ALFONSO GRAÑA

Quién ha pasado a la historia con este nombre, realmente se llamaba Ildefonso Graña Cortizo; nació en la aldea de Amiudal, parroquia del municipio de Avión, en la provincia de Orense, el 5 de marzo de 1878 y murió en Datem del Marañón, Perú, en el 1934.

Y ha pasado a la historia por ser protagonista de un hito inverosímil: Su suerte y sus habilidades lo convirtieron en Alfonso I, rey de los jíbaros.

La epopeya de Alfonso Graña tiene lugar en unos momentos concretos, principios del siglo XX,  en los que la pobreza y las enfermedades que castigaban amplias zonas de Galicia forzaron una emigración masiva. Graña, contando dieciocho años, embarcó con destino a Brasil, de donde se trasladaría  a Iquitos, en Perú, para ganarse la vida como cauchero. Mala decisión, porque en esos momentos la competencia del caucho asiático arruinó la industria en Iquitos. 

LA DISCIPLINA DE VOTO

Es frecuente que en los medios de comunicación aparezca algún político con mando en plaza disertando con ocasión de alguna votación en el Congreso o el Senado, sobre la disciplina de voto. Hablan de ella como si fuera el oráculo de Delfos, en el sentido de que no es ni discutible ni cuestionable. No se dan cuenta que esa postura es de lo más antidemocrático que puede darse en un sistema que se basa  precisamente en la libertad de voto. 

Debo ser corto de miras, por no decir algo peor, pues no alcanzo a comprender como es posible que el ciudadano pueda defender su postura de manera individual, es más, cambiarla en función de su personal criterio, y sus señorías solo dispongan de la libertad de equivocarse, cuando lo hacen.

La calle

En 1976, el entonces Ministro de Gobernación Fraga Iribarne afirmó ingenuamente que la calle era suya. El siguiente medio siglo demostró día a día que no tenía razón ya que la calle pasó a ser dominio de la izquierda tanto cuando ostentaba el poder como, especialmente, cuando no lo hacía. Baste recordar a modo de ejemplo la violencia desatada ante la sede del PP en 2004 que cambió el signo del voto y el resultado electoral, como la famosa “alerta antifascista” proclamada por el entonces líder de Podemos.

En realidad la calle debe ser de todos siempre que se utilice civilizadamente. En la calle se puede andar, correr, descansar; se puede  expresar la aprobación o descontento de la marcha del pais; podemos manifestarnos o movilizarnos pacíficamente y siempre dentro de las normas legales, sin interrumpir el tráfico ni alterar el orden público.

Contra la amnistía sin violencia

La amnistía negociada entre Pedro Sánchez y los independentistas es una aberración intolerable. Es lógico y necesario que la sociedad se manifieste y se posicione: es un asunto muy grave, para el presente y para el futuro.

Seguirá habiendo muchas concentraciones o manifestaciones, y son necesarias. Sin embargo, no han de ser violentas. Treinta y nueve heridos, de los que veintinueve son policías. Resulta casi paradójico que los policías pidan la dimisión del delegado del Gobierno en la Comunidad de Madrid por las órdenes desproporcionadas, y a la vez sean los más perjudicados por la violencia de ciertos grupos ultras.

Estos días abundan informaciones confusas y hasta contradictorias. Como siempre, es útil preguntarse a quién beneficia que haya violencia en estas manifestaciones: beneficia a Pedro Sánchez, para intentar comparar y compensar la violencia independentista, y acusar al PP y Vox de alentarla ahora.

Amnistía vergonzosa

Pablo Motos, en ‘El Hormiguero’, lo dijo muy claro. Afirmó que, por primera vez, sentía vergüenza de ser español a causa de la amnistía pactada por Pedro Sánchez y los independentistas, para que logre la investidura el actual presidente en funciones. Motos subrayó su ya larga trayectoria periodística, como punto de referencia para calibrar este sentido máximo de vergüenza nacional, o de la gran mayoría de los españoles, porque está claro que, si está avanzando, es porque varios partidos la desean o la toleran.

L’Algemia Valenciana (VI). LA CONTINUÏTAT (IX)

Vista l’abundant comunicacio oral present en la Cronica del rei en Jaume, comprovada la varietat d’interlocutors i l’absencia d’indicis de problemes de comunicacio, hem de parlar breument de la comunicacio per escrit, en concret, de les “cartes” creuades durant les negociacions i d’aquelles en les que es plasmaven els acorts de capitulacio.

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