Tres bombas contra la familia
La celebración del Día Internacional de la Familia, el próximo día 15, merece alguna consideración sobre la familia. La mayoría reconocemos que es muy importante, la institución básica de la sociedad, y a la vez es frecuente una diferente concepción, unos aceptando que está muy amenazada y debilitada –evito la expresión “crisis” a propósito, por demasiado utilizada y no siempre bien entendida-, y otros hablando de una hipotética evolución moderna que quiere anular pilares básicos.
La familia genera muchos debates. Hay quien habla de ella como algo idílico, o incluso utópico a la vista de la realidad.
La visión antropológica que cambia el concepto natural –“natural”, no “tradicional”- de familia, la devaluación del matrimonio y el desprecio del compromiso son tres auténticas bombas demoledoras para la familia.
No soy pesimista, ni por modo de ser ni a la hora de escribir sobre esta cuestión: es una realidad que veo por muchos lados, y la ceguera ante la realidad no es optimismo, sino infantilismo, debilidad o inmadurez para afrontar los problemas.
Tal como está la familia, en España y en nuestra cultura occidental y hasta mundial en algunos factores, se exige una reacción. Lo más cómodo para no hacer nada es recluirse en “mi familia” y pensar que es un islote preservado, cuando en realidad vivimos en una sociedad interconectada y hasta por solidaridad hemos de preguntarnos qué se puede hacer.