EL ATAQUE A LA IGLESIA
La nueva religión globalista, promovida por la ONU, es dogmática y dictatorial. Por ejemplo, el nuevo dogma no quiere ni oír hablar de la existencia de Dios. Solo este hecho nos debería hacer pensar un poco. Tampoco quiere naciones. Prefiere que la gente sea apátrida, pobre e inculta.
En el último año, Cáritas Diocesana ha gastado solo en España nada menos que 386 millones de euros ayudando a gente sin hogar, a inmigrantes, a parados, a familias desestructuradas. Su labor ha llegado nada menos que a 2.856.986 millones de personas. Sin embargo, el poderoso y sublime principio de la caridad cristiana es despreciado por la nueva religión, de forma que esta incomparable y titánica labor no cuenta.
Sabido es de todos que la Iglesia Católica defiende la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Considera al matrimonio como uno de los Sacramentos. Y entiende, inteligentemente, que, defendiendo esa unión, su indisolubilidad, protege a la familia: el lugar en el que se desenvuelve la vida en unos términos propicios para su desarrollo, estabilidad, seguridad y confianza. Lo más cercano que conocemos como civilización. Un marco estable para que los hijos se eduquen y crezcan felices y fuertes.
El problema es que la familia también molesta. Le da fuerza al hombre, cuando desde la nueva religión global se le quiere débil y desamparado. De forma que se promueve el divorcio casi como una necesidad.