Existe un juego de azar, conocido como “la ruleta rusa”, consistente en introducir un proyectil en una de las recámaras del tambor de un revólver, darle un enérgico movimiento de giro a este tambor y, cuando se detiene ese movimiento, entregar el revólver al jugador a quien le toca el turno, el cual pondrá el cañón del arma sobre su cabeza, oprimiendo a continuación el gatillo, de modo que si, ha tenido suerte, y la recámara que contiene el proyectil no ha quedado alineada con el cañón, se librará de recibir un balazo en su testa. En caso contrario, se volará la tapa de los sesos. Como vemos, la cosa es muy sencilla.
El tambor de un revólver suele tener entre seis y nueve recámaras, dependiendo del calibre del arma.
Un juego de tales características, como es natural, y dada la naturaleza humana, con toda seguridad generará un sustancioso negocio, basado en las apuestas, de las cuales, una parte importante, irá a parar al bolsillo del jugador, o de sus herederos.