante la Segunda República, se celebraron elecciones generales. Con el desprestigio del gobierno y tras la disolución de la coalición republicano-socialista que había sustentado al gobierno de Manuel Azaña, el presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora decidió la disolución de las Cortes elegidas en junio de 1931 y convocar elecciones generales. Una de las características más importante de estas elecciones es que por primera vez votaban las mujeres (Sufragio Universal). La victoria fue en primera ronda para el partido de José María Gil Robles, CEDA, de tendencia derechista. La segunda, el 3 de diciembre, refrendaría el triunfo de las derechas. ¿Pero si ganó la CEDA, por qué no gobernó? 

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