¿Un nuevo orden mundial?
Sin remontarnos a tiempos lejanos y a un mundo dominado por imperios como el mesopotámico, helénico, romano; español, francés o británico, entramos en la edad contemporánea y en el siglo XX con un orden mundial que se ha regido, después de las dos grandes guerras -que muchos politólogos consideran fue tan solo una que se extendió desde 1914 hasta 1945- por las normas recogidas primero por la Sociedad de Naciones y más tarde por la Organización de Naciones Unidas (ONU).
La importancia de la Carta de la ONU radica en su propósito de universalidad y de incluir, por lo tanto no solo al mundo occidental -Europa, Estados Unidos y Australia- sino también al resto del mundo, es decir, a Asia, África y Sudamérica.
De este modo, países de cultura milenaria como China, Japón, Corea, India e Indochina aceptaran las normas acuñadas para el mundo entero y están dispuestos a asumir junto con la vieja Europa y las superpotencias del momento, unos propósitos y principios que ya entonces tendían a ser utópicos confundiendo deseos con realidades.