Y van dos plenos de investidura

En estos días de primeros de septiembre en los que se está celebrando el segundo pleno de investidura en seis meses, he de reconocer que los historiadores estamos siendo muy solicitados. Todos quieren conocer nuestra opinión, saber si se ha dado la misma situación en algún tiempo o en alguna parte del mundo civilizado.

Y si a nuestra situación personal de licenciados en Historia Contemporánea unimos la de interesados en política y colaboradores activos con el sistema democrático como interventores, apoderados o miembros de una mesa electoral en pasadas elecciones, no podemos poner un pie en la calle sin que, en el mejor de los casos, nos pregunten por la grave situación que estamos atravesando y, en el peor, seamos objeto de bromas con un cierto grado de ironía sobre dónde y cómo vamos a pasar las fiestas de Navidad.

La Civilización decadente (3ª parte)

Cuando se reflexiona detenidamente sobre lo que está ocurriendo en nuestra sociedad, a la que calificamos como “sociedad del progreso”, la impresión que se recibe es de desconcierto, porque nadie sabe a dónde vamos, ni siquiera los que se declaran profetas de la modernidad. Es tal el deterioro de costumbres y tan desconcertantes las ideas que circulan, que todos los límites quedan rebasados por la profundidad y extensión del fenómeno social que nos envuelve. Porque ya no se trata de simples cambios generacionales, sino de rupturas drásticas con todo lo establecido, y con el signo de haber perdido el sentido del límite, ya que todo es posible, incluso lo más disparatado. En este contexto de disolución universal, los principios del bien y del mal, de lo verdadero y de lo falso, han perdido su sentido como orientación de la vida, y hoy sólo se valoran y se juzgan las cosas como “democráticas” o “antidemocráticas”, sustituyendo la calidad de una acción por la cantidad de sus partidarios.

La abstención de seis diputados

Espero, deseo y ojalá no me equivoque que, al final, no iremos a las terceras elecciones porque habrá una abstención de 6 diputados, para que Rajoy sea presidente.

Con 170 votos a favor –los del PP, Ciudadanos y Coalición Canaria-, sólo falta que haya 6 abstenciones, antes de ir a unas elecciones, y desde luego es previsible que no las tenga tampoco este viernes.

Con las miradas y las presiones de todo tipo al PSOE, es una incógnita lo que puede suceder, pero confío que no lleguemos a unas terceras elecciones en diciembre. La división en el PSOE es una realidad, entre el “no es no” de Pedro Sánchez y los barones territoriales que tienen responsabilidad de gobierno, que no están dispuestos a prorrogar la situación actual.

He ahí una diferencia radical entre los socialistas: los que tienen responsabilidad de gobierno y los que no, como es el caso de Pedro Sánchez, que antepone su deseo de llegar a la Moncloa con casi cualquier solución y haciendo sufrir todo lo que pueda a Rajoy, al que volvió a decir ayer en el Congreso que “no es de fiar”.

Marzá la lía

El conseller de Educación, Vicent Marzà, ha liado hasta niveles insospechados la conflictividad en materia educativa. La “gota” que colma el vaso de agua es la decisión de no conceder becas a los alumnos de universidades privadas, recurrida por la Universidad Católica de Valencia y suspendida cautelarmente por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana.

La consecuencia es conocida: paralizadas las 10.000 becas que se concedían a universidades públicas y privadas, y de las que el 7% correspondían hasta este año a los de universidades privadas. En estos momentos, decenas de miles de familias y alumnos no saben si tendrán beca o no, lo cual incide directamente en la decisión de iniciar o continuar los estudios universitarios.

La sociedad decadente (II parte)

AI reflexionar sobre la sociedad actual —sus problemas, su comportamiento, su talante—, la impresión que experimentamos es de desconcierto, pues no alcanzamos a comprender lo que sucede y por qué sucede. Nos desconcierta la brutal crisis económica que padecemos, pero no es menos desconcertante la crisis de valores y de instituciones que no parece tener límite, pues en nuestra sociedad ya todo es posible, hasta lo más aberrante. Los cambios son tan radicales y tan acelerados, que lo que creíamos más sólido y estable en la configuración moral del ser humano —piénsese en la familia, por ejemplo— se destruye con suma facilidad. Y estos cambios destructivos no obedecen, como antaño, a ninguna ideología revolucionaria, tal como ocurrió en la revolución liberal o marxista.

Servicios públicos eficaces

Quiero referirme en estas líneas a dos servicios públicos en particular, como son la prevención contra el mosquito-tigre y el cuidado de los montes, para prevenir incendios y la ya clásica “gota fría”. Pero también quiero expresar lo que, en mi opinión, está en boca o en la mente de la mayoría de los ciudadanos, que como contribuyentes queremos una calidad de los servicios públicos, que a veces se da y otras veces no se da. Como contribuyentes, tenemos deberes pero también derechos. Las diversas administraciones públicas son “servicios”, que no es lógico percibir con pasividad, sino exigiendo, sugiriendo, colaborando y, si es el caso, pidiendo las indemnizaciones por las deficiencias.

La Iglesia Católica ¿un estorbo?

No nos engañemos. Ha sido así desde el principio. La Iglesia Católica es un estorbo para todos aquellos que tienen una cosmovisión totalitaria de la sociedad y les molesta que otros puedan competir en un espacio libre y con las solas armas de la fe, de la razón y de la palabra.

Cuando el pueblo judío opta entre Jesús y Barrabás, no lo hace entre un profeta y un vulgar y peligroso delincuente La opción opera –según ellos- entre un molesto agitador que puede socavar los cimientos políticos y espirituales del pueblo judío y un carismático caudillo nacionalista, “un combatiente de las resistencia” contra la opresión romana, como dice el papa Benedicto XVI en su interesante libro titulado “Jesús de Nazaret”. El mismo origen semántico de la palabra Barrabás confirma la tesis expuesta por el papa (Bar-Abbas, quiere decir “hijo del padre”, una denominación típicamente mesiánica).

Suscribirse a RSS del Club de opinión Jaime I y de estudios históricos