Opinión

Rajoy o Iglesias

El Debate a 4 del pasado lunes por la noche respondió a lo que se espera el 26-J, con una reiteración en las encuestas que deja poco margen de dudas –aunque las encuestas, encuestas son, no lo olvidemos, incluida la del CIS– y plantea dos opciones de gobierno en España: Mariano Rajoy o Pablo Iglesias. Y la imagen de un Pedro Sánchez abatido. Los cuatro líderes se adaptaron a esa perspectiva, incluido Pedro Sánchez, que asumió su rol de “acompañante” de alguien, pero lamentándose una y otra vez de no haber sido presidente del Gobierno por la postura de Podemos. Sánchez estuvo triste, lento, descolocado, tal vez muy consciente de su tren.

Según qué medio de comunicación se “visualiza”, el ganador del debate es Rajoy o Iglesias. El perfil de los lectores de cada medio puede ser determinante, o la movilización internauta de los dos partidos en liza, el PP y Podemos. En lo que coinciden los medios de comunicación coinciden es que Pedro Sánchez es el que peor estuvo, el perdedor sin paliativos.

Mestizaje cultural

Mi padre, una vez terminada la guerra civil, se dedicaba al comercio frutero. Solía vender en los pueblos vecinos de la provincia de Valencia (las dos algimias, Torres Torres, Estivella, Albalat dels Taronchers, etc) los productos inapreciables de la vega segorbina y en los pueblos citados compraba en rama la excelente uva moscatel que revendía en el mercado de Segorbe. Con este motivo le acompañé varias veces. Aquellos viajes me descubrieron a otros valencianos, con los que mi padre mantenía relaciones muy cordiales, que hablaban una lengua distinta a la nuestra. Una lengua entrañable, familiar, afectiva.

Mi padre, aunque conocía medianamente bien el valenciano, hablaba siempre en castellano. Sus amigos de Torres Torres o de Estivella, utilizaban el valenciano o el castellano, según las veces. Sin problemas. Todo en un clima de normalidad. Fenómeno que se sigue repitiendo actualmente. Tengo amigos entrañables que siempre me hablan en valenciano y yo siempre les contesto en mi lengua natal. Como entonces, en un clima de normalidad. Sin problemas.

Campaña contra Cañizares

Cardenal CañizaresEl cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, está sufriendo una campaña desproporcionada, inaudita, por sus palabras en defensa de la familia, de la doctrina de la Iglesia. La presidenta del PP valenciano, Isabel Bonig, la ha calificado como “impropia”, defendiendo la libertad de expresión del prelado para defender unos valores, como otros lo hacen al defender los suyos.

El PSPV promovió una reprobación institucional en las Cortes, aunque me parece que no lo ha hecho por iniciativa propia, sino para contentar a sus socios de gobierno, una vez más. La presión puede haber venido de Mónica Oltra, vicepresidenta y consellera de Igualdad, que por la materia que ha tratado el arzobispo puede haber soliviantado a la consellera de Igualdad, mucho más radical que los socialistas. Compromís y Podemos han “cargado” contra Cañizares.

Derecha e izquierda: Dos idearios contrapuestos

En cualquier sociedad democrática, la preferencia de la mayoría de los ciudadanos se canaliza normalmente hacia los partidos políticos de derecha o de izquierda, en cuyos contrapuestos idearios ven representadas sus convicciones. Tan importante llega a ser este ideario, que ser de derecha o ser de izquierda define a las personas, marca sus diferencias, y puede producir incluso graves confrontaciones sociales, como ocurrió en la guerra civil española.

El desafío de la libertad de enseñanza

La libertad de enseñanza se presenta hoy como una de las libertades más urgentes. Se trata de un derecho natural de la persona con perfiles claros. Su contenido se puede definir en pocas palabras: “Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos”, como proclama la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, promulgada por la ONU en 1948. Existe libertad de enseñanza allí donde los padres pueden ejercer este derecho; no existe allí donde se les impide ejercerlo.

Cuando se implanta la escuela única –el uniformismo estatal– es evidente que no se está respetando este derecho humano fundamental. Si todo es lo mismo no se puede elegir.

Gracias a la libertad de enseñanza, los distintos colegios pueden establecer su propio proyecto educativo, es decir, un conjunto de ideas coherentes que impregnan la enseñanza.

La libertad de enseñanza es también la garantía del pluralismo social. Toda estatalización supone siempre un monopolio contradictorio a la idea de pluralismo.

La presencia de los católicos en la vida pública

Los católicos trabajamos para mantener a nuestras familias y pagamos nuestros impuestos para mantener las estructuras de nuestro Estado. Somos gente corriente y muy normal, como la mayoría de los españoles. Y como la mayoría tenemos nuestras propias creencias y nuestras convicciones, nuestros derechos y nuestros deberes y también nuestras propuestas para la solución de los graves problemas de nuestro tiempo. No queremos privilegios ni los pretendemos. Detestamos la intolerancia. Pero es evidente que defenderemos nuestra fe con nuestro ejemplo, con nuestra palabra y con nuestro voto. Pese a quién pese y se oponga quien se oponga. No tenemos ninguna añoranza por volver a las catacumbas.

El voto del dolor

Las elecciones generales del 26-J están teñidas por el dolor, la rabia, el sufrimiento o el cabreo de los españoles, por la dureza que seguimos viviendo a causa de la crisis económica y una corrupción política sin precedentes en España, que al propio Rajoy le parece una “pesadilla”.

Millones de españoles indignados, que buscan sufrir menos tras las elecciones. Peligroso: de una crisis no se sale sin sufrimiento. Casi idéntica situación que la que propició los resultados del 20-D, por lo que esta nueva convocatoria tiene ese ingrediente, al que se suma el espectáculo bochornoso de los intentos de algunos partidos para gobernar casi a cualquier precio. Ahora, tanto Albert Rivera como Pedro Sánchez calman a los votantes afirmando que no habrá una tercera convocatoria, que habrá Gobierno tras los resultados del 26-J, a la vez que con ese mensaje pretenden captar más votos –o conservar los obtenidos – para su propia formación política, señalando como culpables el inmovilismo de Rajoy y la radicalidad de Pablo Iglesias.

Marzá en la diana

Si algún conseller ha logrado movilizar e indignar a los ciudadanos en estos pocos meses de gobierno de PSPV-Compromís –con el apoyo de Podemos-, sin lugar a dudas es el conseller de Educación, Vicent Marzà. No es motivo, precisamente, de orgullo ostentar ese récord, sino todo lo contrario. Marzà, un joven maestro castellonense, llegó con unas ideas muy prefijadas a la Consellería, y en el programa electoral de Compromís estaba muy claro: potenciar la enseñanza pública y otorgar a la concertada el papel de subsidiaria.

Lo que sucede es que muy pocos votantes se leen con calma los programas electorales, y no carecen de fundamento, porque luego se comprueba con frecuencia que no se cumplen los programas, invocando razones o simplemente pactando lo contrario. Pero Compromís “se está pasando de frenada”.

Europa y la Virgen María

europa mariana1.- Me comentaba aquel veterano piloto de la compañía aérea “Iberia” –un piloto civil que conservaba el espíritu militar aprendido en la Academia de San Javier- que sobrevolar todos los días las viejas tierras de Europa suponía una reafirmación de su fe en la Virgen María, inculcada por sus padres en su alma de niño y confirmada desde la libertad en su condición de persona adulta. Desde los cielos, todos los días tenía la grata ocasión de saludar a la Virgen en cientos y cientos de advocaciones que los europeos a través de los siglos le habían dedicado en ermitas, iglesias, catedrales, santuarios, en las ciudades de lustre o en las pequeñas villas ignoradas que la habían elegido como patrona.

“Podemos” y Pedro Sánchez

Las referencias de Podemos a Pedro Sánchez y a la inversa merecerían un estudio exhaustivo, pues ofrecen todo tipo de ofertas, invitaciones y descalificaciones. Y ante el 26-J no podía ser menos.

Una gran duda es la credibilidad de Pablo Iglesias y la de Pedro Sánchez, ambos con la pretensión de llegar a ser presidente del Gobierno, de un gobierno de izquierdas, pero en el que difícilmente hay puntos de encuentro, salvo el de echar al PP.

Tras las elecciones del 20-D, la insólita propuesta de Pablo Iglesias de ser vicepresidente del Gobierno presidido por Sánchez, reclamando unas áreas ministeriales concretas, queda para el recuerdo bochornoso de lo que es pura negociación política. El tercer partido pretendía imponer un gobierno, que luego se comprobó inviable.

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