El ateísmo práctico

el ateismo practicoEntre las cuestiones de nuestro tiempo que más invitan a la reflexión, se ha de señalar, sin duda, la ausencia de Dios en la mente y vida del hombre postmoderno en la sociedad de consumo. Por primera vez en la historia, una sociedad, la nuestra, vive sin apenas referencia alguna a Dios en lo que podemos calificar como un ateísmo práctico. El término es acertado, porque una inmensa mayoría de gente cree en la existencia de Dios, sea por educación recibida, sea por propia reflexión, pero esta débil creencia apenas tiene trascendencia en sus vidas: creen en Dios, pero viven como si Dios no existiera. A pesar de que grandes masas de gentes, en el siglo veinte, han vivido bajo regímenes totalitarios que han impuesto un ateísmo feroz y militante, todavía es mayoritaria la proporción de creyentes en Dios en nuestro mundo.

Lo menos malo para el PSOE

Soy de los que piensan que lo menos malo para el PSOE es abstenerse y permitir que Rajoy gobierne, así como suena. Lo piensa mucha más gente, incluidos muchos militantes y líderes socialistas. En este caso, la abstención del PSOE beneficiaría a los propios socialistas, al PP y al conjunto del país: parece contradictorio, hasta rocambolesco, pero así hemos llegado a la determinación de evitar una tercera convocatoria electoral ¡que puede producirse!

Si hubiese una tercera convocatoria en las urnas, la abstención aumentaría. Se palpa un hartazgo y un hastío en la sociedad, en votantes de todos los partidos políticos, ya mareados sobremanera por programas, promesas, declaraciones contradictorias en un breve espacio de tiempo, pactos impregnados de personalismo, ofertas de gobierno donde prima el “ego”. Uno de los partidos que perdería votos y escaños en unas hipotéticas terceras elecciones sería el PSOE, por su división interna constante y por no facilitar que haya un Gobierno ya. También Ciudadanos perdería escaños; Podemos, una incógnita.

La ambigüedad

La peor decisión es la indecisión”. (Benjamín FRANKLIN).

indecisiónEn la sociedad actual, muchos piensan que no es correcto el querer expresar con firmeza y sinceridad nuestros pensamientos y convicciones; como si nos costara decir sí o no a respuestas y opiniones importantes y trascendentes de los demás. Con frecuencia, o somos excesivamente sumisos, guardando silencio ante hechos reales que nos imponen y que por respeto humano silenciamos nuestra opinión. Otras veces en cambio, admitimos distintas interpretaciones de un hecho para dar la sensación sin quererlo, de disimulación, incertidumbre o ambigüedad al ocultar nuestras verdaderas creencias.

La honrada ambición

ambiciónLa honrada ambición es noble, útil y necesaria”. Así nos lo explicaba un joven teniente del arma de Infantería a los jóvenes reclutas del Regimiento “España 18” de Bétera. El significado magnífico y excelente de la honradez en la vida de los hombres.

La honrada ambición, para aquel joven teniente experto como el que más en las modernas técnicas de combate, pero escasamente dotado para la erudición filosófica y filológica, significaba de la manera más simple, hacer todas las cosas rematadamente bien (sic) con el fin de conseguir los objetivos profesionales propuestos en nuestras vidas. No valían las zancadillas, ni las trampas, ni los engaños.

La sociedad permisiva

Desde hace unas décadas, la permisividad moral en las sociedades democráticas aparece como un proceso imparable y acelerado. Se permite todo o casi todo en nombre y defensa de la libertad humana: ya no hay límites, porque nuestra idea de la libertad no quiere tenerlos, y ya no hay escándalos, porque lo impúdico es público y se ha convertido en algo normal. La eliminación de barreras no sólo se da en el ámbito de la sexualidad, sino que se ha extendido a toda clase de comportamientos, por inmorales y detestables que ellos sean. En esta revolución de costumbres, el principio es “prohibido prohibir”, famoso grito de la revuelta de estudiantes en el mayo francés del sesenta y ocho. Las prohibiciones del puritanismo victoriano de finales del siglo diecinueve han dado paso a las permisiones de la sociedad consumista del siglo veinte, y hoy estamos asistiendo a un verdadero desbordamiento de las malas costumbres cuya fuerza nadie puede contener.

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