La nueva nobleza
Cuentan las crónicas que estaba la reina Isabel la Católica reunida con sus consejeros más próximos, al objeto de designar para un importante puesto en la corte, a la persona más adecuada al efecto. Para ello habían elaborado una terna de nombres para que la soberana eligiera. En dicha terna había dos candidatos pertenecientes a sendas familias de rancio abolengo. El tercero en discordia era un hombre de origen humilde pero con una preparación y competencia fuera de toda duda. La reina, en sus reflexiones preliminares se inclinaba por uno de los dos con apellido ilustre. Aducía para ello, precisamente, su noble origen como garantía de su buen hacer. Ante esa postura, uno de sus consejeros, Hernando del Pulgar, que sin duda había leído a Gómez Manrique, le dijo a la soberana:
- Señora Dios hizo hombres, no linajes.
No conforme con eso, Hernando del Pulgar prosiguió: