Santiago Abascal decidió el pasado jueves romper los pactos de gobierno con el PP en cinco comunidades autónomas y el apoyo en una sexta, Baleares. Motivo alegado: los 347 menas, menores no acompañados, que es una excusa circunstancial.
Casi todo el mundo pensaba que era una amenaza para asustar. No parecía motivo suficiente, y menos a un año escaso de haber logrado esos pactos, que ya de por sí fueron laboriosos. Pero algunos, conociendo a Abascal y su modo totalmente vertical de dirigir Vox, por si acaso ya empezaron a preparar un “plan B” si llevaba a cabo su amenaza.
Si en algo coinciden los que pertenecen a Vox, a cualquier nivel, es que “todo se decide en Madrid, y Madrid es Abascal”. Desde luego, la democracia interna en los partidos políticos deja mucho que desear, pero en Vox es alarmante, ha sido alarmante y, para muchos, un motivo para no entrar o alejarse de Vox, porque no se escucha ni a los votantes ni a los dirigentes.