Opinión

Internet con sentido común

En nuestra cultura digital actual, donde internet es imprescindible para muchas tareas y que ofrece tantas posibilidades, es preciso reconocer su abuso, incluso generando conductas patológicas o adictivas.

Basta recordar situaciones tan pintorescas como unos amigos tomando unas cervezas en una terraza, y todos utilizando el móvil casi sin parar en vez de dedicarse a conversar, que teóricamente es lo que se suele hacer cuando se queda con amigos. O la escena familiar tan repetida en que casi todos los miembros de una familia miran el whatsapp, el último detalle de la última noticia, envían compulsivamente sms o mails, o incluso se espera a que alguno se incorpore a comer o cenar porque está en su habitación o en otro lugar de la casa atareado con el móvil, la tablet o el ordenador.

Sembradores de odio

Sabe inocularlo como nadie. Por lo que vamos sabiendo al chico -a Pablo Iglesias- la vocación revolucionaria le viene de casta. Tuvo la ocasión de hacer prácticas de agitación social en la Venezuela de Chaves y de Maduro. Tan entusiasmado quedó de su experiencia bolivariana que esos dos caudillos del pueblo hermano se han convertido en dos iconos irrenunciables y referenciales de su imaginario marxista. Tan entusiasmados están con los experimentos chavistas y maduristas que ahora intentan aplicarlos con la irracionalidad del odio en una de las naciones más industrializadas y socialmente más avanzadas del mundo, pese a la crisis que, en parte, nos dejó en herencia su admirado Zapatero.

HACE DOS VERANOS, INGENTES MUCHEDUMBRES DE GENTE JOVEN Y OTROS NO TAN JÓVENES, LLENARON NUESTRAS PLAZAS. LA FANTASIA IMAGINATIVA DE CIERTOS PERIODISTAS COMENZARON A IDEALIZARLOS. ERAN LOS NUEVOS ROBIN HOUD QUE VENIAN A TRAERNOS LA IGUALDAD SOCIAL Y EL PAN Y EL TECHO PARA TODOS. ERAN LOS INDIGNADOS. LOS SANTAMENTE INDIGNADOS..

El futuro de Ciudadanos

El futuro de Ciudadanos es incierto, más de lo que parece. No es sólo una impresión mía, sino la opinión de bastantes miembros todavía del partido político que lidera Albert Rivera, y de otros que, en poco tiempo, han pasado de militantes o promotores de Ciudadanos a desencantados e incluso exmilitantes.

Entre algunos exmilitantes, el calificativo es que es un partido muy verde, desorganizado y sin estructura de partido, lo cual es un diagnóstico que, a buen seguro, estará analizándose en el seno de Ciudadanos, por parte de alguien, aunque algunos apuntan que ni siquiera eso.

El liderazgo en un partido político es importante, pero en Ciudadanos parece que el líder, Rivera, es él, está sin equipo y sin confianza en las organizaciones municipales y autonómicas, lo que lleva a un considerable número de contradicciones, falta de coordinación y, según dicen algunos exCiudadanos, desconcierto dentro del partido.

Esperando en Urgencias

Tuve que acompañar el pasado lunes a un amigo a Urgencias, por indicación de su médico de cabecera. Llegamos al Hospital General de Castellón, único hospital que tiene servicio de Urgencias – ¿con 180.000 habitantes el lógico que sólo exista este servicio en un único hospital?-, a las 10 de la mañana, y salíamos con el alta médica a las 10 de la noche.

El propio médico de cabecera tuvo la amabilidad de llamar al 112, pidiendo una ambulancia. Tardó en llegar algo más de media hora. En este caso, no era necesaria mayor prontitud, pero me asusta pensar que suceda en casos de mayor urgencia. La primera medida del traslado a Urgencias plantea una duda práctica, pues lo mejor hubiera sido coger un taxi.

Villa Victoria

“Villa Victoria, los lenguajes ocultos”, la novela que Víctor Vázquez presentó hace 25 años, tuvo un recuerdo especial el pasado viernes en Benicàssim, en un entrañable acto que se celebró en el jardín de Villa Elisa. Una tarde-noche típicamente veraniega, con un paseo marítimo abarrotado que parecía sumarse al acto cultural que se celebraba a escasos metros.

Y van dos plenos de investidura

En estos días de primeros de septiembre en los que se está celebrando el segundo pleno de investidura en seis meses, he de reconocer que los historiadores estamos siendo muy solicitados. Todos quieren conocer nuestra opinión, saber si se ha dado la misma situación en algún tiempo o en alguna parte del mundo civilizado.

Y si a nuestra situación personal de licenciados en Historia Contemporánea unimos la de interesados en política y colaboradores activos con el sistema democrático como interventores, apoderados o miembros de una mesa electoral en pasadas elecciones, no podemos poner un pie en la calle sin que, en el mejor de los casos, nos pregunten por la grave situación que estamos atravesando y, en el peor, seamos objeto de bromas con un cierto grado de ironía sobre dónde y cómo vamos a pasar las fiestas de Navidad.

La Civilización decadente (3ª parte)

Cuando se reflexiona detenidamente sobre lo que está ocurriendo en nuestra sociedad, a la que calificamos como “sociedad del progreso”, la impresión que se recibe es de desconcierto, porque nadie sabe a dónde vamos, ni siquiera los que se declaran profetas de la modernidad. Es tal el deterioro de costumbres y tan desconcertantes las ideas que circulan, que todos los límites quedan rebasados por la profundidad y extensión del fenómeno social que nos envuelve. Porque ya no se trata de simples cambios generacionales, sino de rupturas drásticas con todo lo establecido, y con el signo de haber perdido el sentido del límite, ya que todo es posible, incluso lo más disparatado. En este contexto de disolución universal, los principios del bien y del mal, de lo verdadero y de lo falso, han perdido su sentido como orientación de la vida, y hoy sólo se valoran y se juzgan las cosas como “democráticas” o “antidemocráticas”, sustituyendo la calidad de una acción por la cantidad de sus partidarios.

La abstención de seis diputados

Espero, deseo y ojalá no me equivoque que, al final, no iremos a las terceras elecciones porque habrá una abstención de 6 diputados, para que Rajoy sea presidente.

Con 170 votos a favor –los del PP, Ciudadanos y Coalición Canaria-, sólo falta que haya 6 abstenciones, antes de ir a unas elecciones, y desde luego es previsible que no las tenga tampoco este viernes.

Con las miradas y las presiones de todo tipo al PSOE, es una incógnita lo que puede suceder, pero confío que no lleguemos a unas terceras elecciones en diciembre. La división en el PSOE es una realidad, entre el “no es no” de Pedro Sánchez y los barones territoriales que tienen responsabilidad de gobierno, que no están dispuestos a prorrogar la situación actual.

He ahí una diferencia radical entre los socialistas: los que tienen responsabilidad de gobierno y los que no, como es el caso de Pedro Sánchez, que antepone su deseo de llegar a la Moncloa con casi cualquier solución y haciendo sufrir todo lo que pueda a Rajoy, al que volvió a decir ayer en el Congreso que “no es de fiar”.

Marzá la lía

El conseller de Educación, Vicent Marzà, ha liado hasta niveles insospechados la conflictividad en materia educativa. La “gota” que colma el vaso de agua es la decisión de no conceder becas a los alumnos de universidades privadas, recurrida por la Universidad Católica de Valencia y suspendida cautelarmente por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana.

La consecuencia es conocida: paralizadas las 10.000 becas que se concedían a universidades públicas y privadas, y de las que el 7% correspondían hasta este año a los de universidades privadas. En estos momentos, decenas de miles de familias y alumnos no saben si tendrán beca o no, lo cual incide directamente en la decisión de iniciar o continuar los estudios universitarios.

La sociedad decadente (II parte)

AI reflexionar sobre la sociedad actual —sus problemas, su comportamiento, su talante—, la impresión que experimentamos es de desconcierto, pues no alcanzamos a comprender lo que sucede y por qué sucede. Nos desconcierta la brutal crisis económica que padecemos, pero no es menos desconcertante la crisis de valores y de instituciones que no parece tener límite, pues en nuestra sociedad ya todo es posible, hasta lo más aberrante. Los cambios son tan radicales y tan acelerados, que lo que creíamos más sólido y estable en la configuración moral del ser humano —piénsese en la familia, por ejemplo— se destruye con suma facilidad. Y estos cambios destructivos no obedecen, como antaño, a ninguna ideología revolucionaria, tal como ocurrió en la revolución liberal o marxista.

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